Antonio Casado, EL CONFIDENCIAL, 5/1/12
El cambio de papeles, como en el sueño de la razón de Goya, produce monstruos si hablamos de política. Así, ahora que está en el poder, el PP ha dejado de ser aquel PPOE (Partido Popular Obrero Español) que se hacía proclamar “el partido de los trabajadores” por boca de Dolores de Cospedal, denunciaba el giro antisocial de Zapatero y luchaba en el Congreso contra la dentellada del Gobierno a los pensionistas.
Por el contrario, ahora que los socialistas han pasado a la oposición por méritos propios, el PSOE quiere olvidarse de aquel partido que cambiaba principios por circunstancias en nombre del brazo tonto de los mercados. Los dirigentes enzarzados en la disputa interna no se reconocen en aquelZapatero que explicaba a los sabios del FMI que un parado no es un parado si se recicla en cursos de formación. “Trabaja por su país”, llegó a decir el entonces presidente en un viaje a Oslo. Toma frase. Como la de Rajoycuando dijo que “subir los impuestos sería la puntilla para las familias”. Fogonazos verbales como inagotables factorías de perlas cultivadas.
En el palabrero debate político y mediático que se lleva en nuestro país siempre nos quedará el canutazo. En eso el PP y el PSOE siguen siendo los mismos después del último quítate-tú-que-me-pongo-yo pasado por las urnas.
El Gobierno asume que su primer objetivo es el equilibrio presupuestario y no, como sostenía antes, la creación de puestos de trabajo. Todo contra el déficit público y nada contra la recesión. El empleo puede esperar. El déficit público, no, porque lo exige Bruselas
El manejo del eufemismo fue un clásico del reinado de Zapatero y ya le han salido los imitadores perfectos en Moncloa. El Gobierno del PP llama a los recortes “reformas estructurales” y “recargos de solidaridad temporales” a la subida de impuestos. Lo cual no acaba de encajar, creo yo, en el solemne compromiso marianista de “llamar al pan, pan, y al vino, vino”, pero ese ya es asunto descontado por quienes tenemos asumida la insoportable levedad del discurso electoral.
Como digo, en materia de camuflaje semántico nada ha cambiado en ninguno de los dos grandes partidos. También lo practica el PSOE en la oposición. Mejor dicho, en su propia zarabanda pre-congresual, pues su tarea de oposición no ha despegado todavía. Unos manifiestos los firman los firman los partidarios de Chacón -anuncia que anunciará el sábado su candidatura a la secretaría general- y otros los partidarios de Rubalcaba, -sus 38 propuestas de ayer-, pero las descargas verbales son intercambiables. ¿Cómo no va a firmar Rubalcaba el chaconeo de la ex ministra Cristina Narbona de que “hay que cambiar para ser creíbles”?; ¿cómo no va a firmar Chacón la idea central de Rubalcaba por un partido “fuerte, abierto y participativo”?
Cosas de los socialistas. Se supone que, por suerte, ya tenemos un equipo de Gobierno que está unido y dice siempre la verdad. O la decía. O la dice ahora y mentía antes. De momento ya asume que su primer objetivo es el equilibrio presupuestario y no, como sostenía antes, la creación de puestos de trabajo. Todo contra el déficit público y nada contra la recesión. El empleo puede esperar. El déficit público, no, porque lo exige Bruselas.
Antonio Casado, EL CONFIDENCIAL, 5/1/12