Javier Caraballo-El Confidencial
- Carmen Calvo cumple con un papel fundamental en el Gobierno, interna y externamente, pero “también a los pilares les puede entrar aluminosis y hay que cambiarlos”
“Vengo con una noticia impresionante: Carmen Calvo no es humana, es un muñeco, como Espinete. Es decir, que dentro de ella hay otra persona sudando”, Ernesto Sevilla lo habría contado así, de la misma forma que hizo en su día con Rajoy. Y todo porque hay políticos que, cuando hablan, es imposible dejar de pensar que interpretan un guion. Esas genialidades ya legendarias del presidente Rajoy, como la de “es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde», tienen, necesariamente, que obedecer al trabajo de un grupo de los mejores guionistas; eso no se improvisa. Imposible.
Con Carmen Calvo pasa lo mismo: la mujer que sirve de pilar angular al Gobierno de Pedro Sánchez, la que ha sabido navegar en tantas polémicas con audacia contrastada, es imposible que sea la misma que ha llenado su biografía de meteduras de pata como esta última de la obra de teatro ‘Una noche sin luna’, escrita sobre textos de Federico García Lorca, en recuerdo de la noche que lo mataron en Granada. La vicepresidenta Calvo escribió: «Estupenda obra, fantástica la interpretación de Juan Diego Botto y demás actores y actrices. Lorca, siempre Lorca”. El rubor instantáneo llevó al propio director de la obra de teatro, Sergio Peris-Mencheta, a corregirla de forma inmediata: «Es un monólogo, ministra».
Como muchos dirigentes políticos encargan a alguno de sus asesores el trabajo de las redes sociales, de la misma forma que les escriben discursos, artículos de prensa y hasta libros, lo normal será que ese haya sido el origen del desatino inmenso, pero ya se queda ahí en la colección de perlas de Carmen Calvo, que no es escasa. Cuando llegó a la política, de forma tardía, el conocido de la familia en la política andaluza era su hermano, José Calvo Poyato, que era el portavoz del Partido Andalucista en el Parlamento andaluz. Manuel Chaves, que tuvo que recurrir al PA en aquella época para seguir gobernando, la fichó y la hizo consejera de Cultura de la Junta de Andalucía.
En ese momento comenzó una carrera política, que llega hasta hoy, con tantos golpes de suerte como aciertos contundentes en las encrucijadas de caminos de la política, que son los que se producen siempre que un político tiene que optar por cambiar sus fidelidades internas en el partido. Con el tiempo, además, esta doctora en Derecho Constitucional ha ido ganando en experiencia de gestión pública y en destreza política, que no es poco. Como ya dijo cuando llegó a la vida madrileña, como ministra de Cultura de Zapatero, “soy cocinera antes que fraila”.
En realidad, la llegada al Gobierno de España se produjo de forma accidental o inesperada, porque Carmen Calvo abandonó la política andaluza por un ‘castigo’: perdió la sintonía política con Manuel Chaves, y quizá se negó también a ser candidata a la alcaldía de Córdoba, y la mandaron a Madrid cuando nadie pensaba que Rodríguez Zapatero, apodado ‘Bambi’ por Alfonso Guerra, podía ganar las elecciones del 14 marzo de 2004, tres días después del salvaje atentado de Atocha. Además, estaba enfrentada a Magdalena Álvarez, también consejera de Chaves, y díscola con los planes del partido, con lo que las dos acabaron en las listas del Congreso pensando que ahí expiraría su vida política. En Andalucía se cuenta que Magdalena Álvarez, que era consejera de Hacienda, la despreciaba, desde ese púlpito de soberbia que siempre ha tenido: “No tengo dinero para trombones”, decía cuando le recortaba el presupuesto.
Ocurre, sin embargo, y esto nos ofrece un rasgo esencial del perfil de Carmen Calvo, que han pasado los años y la que ha escalado más alto en política ha sido ella. La vicepresidenta es una mujer que no olvida el pasado, que guarda las facturas y las cobra en cuanto se presenta la ocasión. Con Rosa Aguilar, se negó a compartir una lista electoral cuando la exalcaldesa de Córdoba abandonó Izquierda Unida para buscar un lugar en el PSOE; Carmen Calvo, cordobesa como ella, no le perdonaba las cosas del pasado. “Yo no me vendo por un escaño. Y no olvido que Rosa Aguilar fue a sangre y fuego contra el PSOE”, dijo en 2011, con ese tono épico que la acompaña.
Podría parecer, si sumamos enfrentamientos, que esta mujer, abanderada del feminismo, ha tenido sus mayores disputas con otras mujeres, lo cual no cuadraría mucho con el celebrado ‘modelo femenino de gestión’. Pero quizá no sea esa la razón sino el afán acaparador de Carmen Calvo, como si marcara el territorio que pisa. Ya lo dijo en otra de sus célebres pinceladas: “El feminismo no es de todas. No, bonita… Se lo han currado los socialistas”. ¿Ha sido este el detonante de su pelea con la ministra de Igualdad, Irene Montero? Es posible que el carácter político de Carmen Calvo tenga mucho que ver, porque será difícil ver a esta mujer renunciar a sus identidades esenciales, feminista y de izquierdas, o que alguien intente pasarle por encima.
Llega a veces tan lejos en su reafirmación que en Andalucía todavía se recuerda, de su época de consejera de Cultura, cuando dijo: “Los rojos antes quemábamos los templos; ahora los restauramos”. En fin, que como Pedro Sánchez está decidido a hacer una remodelación del Gobierno para el nuevo curso político, a Carmen Calvo la están poniendo en el disparadero, como si sus peleas con Irene Montero o sus desatinos fueran causa justificada de una salida del Ejecutivo. Es probable que Pedro Sánchez busque un nuevo impulso en su Ejecutivo, una imagen distinta para afrontar el resto de legislatura, y que considere que Carmen Calvo ha quemado todas las etapas, pero no será porque ceda a las exigencias de Podemos para que abandone el Gobierno.
“También a los pilares les puede entrar aluminosis y hay que cambiarlos”
Carmen Calvo, que supo apostar por Pedro Sánchez cuando todo el aparato del PSOE se propuso liquidarlo, es una piedra angular de este Gobierno de coalición, además de parapeto político del presidente, una función esencial en política que no desempeña ningún otro ministro o ministra de la cuota socialista. Desde la resolución de la crisis de Ceuta hasta la gestión de los indultos, pasando por la coordinación de los socios del Gobierno, Carmen Calvo cumple con un papel fundamental en el Gobierno, interna y externamente.
A partir de ahí, quienes están en las cocinas del laboratorio de la Moncloa, algunos de ellos políticos finos y veteranos, hacedores de grandes metáforas, lo que afirman crípticamente es que “también a los pilares les puede entrar aluminosis y hay que cambiarlos”. De modo que ni sí, ni no. Cuando llegue la crisis anunciada, si Carmen Calvo sale del Gobierno será por agotamiento, pero por ninguna de las otras razones que se esgrimen. Tampoco por sus lapsus. Un día dijo aquello de “estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie” y siguió ascendiendo hasta la vicepresidenta que es hoy.