ABC 24/01/17
HERMANN TERTSCH
· Lo que sucede hoy es que las camadas ideologizadas del revanchismo, los ultras de izquierda, se consideran impunes
DIEZ o doce jóvenes de una banda de esos autodenominados antifascistas, comunistas de nuevo/viejo cuño, propinan una bárbara paliza a una mujer en la puerta de una discoteca en Murcia. Otro par de individuos, dicen que los porteros de la discoteca, asisten impávidos a la escena. Según las primeras informaciones, los ultraizquierdistas sorprendieron a la joven cuando esta salió de la sala a fumar. La causa de la agresión que maneja la policía es la «ideológica». La chica es de derechas. Fuentes de twitter de esa izquierda que se ha hecho prolífica en los últimos diez años al amparo del mensaje revanchista de odio ideológico de Rodríguez Zapatero, confirmaron que la joven «es una fascista» que se merece todo lo que le hicieron y bastante más. Que en España, donde la gallardía tuvo cierto prestigio, diez jóvenes, la mayoría varones adultos, estén todos de acuerdo en pegar a una mujer postrada indefensa en el suelo, ya revela lo lejos que vamos llegando en el desmantelamiento del respeto a nosotros mismos. En la escena grabada todos se muestran de acuerdo en competir en pegar patadas y puñetazos a la mujer tendida. Sin que ni uno solo entre ellos muestre una duda ni intente disuadir de la atroz conducta. Solo paran cuando parecen creer que los porteros, hasta entonces meros espectadores, se disponen a intervenir. Entonces huyen como ratas y doblan veloces dos esquinas.
Menos mal que se ha grabado la escena. Porque si no, estaría ya en marcha el bombardeo de las versiones alternativas que van desde la provocación «fascista», hasta una reyerta entre dos tipas de derechas o una caída de la pobre facha que estaba borracha. Nada saben hacer mejor que difamar a las víctimas como ya hacían con los muertos de ETA a los que se convertía en confidentes, traficantes o delincuentes. Pese a ello, ya en el trato de la noticia se ve que todos saben que se trata de una agresión de la izquierda, porque la maquillan. «Diez jóvenes agreden a una mujer», titulaban diversos medios. ¿Quién puede creer que si llegan a ser de otro signo el título hubiera sido el mismo y no el de «Diez ultraderechistas apalean a una mujer»? Algún iluso. España sufre más que ningún otro país europeo la toxicidad de la doble vara de medir agresiones, delitos e incluso crímenes de derecha e izquierda. Como si los comunistas tuvieran una eximente por alto ideal, cuando su proyecto y sus medios son tan criminales como los nazis y en España mucho más frecuentes. Así, los agresores de la sede de Blanquerna en Madrid, unos ultraderechistas, han sido condenados a penas drásticas con ingreso en la cárcel por exactamente lo mismo por lo que Rita Maestre fue absuelta en una sentencia surrealista. Pocas dudas hay de que si Maestre fuera ultraderechista estaría cumpliendo condena por lo que hizo. Y de que los de Blanquerna, de ser independentistas, okupas o de alguna camada rojiparda, estarían en su casita. Todo depende de la ideología de los autores y de las víctimas. Todavía estamos esperando la detención de los canallas separatistas que agredieron a dos chicas que hacían publicidad de la Selección Española de Fútbol en Barcelona. Si el baremo utilizado para encarcelar a los ultraderechistas de Blanquerna es el bueno, que no lo discutimos, hay centenares de separatistas y ultraizquierdistas que por asaltos en diversas universidades y manifestaciones en toda España deberían estar cumpliendo condena. Lo que sucede hoy es que las camadas ideologizadas del revanchismo, los ultras de izquierda, se consideran impunes. Y algunos están empeñados en que además se consideren orgullosa guerrilla de la ideología privilegiada.