Juan Carlos Girauta-ABC

  • Cuando a España le va bien, a ellos les va fatal, y cuando ellos se crecen y tocan pelo, España se hunde

El Gobierno de la Opacidad pone al frente del Consejo de la Transparencia a uno de su elección y claro, pasa lo que pasa. Un oxímoron del siete. La cristalina negrura, la ciega nitidez. Este presidente transparente, ente durmiente, echará de inmediato y sin contemplaciones a un par de ingenuos que se tomaron en serio su cometido. Hay que hacerle hueco a quien entienda. Es importante que la autoridad que llega fulmine, que presuma de su cacicada. Algo procaz.

De ese modo, hasta el más despistado entenderá las reglas del nuevo juego, que es como el viejo (abusar del poder sin dar explicaciones) pero calificándose uno mismo de ejemplar. No les da vergüenza y se aguantan la risa. Hay que

valer. Para pillar y callar las prebendas y bicocas varias solo se exige: comunicar tu vocación de servicio público y poner cara de póquer. Si has nacido con lo segundo, en plan Sánchez, basta con soltar en los círculos adecuados de tu partido de progreso que estás dispuesto a sacrificarte (¡cuanto antes!) por el proyecto y tal.

Cierto es que en el pasado estas admirables vocaciones se han visto a menudo frustradas al responderte el círculo adecuado que no hay nada para ti. Pero eso era en los tiempos de las vacas flacas. Entiéndase este punto de una vez por todas: en materia de vacas flacas o gordas, España y los partidos de progreso andan invertidos. Cuando a España le va bien, a ellos les va fatal, y cuando ellos se crecen y tocan pelo, España se hunde. La digna historia de nuestra democracia es, a la vez, la obscena historia de ese ciclo, en doble espiral.

La cara de póquer la va a precisar cualquier ministro, cualquier director de órgano improbable, para invocar aquellos nombres que les desmienten. ¿Qué ha fomentado Fomento, aparte del trasiego de grávidas maletas, o la parálisis de los quitanieves de Barajas cuando Filomena? ¿Qué ha igualado Igualdad, un departamento consagrado a la diferencia, como lo demuestra la obsesión de crear nuevas identidades grupales y más pronombres personales? El Ministerio de Justicia ajusticia a la Justicia. El de Educación quiere una población ignara y el de Sanidad exigiría una novela negra.

Contrastes de interés que se vuelven irritantes (así es la gente) tan pronto como lo desmentido por el nombre es un abuso de poder, una alcaldada. Y la que más ha dolido en estos tiempos penosos es la de la vacuna trocada en privilegio, en robo. Se ha saltado la cola de lo escaso, y se ha puesto en cabeza, un satrapilla que cobra del erario para velar por la salud de los murcianos. Se ha colado él con cuatrocientos más porque eran «altos cargos» o funcionarios. Son, como los comentados, gentes con vocación de servicio y disposición al sacrificio, pero fíjate: estos no están en partidos de progreso. A la izquierda se le puede reprochar que se tape con nombres que desmienten sus actos, pero un concurso de aprovechateguis estaría disputado.