El trantrán

ABC 24/01/17
IGNACIO CAMACHO

· Durante el año en funciones, Rajoy hizo un descubrimiento esencial: se puede ocupar el poder sin tener que gobernar

EL año pasado, durante el largo interregno en funciones, el marianismo descubrió que se puede ocupar el poder sin tener que gobernar y sobre esa base ha perfeccionado su manejo del trantrán político. Los hechos le dan la razón: el paro descendió en progresión histórica y la economía creció incluso más de lo previsto. La supuesta inestabilidad era un mito: había Gobierno y funcionaban las instituciones sin riesgo de sobrecalentamiento legislativo. Una vez reasentado en la Presidencia, Rajoy parece conforme con ese ritmo lento que, con la coartada de la minoría, le permite hacer lo que mejor sabe: ir tirando en un pasar tranquilo.

Mientras las variables macroeconómicas no se desplomen, al presidente le basta con evitar sobresaltos administrativos. La prórroga de los presupuestos permite embridar el gasto y Bruselas ha aceptado el borrador de Montoro; no hay prisa para aprobar los de este ejercicio. La oposición está enfrascada en sus problemas internos, que en el PSOE se han cronificado y en Podemos alcanzan ya el estado de cainismo. Los pactos con Ciudadanos gozan de la excusa de falta de mayoría y el Gabinete va regateando los aspectos más antipáticos de un acuerdo reformista que nunca le satisfizo. Y lo fundamental, que es el poder, está en sus manos y lo maneja con la naturalidad acomodada que otorga el oficio.

En realidad, lo importante del poder consiste en que no lo tengan otros. Para un dirigente de la mentalidad conservadora de Rajoy, el verdadero peligro está en que la izquierda gobierne, dispare el gasto clientelar y se ponga a jugar con el modelo territorial como si fuese un mecano. Ese riesgo está disipado con él en La Moncloa; el resto es rutina. La sociedad productiva española ha demostrado que en un cierto marco estable sabe y puede funcionar de forma autónoma. En una legislatura de duración incierta, ganar tiempo es un modo de prolongar esa estabilidad relativa cerrándole el paso al aventurerismo. Para acompasarse a la correlación de fuerzas, el Gobierno se ha abierto a un diálogo formal, con muchas peticiones de excusas y perdón ante cualquier problema, que demuestre buen talante y presente el consenso, más que como una estrategia, como un rasgo de estilo.

De aquí al verano Rajoy tiene, pues, un horizonte bastante despejado. Para ese momento ya se sabrán dos cosas esenciales: si va a haber presupuestos y quién será el nuevo líder del PSOE. Con esas dos certezas el presidente estará en condiciones de decidir si tira al menos otro año o convoca elecciones, con muchas probabilidades de volver a ganarlas. El único factor de incertidumbre es Cataluña; un conflicto en el que a la impaciencia soberanista replica siempre el primer ministro con grandes dosis de cachaza. Quizá porque piensa, como el jefe de la tribu de Asterix, que el cielo se puede desplomar sobre nuestras cabezas… pero eso no tiene por qué suceder mañana.