Alarma perpetua

Ignacio Camacho-ABC

  • En su enmienda sobre los desahucios, Podemos calcula un estado de alarma de ¡¡dos años!! ¿Error o saben algo?

Si se trata de un error mecanográfico lo deberían corregir, y si no tienen que explicarlo. Porque, como han señalado los colegas de Voz Pópuli, la propuesta de Podemos y Esquerra sobre la prohibición de desahucios establece una «duración estimada» para el estado de alarma de… ¡¡dos años!! Hasta el 31 de diciembre de 2022, para ser exactos. Ojo al dato, que diría el entrañable Butano. Y aunque Pablo Iglesias se sitúa fuera del Gobierno cuando enmienda sus propios textos presupuestarios, el resto del tiempo está dentro y bien dentro, por lo que resulta verosímil colegir que sabe o ha oído algo. El asunto no es trivial: en caso de llevar razón en sus cálculos, la legislatura transcurriría prácticamente entera bajo un marco excepcional para el que la alianza con los republicanos separatistas garantiza suficiente respaldo. ¿Un disparate? Probablemente, pero dada la proclividad autoritaria que Sánchez ha demostrado en estos meses de pandemia ya nada suena extraño. En cuestión de anomalías democráticas estamos curados de espantos.

La vigencia del actual decreto de emergencia caduca el 9 de mayo, o al menos ésa es la fecha -revisable en marzo- aprobada tras fuerte debate en el Congreso. Una prórroga de dudosa constitucionalidad que el presidente justificó en el consejo de sus inexistentes «expertos» y en la confianza de disponer de una razonable masa crítica de vacunas en ese momento. Ayer mismo insistió en ese calendario que presupone el comienzo de la campaña de inmunización colectiva en torno al mes de enero. Sucede sin embargo que los organismos sanitarios europeos cifran a finales de 2021 «o más tarde» la posibilidad de contar con dosis suficientes para garantizar una distribución significativa del anhelado remedio. Es decir, que el proceso corre riesgo de ser bastante más lento y que el anuncio de Sánchez puede responder a la necesidad de compensar el descontento popular por el pacto con Bildu vendiendo algún éxito. Dada su credibilidad, quizá convenga tener en cuenta la previsión de Podemos.

En realidad, el estado natural de España desde que se formó este Ejecutivo es el de alarma. Empezando por el propio Gabinete, cuyos miembros socialistas viven en perpetuo sobresalto -¿se acuerdan del insomnio preelectoral?- ante las extravagancias de sus compañeros de alianza. El día que no les llevan la contraria les presentan un proyecto de ley infumable o piden, en plena crisis migratoria con Marruecos, un referéndum en el Sahara. Y para el país, zarandeado a ritmo de escándalo por semana, la anormalidad se ha convertido en una suerte de hábito, de rutina consuetudinaria. No queda barrera legal, ética o de simple pudor político que no haya sido o esté a punto de ser rebasada. En este clima de irregularidad cotidiana, a quién le podría sonar ya rara la idea de prolongar para todo el mandato el actual limbo de gobernanza autocrática.