IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Llegan dilemas difíciles y ahora veremos quiénes son políticos de talla y quiénes meros aficionados

El maldito bicho ataca la salud de las personas, pero también lo hace a nuestra economía y al final termina afectando a la política. El proceso se ve muy claro en el caso de los Presupuestos. ¿Necesitamos unos Presupuestos Generales? Sí, claro, eso es obvio. No solo llevamos ya tres años manoseando los elaborados por el ministro Montoro -a quien supongo habrá que concederle algún plus de productividad por la extraordinaria longevidad de sus cuentas-, sino que el Gobierno ha cambiado profundamente de orientación ideológica y tiene derecho, nos guste o no y a mí en concreto no me gusta nada, a aplicar sus ideas.

Pero es que, además, las circunstancias económicas han cambiado radicalmente de la noche a la mañana por culpa del parón de la actividad que ha provocado el maldito bicho. El Gobierno se ha visto obligado a adoptar una serie de medidas con un coste terrible en términos económicos y… lo que te rondaré morena, pues no dude de que será imprescindible adoptar otras muchas más a poco que dure la pandemia. Convertir en normalidad lo que debería ser excepcional, como es la adopción constante de decretos-ley, no es una buena praxis.

Así que necesitamos unos Presupuestos. Pero la realidad se impone y no tendremos unos Presupuestos para 2020, eso lo aceptan hasta los partidarios acérrimos del Gobierno. ¿Los tendremos para 2021? Supongo que sí, de momento para esos hay tiempo suficiente. Pero, ¿qué Presupuestos? La economía se para al juntarse dos choques, uno de oferta y otro de demanda, y las primeras medidas se han dirigido a conseguir que el enfermo económico siga respirando. De ahí las ayudas aprobadas, de ahí la enormidad de los avales que se van a comprometer, de ahí las compras masivas de deuda nacional por parte del Banco Central Europeo. Si esto dura poco, serán suficientes; si dura más de dos meses… mejor nopensarlo.

«Primero la salud, luego todo lo demás». La frase es perfecta y todos estamos de acuerdo con ella. Ya, pero si lo pensamos un poco más, ¿cuánto tiempo estaremos de acuerdo con lo que supone? Es decir, ¿cuánto daño estamos dispuestos a causar a la economía, de la que dependemos, por garantizar el buen nivel de salud que pretendemos? En sentido contrario, ¿cuánto estamos dispuestos a arriesgar la salud para mantener nuestro estilo y nivel de vida? El tiempo de duración de la pandemia es la variable clave. Pero son preguntas que solo sirven para angustiarse, así que le aconsejo que las considere como un inoportuno dilema a desarrollar cuando todo este lío sea tan solo un mal recuerdo. Confiemos en que sea muy pronto. Seguro que sí.

Bueno, volvamos a los Presupuestos. Pedro Sánchez pretendía plantear unas cuentas públicas con un gran incremento de los gastos y una buena subida de impuestos. Aunque es cierto que vamos a incurrir en cantidades ingentes de gastos, también lo es que no irán a los destinos previstos por el Gobierno, cuyos planes iniciales de ayuda tendrán que esperar a tiempos mejores a causa del cambio de prioridades. Y la subida de impuestos llegará, no lo dude, pero también tendrá que esperar. Y deberá ser mucho más selectiva. Si la prioridad máxima es recuperar la actividad, que lo es, deberíamos evitar cualquier medida que afecte negativamente a la actividad. Por eso, las cotizaciones sociales tienen más probabilidades de bajar que de subir, si queremos sostener el empleo. Y también deberíamos evitar todos aquellos impuestos que terminan encareciendo los productos finales, pues también nos conviene que el consumo repunte para amortiguar su actual desplome y empuje de nuevo a la actividad.

No será sencillo solucionar el dilema que nos plantea la necesidad de aumentar la recaudación fiscal, para taponar la herida profunda que vamos a hacerle al déficit, sin por ello afectar a la producción ni al comercio que queremos despertar. Ahí veremos quiénes son políticos de talla y quiénes meros aficionados, aupados a un pedestal que no merecen y enfrentados a problemas cuya solución desconocen.