IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

En una hábil maniobra, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le ha desbaratado el discurso al líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, que sin duda había preparado para su próximo enfrentamiento en el Senado. El PP ha pedido en numerosas ocasiones un relajo fiscal de amplio espectro, con el caso del gas en primera línea. En vez de ceder a sus pretensiones o acordar la medida con el líder de la oposición -esas cosas no se estilan en estas latitudes-, ha preferido regalarnos a todos la rebaja del IVA que soporta el gas al 5%, que pasa así a equipararse con el de la electricidad, que la disfruta desde la pasada primavera.

La medida será recibida con contento general, pues supone un alivio para unos precios que se han multiplicado hasta lo impensable. Se podrá matizar que no es muy coherente eso de reducir el precio de un suministro -lo que de manera habitual lleva a aumentar su consumo- cuando en la misma declaración de ayer nos anunció nuevas medidas de recorte del mismo. Y existe un riesgo elevado de que la coyuntura por la que atraviesa el gas termine por arruinar el objetivo, como ha sucedido con la electricidad que, tras las numerosas ayudas decretadas ha alcanzado en agosto, sin embargo, su máximo desde la entrada en vigor de la ‘excepción ibérica’.

Pero no están los tiempos para exquisiteces cuando son muchas las empresas, y de sectores varios, que empiezan a anunciar recortes en su producción o incluso paradas de sus instalaciones productivas por culpa, precisamente, de los precios que marcan los mercados internacionales. Máxime cuando, de momento, el impacto lo están sufriendo más las industrias, pero enseguida empezarán a padecerlo las familias en cuanto lleguen los fríos y se disparen las necesidades.

Por otra parte, el coste de la medida es escaso para las arcas públicas, que esas sí que han tenido beneficios extraordinarios con esto de los precios de los productos energéticos. En efecto, 190 millones al trimestre es un ‘lujo’ que María Jesús Montero puede sacar del arcón público sin provocar graves apuros.

Y de paso, el presidente aprovechó ayer la ocasión para mandarle un recado a la patronal tras las hoscas declaraciones de su vicepresidenta segunda, instándole a que llegue a acuerdos con los sindicatos en la negociación colectiva. Sin duda alguna sería un logro muy beneficioso, pero eso de las expresiones etéreas de buenos deseos es una fórmula imbatible que, en ausencia de concreción, no acostumbra a dar resultados. También podía haber recomendado que coman pocas grasas y que dejen de fumar. Seguro que les sentaba bien.