Calle del desengaño

ABC – 10/04/16 – IGNACIO CAMACHO

· Entregado a la decisión del líder de Podemos, Sánchez siente el desasosiego de depender de un hombre al que no descifra.

La única cosa que no va a ocurrir en España, se repitan o no las elecciones, es la gran coalición entre el PP y el PSOE. Quizá sea también lo único en que estén de acuerdo todos los socialistas, no por motivos ideológicos sino políticos. En las filas socialdemócratas sigue siendo unánime la idea de que una alianza con los populares entregaría a Podemos el monopolio de la alternativa: el fantasma griego, el de la pasokización, el proceso que convirtió al Pasok helénico en irrelevante frente a Syriza por coaligarse con la derecha. Esa es una vía cegada, uno de los pocos puntos en que hay consenso interno.

Los reproches a Sánchez, que aumentan estos días tras la enésima humillación de Pablo Iglesias, se basan en su obstinación de ser presidente, cuestionada desde el primer momento por el susanismo andaluz. Con esos resultados, insisten los críticos, debió aceptar irse a la oposición frente a un Gobierno débil. Pero esos mismos disidentes, al cuestionar abiertamente su liderazgo, le han empujado a tratar de sobrevivir buscando un acuerdo a cualquier precio. A ponerse, en última instancia, en manos de su verdadero enemigo, Rajoy, a quien ha vetado como si tuviese lepra, sólo es su adversario.

Ese intento está a punto de fracasar aunque el candidato aún no haya perdido la esperanza. La secuencia lineal de hechos indica que Iglesias se ha echado al monte, que quiere forzar elecciones confiado en alzarse, tal vez de la mano de Izquierda Unida, hasta la frontera de los cien diputados. Pero la gran desazón de Sánchez y su equipo es que no logran descifrar al líder de Podemos. No acaban de saber si su última jugada, la de la consulta a las bases, es una maniobra contra los partidarios del pacto, un recurso para cargarse de autoridad frente al posibilismo de los errejonistas, o todo lo contrario: una coartada para permitir sin quemarse un relevo de poder que expulse al marianismo. Resistiéndose a embocar la calle del Desengaño, la dirección socialista se agarra como clavo ardiendo a esta última posibilidad basándose en la evidencia de que Iglesias ha demostrado en estos meses una impetuosa capacidad de contradecirse a sí mismo.

Lo asombroso del caso es el empeño que el secretario general del PSOE pone en obtener el apoyo de un hombre del que no se fía. No existe la menor química entre ambos; Pablo desprecia a Pedro, lo considera un dirigente blando y sin fondo estratégico. Pero el intenso pragmatismo de Sánchez le lleva a pensar que acaso por eso mismo su rival lo prefiera antes que a Susana Díaz y decida apuntalarlo en un poder precario. Acostumbrado a apostar por objetivos cortos, está convencido de que si llega a presidente, por carambola o como mal menor, no habrá nadie de dentro ni de fuera capaz de descabalgarlo. Aunque para ello tenga que pasar la afrenta de ver su propia candidatura sometida por mano hostil a un referéndum.

ABC – 10/04/16 – IGNACIO CAMACHO