ABC 19/01/15
· «Soy cristiano, y si alguien se mete con Jesús me molesta, pero no puedo vengarme»
En una entrevista en el canal de televisión estadounidense CBS, David Cameron ha replicado al Papa Francisco y ha defendido que en las sociedades libres debe existir el derecho a ofender las creencias religiosas de los demás, sin que ello sea merecedor de represalias, y mucho menos violentas.
Solidaridad y debate «Yo soy Charlie», «Yo soy judío». La solidaridad es de todos. El debate está en si hay libertad para ofender
Durante su vuelo a Filipinas, el Papa se refirió a los atentados de París, en los que terroristas musulmanes mataron a doce personas, en ataques a la redacción de la revista satírica «Charlie Hebdo» y en un supermercado judío. En un tono coloquial, el Pontífice planteó un ejemplo que ha levantado controversia, con la admiración de unos y las críticas de otros: «Si mi buen amigo el doctor Gasbarri insulta a mi madre, puede esperarse un puñetazo. Es normal. No puedes provocar, no puedes insultar la fe de los otros. No puedes burlarte de la fe de los otros», explicó el Papa, que manifestó que deben existir límites a la libertad de expresión.
Al preguntarle en la televisión estadounidense por esa frase del Papa Francisco, el primer ministro inglés respondió así: «Creo que en la sociedad libre existe el derecho a ofender las creencias religiosas de otros. Yo soy cristiano. Si alguien dice algo ofensivo sobre Jesús, lo encontraré ofensivo, pero en una sociedad libre no tengo el derecho a infligir venganza sobre él. Tenemos que aceptar que esos periódicos y revistas pueden publicar cosas que pueden ofender a alguien, al menos mientras no vayan contra la ley. Esto es lo que debemos defender».
El puñetazo
A las críticas al Papa se sumó Richard Harries, antiguo obispo anglicano de Oxford y respetado teólogo, con un artículo en «The Independent»: «Soy un gran admirador del Papa, pero la referencia al puñetazo podría tomarse fácilmente como una justificación de la violencia en respuesta a los insultos», escribió.
Para contextualizar estas críticas, hay que recordar el tradicional antagonismo de los ingleses contra los católicos, perseguidos con saña tras la ruptura de Enrique VIII con Roma. La Iglesia de Inglaterra nació a comienzos del siglo XVI, debido a que el Rey Enrique VIII quería contravenir los mandamientos católicos para casarse e intentar tener así la descendencia masculina que Catalina de Aragón no le daba. Tras varias peticiones al Papa para anular su matrimonio, en 1534 rompió con Roma y se proclamó cabeza única de la Iglesia en su país, creando así el culto anglicano y haciéndose llamar «Defensor de la Fe», título que le había otorgado el Pontífice en 1521. Tras la ruptura, la persecución y a veces el martirio fue el sino de los católicos de las islas, empezando por la ejecución de Tomás Moro. Los católicos estuvieron brutalmente proscritos hasta bien entrado el siglo XIX. Hasta 1850 no hubo obispos católicos en Gran Bretaña y de hecho todavía hoy los fieles papistas, como los denominan algunos ingleses de la vieja escuela, tienen negado por ley el acceso al trono. Hoy en el país hay unos seis millones de católicos.
Por otra parte, en el Reino Unido se debate también si las actuales leyes antiterroristas, que ya fueron reforzadas en noviembre, son suficientes para hacer frente a las nuevas amenazas. La polémica se ha centrado este fin de semana en la controvertida figura de Baghdad Meziane, de 49 años, condenado en 2003 a once años de cárcel por recaudar fondos para Al Qaida, y que sigue residiendo en Leicester, en el centro de Inglaterra, sin que el Gobierno logre extraditarlo. Las críticas se han intensificado, porque Meziane fue en su día un estrecho colaborador del mentor de los hermanos Kouachi, Djamel Beghal, que era vecino suyo en Leicester. Está probado que Meziane facilitó incluso un pasaporte a Beghal para que pudiese acudir a un campo de entrenamiento de Al Qaida en Afganistán.
Contemplaciones
Meziane, de origen argelino y que entró en el Reino Unido como inmigrante ilegal, es padre de dos hijos nacidos en Inglaterra. Salió de la cárcel en 2009, tras cumplir solo seis años de su pena de once. De inmediato el Gobierno británico inició trámites para intentar deportarlo a Argelia, que han resultado infructuosos, al apelar Meziane con éxito a los derechos humanos. En concreto, alegó que en Argelia sería torturado y privado de su vida familiar. El Ejecutivo ha insistido en que «es un peligro para el Reino Unido».