EL MUNDO – 18/02/17
· Robert Harward alude a la desorganización de la Casa Blanca para justificar su negativa a ser jefe de Seguridad Nacional Su antecesor, Michael Flynn, mintió al FBI al negar que hablara de las sanciones a Rusia con el embajador.
· Casi un mes después de ocupar oficialmente el Despacho Oval, el presidente, Donald Trump, sigue sin tener su equipo al completo. Y parece lejos de tenerlo.
Pero no sólo por la oposición demócrata, a la que acusa de boicotear sus nominados, sino porque los hay que se van voluntariamente y también candidatos que rechazan sumarse a su «caótico» equipo presidencial. Es tal el desorden, que incluso el senador republicano John McCain, de visita en la Cumbre de Seguridad de Múnich, denunció ayer que la Administración Trump se encontraba sumida en la «desorganización».
Esta semana, el Senado confirmó dos nuevos miembros del Gabinete de Trump: el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el de Asuntos de los Veteranos, David Shulkin. Hasta la fecha, el único que tuvo apoyo unánime de los senadores: 100 a favor, cero en contra. También dio luz verde, pese a las críticas de los demócratas, al responsable de la Agencia Medioambiental, Scott Pruitt.
El equipo presidencial perdió dos activos por sus deméritos; situación que ha reforzado la batalla demócrata por no acelerar las confirmaciones. El nominado de Trump para el Departamento de Trabajo, Andrew Puzder, se retiró después de que salieran a la luz las acusaciones de violencia doméstica de su esposa y de que se conociera que había contratado a una mujer indocumentada como empleada del hogar.
El presidente forzó el pasado lunes la dimisión del responsable del Consejo de Seguridad Nacional (NSC), Michael Flynn, por su controvertida conversación con el embajador ruso Sergey Kislyak sobre las sanciones impuestas por el ex presidente Barack Obama a Rusia a finales de diciembre.
En la incendiaria rueda de prensa del pasado jueves, Trump explicó que pidió al general Flynn su dimisión porque no estaba «contento» con cómo le transmitió la información sobre esa charla al vicepresidente, Mike Pence. El general al que el presidente considera un «buen tipo» –que «no hizo nada erróneo»–, podría haber cometido un delito grave al mentir al FBI sobre esa conversación, según apuntaba ayer The Washington Post. De hecho, el Departamento de Justicia podría acusarle formalmente.
El diario señala que el ex consejero de la NSC mantuvo una entrevista con agentes federales el 24 de enero en la que negó haber hablado sobre las sanciones a Rusia con el diplomático de Moscú. Una versión que contradicen las comunicaciones interceptadas por la Inteligencia estadounidense y lo dicho por el general en dicha entrevista. En el Daily Caller, Flynn reconoció que había hablado con Kislyak sobre la expulsión de 35 operativos de Inteligencia rusos –una de las sanciones impuestas por Obama el 29 de diciembre–.
El hueco dejado por el general no está siendo fácil de llenar. La primera opción de Trump, el vicealmirante y Navy Seal retirado Robert Harward, declinó la oferta del presidente para ser su consejero de Seguridad Nacional. En un comunicado, explicó que ese trabajo requiere «concentración 24 horas al día y siete días a la semana, y compromiso para hacerlo bien». «En estos momentos», añadió Harward, «no puedo asumir ese compromiso». También aludió a razones familiares y económicas para no aceptar.
Los medios estadounidenses apuntan, de fuentes cercanas a Harward, que también influyó en su negativa el «caos» que parece reinar en la Casa Blanca, el estilo imprevisible de Trump y la imposibilidad de deshacerse de la consejera adjunta, la ex colaboradora de Fox News Kathleen McFarland.
El vicealmirante que dijo no al presidente forma parte del grupo de ejecutivos de la compañía aeroespacial Lockheed Martin para el negocio en los Emiratos Árabes. Trump tuvo sus diferencias antes de llegar a la Casa Blanca con esta empresa. El 22 de diciembre criticó vía Twitter el coste excesivo del F-35 de Lockheed y anunció que había pedido a Boeing el precio de un «comparable F-18 Superhornet». Un mensaje que provocó la caída de las acciones del grupo.
Desde uno de los hangares de Boeing en Charleston (Carolina del Sur) y ante miles de empleados, Trump confirmó ayer que está «estudiando seriamente hacer un gran pedido» de F-18 Superhornet en el marco de su política para reconstruir el ejército. También explicó que se trabaja en el proyecto para construir el nuevo Air Force One.
En su fugaz visita a la planta de Boeing, el presidente desplegó su manual sobre «de ahora en adelante, América primero»: se contrata en casa, se fabrica en casa y se penaliza con aranceles a los que se van fuera. Después puso rumbo a su residencia en Mar-a-Lago (Florida) donde pasará el fin de semana con temperaturas más agradables que en Washington.
EL MUNDO – 18/02/17