Candidez no es candidiasis

Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 15/10/12

Catalana ingenuidad

Muchos se sorprenden de la ofensiva ultra española que estamos sufriendo por tierra, mar y aire

Artículos | 14/10/2012 – 00:00h

Pilar Rahola escribió ayer en su rincón de La Vanguardia un artículo que no debería merecer mayor atención, tanta es su falta de información como su abundancia de prejuicios. Me propuse deconstruirlo, pero humildemente he de reconocer que era trabajo para más de un hombre, así que opté por comentar los dos primeros párrafos. Hé aquí la pieza. Las acotaciones, as usual, en azul:

A veces los catalanes tenemos algo de cándidos, dicho a la manera de Voltaire. Especialmente lo somos cuando se trata de remover la historia, sin recordar nunca la componente sísmica del movimiento. [Vamos a ver, querida, no me confunda la candidez con la candidiasis. Cándido, influido por su preceptor, el doctor Pangloss, un trasunto de Leibniz, de quien se mofaba el autor, creía que vivimos en el mejor de los mundos posibles, algo incompatible con sufrir bajo una ‘Espanya que ens roba’. Por decirlo con el texto de Voltaire cuyo nombre invoca usted con admirable desenvoltura e ignorancia:

Pangloss enseñaba metafísico-teólogo-cosmolonigología, demostrando brillantemente que no hay efecto sin causa y que el castillo de monseñor barón era el más majestuoso de todos los castillos, y la señora baronesa, la mejor de todas las baronesas posibles de este mundo, el mejor de todos los mundos posibles.

Es evidente -decía- que las cosas no pueden ser de distinta manera a como son: si todo ha sido creado por un fin, necesariamente es para el mejor fin. Observen que las narices se han hecho para llevar gafas; por eso usamos gafas. Es patente que las piernas se han creado para ser calzadas, y por eso llevamos calzones. Las piedras han sido formadas para ser talladas y para construir con ellas castillos; por eso, como barón más importante de la provincia, monseñor tiene un castillo bellísimo; mientras que, como los cerdos han sido creados para ser comidos, comemos cerdo todo el año. Por consiguiente, todos aquéllos que han defendido que todo está bien han cometido un error: deberían haber dicho que todo es perfecto.]

De todos los episodios de la heroica nacional, quizás el más ingenuo fue el del Sis d’Octubre, cuando Companys declaró alegremente la república catalana pensando que la hermandad ibérica iría a la par. Lo que nos cayó fue la intemerata en forma de represión brutal, miles de detenciones, cierre de periódicos y un descabezamiento de todos nuestros dirigentes. Los detenidos fueron más de 5.000, entre ellos todo el Govern catalán, la mayoría de alcaldes y concejales de Catalunya, líderes sindicales, culturales, sociales, empresariales, etcétera. En el 36, cuando fueron liberados, aún quedaban cientos de presos catalanes en las prisiones y en los barcos-cárcel como el famoso Uruguay. [«Lo que nos cayó» escribe Rahola con un admirable sentido de la ucronía y su capacidad de atravesar la barrera del tiempo para asumir todas las derrotas de su pueblo: en 1714 y en  1934. Claro que las cosas no fueron así. Hace algún tiempo recomendé aquí un libro cuya lectura convendría mucho a la señora Rahola: ‘Diez horas d’Estat Català’ de Enrique de Angulo, minuciosa crónica de una enloquecida noche de sábado, más cercana al esperpento que a la tragedia pese a los intentos de la columnista. La ingenua proclama golpista se produjo dos años y veintisiete días después de la aprobación por la República del Estatuto de Auitonomía para Cataluña. Queda fuera de toda duda que las tropas de la República, mandadas por el general Batet i Mestre no hicieron fuego hasta que sufrieron bajas por los disparos de los insurrectos*. (Batet no fue un militar franquista, como podrían creer la señora Rahola y su Rey Artur. En 1936 era capitán general de Burgos. Se opuso a la insurrección y fue fusilado). Por si el libro anterior no le basta, me permito recomendarle otro que le resultará más próximo: «El general Batet. Franco contra Batet. Crónica de una venganza». Su autor, Hilari Raguer, es, entre otras cosas, fraile de Montserrat.

Pero vamos a acercarle otro testimonio que le resultará difícil no respetar. El de Agustí Calvet, también llamado Gaziel, uno de los grandes periodistas españoles del siglo XX. No digo lo de españoles por faltar: Llamar a Gaziel ‘uno de los mejores periodistas catalanes’ sería rebajar mucho su talento al achicarle el espacio. Sería como llamar a Iniesta ‘el mejor jugador de Fuentealbilla’, no sé si me explico. Gaziel fue director de La Vanguardia entre 1920 y 1936. Pues bien, señora Rahola, mire lo que escribía el director de La Vanguardia en su periódico tres días después del esperpento:

«Esto es, ni más ni menos, que una declaración de guerra.¡Y una declaración de guerra que equivale a jugárselo todo audazmente, temerariamente, en el preciso instante en que Cataluña, tras largos siglos de sumisión, había logrado, sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se atrevió ni se habría atrevido a hacer lo mismo con ella. Y eso, ¿por qué? por una República Federal que nadie pide en España, cuando menos ahora, y por un Estado Catalán que, dada ya la existencia de la Generalidad, no se necesita para nada… Estoy bañado en sudor, realmente aterrado…» (Gaziel, La Vanguardia, 9 de octubre de 1934). Lo tiene usted a un par de clics de ratón en la admirable hemeroteca del periódico en el que escribe.]

[Le acercaré otro testimonio, también próximo: la opinión de Josep Tarradellas en una larga entrevista con el entonces director de La Vanguardia, Tristán La Rosa, que fue publicada como preludio a la vuelta del exilio del presidente de la Generalitat entre los días 4 y 9 de septiembre de 1976:

«El 6 de abril de 1934 [Companys] cometió un inmenso error. Fue una catástrofe política (…) Al igual que otros dirigentes catalanes, Companys cayó en el error de involucrar a España en el conjunto de la política catalana. Francesc Cambó fue el primero en cometer esa equivocación. Lo he dicho muchas veces. Marcelino Domingo hizo otro tanto. Y lo mismo cabe decir de Maurín.” (Josep Tarradellas (III) Lluís Companys) La Vanguardia, 7 de septiembre de 1976.”

Podríamos seguir con el arrepentimiento público de Prieto, en su conferencia de 1942 en México, pero no es de los suyos. En fin no sé si le bastará el repaso que hemos dado a la A. Mañana vuelva y le enseñaré la B.]

* Apéndice documental:

Alocución del general Batet en Radio Barcelona, el domingo, 7 de octubre de 1934

Relato de los hechos por el general Batet en su segunda alocución en Radio Barcelona, el lunes, 8 de octubre de 1934.

Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 15/10/12