ANTONIO CASADO-EL CONFIDENCIAL
- Aquí la miel, allí las moscas. El sentido del vector es inexorable. Lo demás es un sumatorio de paliativos con el mismo pecado: atacamos las consecuencias, no las causas. Así nos va
Tampoco nos luce el pelo en las políticas migratorias si además el Gobierno afronta con el pie cambiado en tiempos de covid una avalancha largamente anunciada. No por el estrecho de Gibraltar, que Marruecos controla con un celo nunca bastante reconocido por España, sino por una incontrolable franja atlántica de 2.000 kilómetros. Esa dejadez la está pagando la comunidad canaria. Y de alguna manera, puertas afuera, Marruecos.
Al Gobierno le entró prisa de golpe, pero ha llegado tarde y mal al reto de impedir el efecto llamada pidiendo a la parte pobre que ayude a la parte rica
Son las claves del apremiante problema televisado en el puerto de Arguineguín (todavía quedan 1.300), tras la irrupción ilegal de unas 18.000 personas a las Islas Canarias (1.400 menores) de mayoría marroquí, a lo largo de este año. De repente, a los cinco ministros implicados les ha entrado la prisa. Han llegado tarde y mal al reto de impedir el efecto llamada pidiendo a la parte pobre, muy pobre en esta parte del mundo, que ayude a la parte rica a impermeabilizar el muro.
La gravedad de la dejación de funciones se mide por la gravedad de las consecuencias. Ahora todas las opciones son malas, porque todas tienen efectos indeseables. Empezando por el confinamiento de 7.000 migrantes en campamentos improvisados, «de aquí a final de año», según el ministro Escrivá. El Gobierno los quiere juntos, a la espera de su repatriación, cuyo soporte jurídico ya se recuesta en la doctrina del Tribunal de Estrasburgo y la reciente sentencia de nuestro Tribunal Constitucional sobre «devoluciones en caliente».
De los hoteles y los pisos turísticos, hasta agotar la capacidad de acogida y la buena voluntad de las autoridades y el pueblo canario, a las carpas de los ayuntamientos y el Ministerio de Defensa en distintas islas. ¿Y por qué ninguno en la península, si también es territorio nacional y tiene una mayor capacidad de acogida que una comunidad arruinada por el desplome del turismo?, «¿tendremos que hacernos independentistas para que nos hagan caso?» (Ana Oramas, CC), se preguntan ese sufrido pueblo canario y sus autoridades.
En realidad, nos lo preguntamos todos. La respuesta llega en clave europea. La que inspira a la mayoría de unos desdichados en tránsito hacia el sueño de una vida mejor. El efecto «llamada» se multiplicaría, según Bruselas. Así que «no habrá traslados a la península», dijo ayer en Rabat el ministro Marlaska después de ver a su colega marroquí, al que pide un esfuerzo más en el control de los flujos migratorios.
España no está honrando su deuda con Marruecos. Marlaska no había vuelto por allí desde que debutó como ministro del Interior. Todo eso cuenta
Pero también Marruecos está cansado de cooperar (migración, narcotráfico y terrorismo). España no está sabiendo honrar su deuda con el país vecino, que ha reducido prácticamente a cero la emigración ilegal por el estrecho. Pero Marlaska no había vuelto por allí desde que debutó como ministro del Interior (julio 2018). Todo eso cuenta. Como el agravio de ver cómo el compromiso de controlar los flujos migratorios en Turquía se compensa con 6.000 millones de euros de la UE, mientras que la compensación a Marruecos es de apenas 240 millones.
Por no hablar de la inoportuna exigencia del vicepresidente del Gobierno, Iglesias Turrión, sobre un referéndum para el Sáhara Occidental, que es la durmiente propuesta de la durmiente ONU sobre un territorio pendiente de descolonización, aunque de eso no toca hablar por ahora. Lo dejamos para la cumbre hispano-marroquí prevista para el próximo 17 de diciembre, en la que se revisará la cooperación en distintas áreas que hasta ahora ha venido funcionando razonablemente bien.