Cálculos pequeños

EL MUNDO 28/11/14
VICTORIA PREGO

Ha tardado el Gobierno en ponerse las pilas y en proponer medidas que sirvan para evitar, o al menos mitigar, la corrupción que envenena al país por todos lados. Porque será cierto que la mayor parte de los políticos y de los empresarios y de los sindicalistas y de los bancarios son honrados a carta cabal. Pero son tantísimos y tan importantes los que han robado durante tanto tiempo el dinero público para llevárselo a sus bolsillos que no es nada exagerado decir eso, que

España está corroída por la corrupción. Ese es el sentimiento de los ciudadanos y por muchas declaraciones que se hagan en contra desde la esfera de la política no van a cambiar de opinión. Sólo los hechos, el cambio que se opere en la vida pública de nuestro país, modificará la percepción de los electores sobre este asunto, una percepción sumamente negativa que incluye a todos los grandes partidos españoles, incluyendo a los nacionalistas, que también lo son. Españoles, digo.

Por eso fue descorazonador asistir al enfrentamiento, ayer, entre el presidente Rajoy y el líder del PSOE, Pedro Sánchez. Ante una batería de medidas propuestas por el PP que enfocan en la buena dirección, se apreció el pavor de los socialistas a aparecer como mínimamente cercanos al partido en el Gobierno. Quizá creen Sánchez y los suyos que afeándole a Rajoy sus casos de corrupción quedan ellos libres de toda mancha. Pero no es así, de ninguna manera. Lo que parecen no haber entendido ambas formaciones es que están metidas en el mismo saco en opinión de la ciudadanía. Pero llevan tiempo enzarzándose en esa pelea con resultados nulos para sus pretensiones, sin comprender que hacen un esfuerzo inútil al pretender separarse uno de otro echándose a la cara sus respectivos asuntos de suciedad.

La proximidad de las elecciones municipales y autonómicas no es razón suficiente para sustentar esa estrategia. Probablemente les sería mucho más efectivo acudir a esos comicios habiendo sellado un pacto contra la corrupción, porque eso les serviría para ganarse una relativa absolución por parte de sus votantes y podrían de ese modo aplicarse a proponer las medidas políticas que, éstas sí, les diferenciaran de su adversario. Sólo con una confesión compartida de los males causados o permitidos, y sólo con una declaración creíble de enmienda, los partidos políticos tradicionales pueden aspirar a recuperar el lugar que les debe corresponder hoy, a pesar de todo, en la vida política española.

Y, puesto que no son ellos los únicos responsables de la marea de corruptelas que asoman cada día por las cuatro esquinas del país, lo deseable y lo que sin duda tendría premio en forma de votos por parte de la población es que sumaran sus fuerzas y pactaran todas las medidas, las propuestas por unos y por otros, contra esta lacra que nos debilita. Eso sería actuar con la vista puesta en el país y no con los ojos situados, como de costumbre, en el respectivo pie de cada uno. Se necesitan políticas de grandes pactos para afrontar los grandes problemas. No es momento de cálculos pequeños.