Camus vive

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 30/11/13

Nicolás Redondo Terreros
Nicolás Redondo Terreros

· Sigue el imperativo de alguien dispuesto a defender la dignidad humana.

Se cumple este año el centenario del nacimiento de una figura señera de la cultura francesa y referencia ideológica, literaria y moral de multitud de ciudadanos de todo el mundo, me refiero a Albert Camus. Ya su biografía es un ejemplo de superación fuera de lo común y justamente la voluntad inquebrantable de ser coherente con sus orígenes, define una trayectoria personal que se vio truncada por un accidente de tráfico.

Sus padres, su madre analfabeta y sorda, originaria de las Islas Baleares y su padre, trabajador de una empresa de vinos que murió al año siguiente de su nacimiento, eran en Argelia típicos pieds-noir (colonos franceses). Son numerosas las obras que nos dejó con una influencia determinante en las generaciones posteriores, desde El extranjero a La PesteLa caída oEl hombre Rebelde; todas ellas con un claro y voluntario deseo de comprometerse e influir en la sociedad que le había tocado vivir, abarcando desde la idea del absurdo hasta la rebeldía como condición del hombre y en confrontación con la Revolución.

Si la primera conducía al hombre rebelde a encontrar y defender lo que de común tiene con el resto y por lo tanto inducía a la solidaridad, la segunda subsumía al hombre en la comunidad histórica y le podía hacer sujeto de las mayores aberraciones; si para una los medios legitimaban o no los fines, para la otra los fines podían justificar los mayores crímenes.

Pero no fueron la palabra, la idea y la novela el único ámbito vital de Camus, que supo y quiso integrar la Resistencia francesa al nazismo y al gobierno colaboracionista de Vichy, y cuando tuvo que enfrentarse a los crímenes comunistas de la URSS, lo hizo rompiendo su amistad con Sartre y quedándose sólo en un París tan ciego como soberbio, rendido en la confortable lejanía a los pies de un enloquecido criminal como Stalin, volviendo tal vez a reencontrarse con la soledad que le acompañó en su niñez a orillas de un luminoso Mediterráneo, que siempre fue su refugio real o imaginario.

 En defensa de la dignidad del ser humano

Son muchas las preguntas que a lo largo de su obra se hace el escritor francés y son otras tantas las respuestas que da, siguiendo el imperativo de un hombre dispuesto a defender, por encima de todo, la dignidad del ser humano. Sobre todo me han sobresaltado por encima de la rutina, sus reflexiones sobre la rebeldía en esta relectura conmemorativa. El rebelde dice «no», «hasta aquí hemos llegado», niega categóricamente la intrusión que juzga intolerable, y de forma más o menos precisa defiende un derecho que al poder llevarle hasta el máximo sacrificio le desborda y le une con el resto de la humanidad, niega su particular situación y afirma lo que nos desborda la individualidad y nos hace universales, y por lo tanto hombres.

Establece Camus en primer lugar, una rebeldía concreta, individual, la del esclavo contra la acción del amo, contra su agresión, para luego generalizar. Y la pregunta que se abre camino para todos, pero muy especialmente para el rebelde, es si el amo también se puede rebelar. Si nos une ese rechazo, ¿es posible que el agresor pueda rebelarse? ¡Sí!, el amo, en tanto que comparte características con el ofendido, también lo pueda hacer.

Pero la rebelión exige para no ser resentimiento que se explicite y que no sea carcomida por la envidia, y para que no acabe en revolución, que la encrucijada personal sea todo o nada, es decir, que arriesgue algo que pueda perder; estas son condiciones inherentes al acto de rebelarse.

Hoy proliferan declaraciones, tomas de posición, juicios propagados desde un mullido bienestar y a favor del pensamiento dominante, dictadorzuelo de la desidia y la cobardía, que pueden justificar verdaderas barbaridades, aunque una por una y en la inaprensible atmósfera carente de crítica y la espera continuada e infantil de una parusía edénica, parezcan asumibles. A los actores de estas diversas tomas de posición, que se comportan cuando se les contradice, como los más eficaces comisarios políticos de cualquier Inquisición -sea sacramental o laica-, no les niego el derecho, ni una coherencia que puede asustar a la persona corriente; pueden ser revolucionarios dispuestos a cambiar radicalmente el régimen, el estado de las cosas, pero no son rebeldes porque no arriesgan nada, no pierden nada y, aunque lograran cambiarlo todo, nada sería distinto para el hombre normal, que sólo empatiza, sólo se conforta con la solidaridad que da el ejemplo de quien diciendo NO, se arriesga a perder o a combatir en solitario los lugares comunes del pensamiento políticamente correcto.

Nicolás Redondo, presidente de la Fundación para la Libertad.

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 30/11/13