CÉSAR COCA-EL Correo,Domingo, 24 enero 2021, 00:25
- Advierte sobre el riesgo de deshacer el sentimiento de identidad común y convivencia. «Es necesario conocer los hechos para saber de dónde venimos»
Carmen Iglesias (Madrid, 1942) es desde hace seis años la directora de la Real Academia de Historia, la primera mujer que ocupa ese cargo. También es académica de la Lengua y, por encima de todo, una figura intelectual que se ha ganado un respeto generalizado por la calidad de su trabajo en la Universidad, en las academias y en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, que también dirigió. Fue preceptora del Rey y es muy clara cuando se le pregunta por la monarquía: el debate sobre la forma de Estado es falso. Lo dice al final de una larga entrevista, sentada en su despacho de la Academia, rodeada de pilas de libros. Contesta pausadamente, midiendo cada palabra, con prudencia pero sin eludir los asuntos polémicos.
– La Historia, la de España, pero también la de otros lugares, parece estar sometida a revisión. ¿Nos la habían contado mal?
– Las revisiones históricas han sido frecuentes siempre. Si las hacen historiadores, hay detrás un trabajo serio. Lo peor es cuando se hacen revisiones políticas, frívolas, que causan mucho daño.
– Pero está sucediendo con un pasado lejano y con uno próximo, con los hechos de 1714 en Cataluña y con la Transición.
– Algunas cosas sobre 1714 que se están diciendo ahora son invenciones. Tenga en cuenta que siempre han existido los intelectuales orgánicos… En cuanto a la Transición, no fue santa ni maldita, pero fue modélica de 1975 a 1978. Lo que vino luego fue la democracia, que ha podido tener fallos, como todo en la vida. Uno de ellos ha sido creer que se defiende sola.
– No parece que el debate en ciertos ambientes gire en torno a interpretaciones, sino a los hechos mismos. ¿Cómo es posible?
– Hay que defender la verdad y los hechos. Estos tienen un marco de significación y eso es lo que hay que elaborar de la manera más científica posible. Estamos ante algo distinto de la opinión que tenemos sobre esos hechos, que con frecuencia surge de las emociones y no del estudio objetivo.
– La Historia oficial está en tela de juicio en muchos ámbitos. Donde se hablaba de mestizaje en América ahora se habla de explotación, por ejemplo. ¿Cabe un debate serio o cuando se derriban estatuas ya es imposible?
– No conozco la Historia oficial, no sé a qué nos referimos con eso, de qué hablan los políticos cuando aluden a ella. Otra cosa es la Historia nacional, que no nacionalista, que es la historia de un país en sus diferentes vertientes. Esa que hacemos los historiadores y que puede ser discutible, porque hay épocas en las que es más complicada. En el siglo XIX el nacionalismo, movido por su ideología, perturba ese relato basado en los hechos.
– Un profesor de Historia en Chicago afirmaba hace meses que la Real Academia de Historia defiende ese relato ‘oficial’, por lo que está invalidada para un debate crítico sobre el pasado. ¿Está de acuerdo?
– Siempre hay gente que habla de lo que no sabe. La Historia oficial solo existe si un Gobierno dice que lo es. Esta Academia no depende de nadie y tenemos con el Estado una relación administrativa, pero no subordinada ni política. No merece la pena detenerse en la explicación, pero esta institución siempre ha mantenido su independencia respecto de todos los gobiernos, también en momentos muy malos.
La Historia y los vencedores
– ¿La Historia la escriben los ganadores o es solo un tópico?
– Es un tópico. Un tópico cierto cuando una dictadura, un totalitarismo como el de la URSS, impone una Historia. Pero Heródoto nos enseñó la visión de los vencidos. Y ‘La Iliada’ nos da el punto de vista de los perdedores, así que no siempre pasa, ni mucho menos. Las cosas son más complejas. Sabemos lo que pasó en América, por ejemplo, contrastando las crónicas de unos y otros. Carlos Fuentes decía que todos somos mestizos. Y allí no hubo voluntad de exclusión, como en otras áreas dominadas por los anglosajones.
– ¿Se está dando en otros lugares de Europa una tendencia tan fuerte a la revisión histórica?
– Tan fuerte como aquí, creo que no. Cada generación se enfrenta desde el presente al pasado heredado y surgen nuevas preguntas. Pero otro error de nuestra democracia ha sido la falta de una educación cívica y fomentar las pequeñas identidades de los territorios. Deshacer ese sentimiento de convivencia y de identidad compartida puede tener efectos negativos para todos.
– ¿Ese revisionismo tiene su origen en la política?
– No quiero entrar en asuntos de la política concreta. Es necesario conocer la Historia para saber de dónde venimos y lo que nos ha costado llegar hasta aquí. Ahora estamos en una crisis importante y eso hace que se solapen los problemas. Pero, de todas formas, como decía Hannah Arendt, los hechos no se pueden falsear, porque tarde o temprano vuelven a salir a la luz. Parafraseándola, aunque pueda haber interpretaciones distintas de lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial, nadie podrá decir que Polonia invadió Alemania.
– ¿Por qué tendemos a creer más en este debate a los políticos que a los historiadores, a quienes se acusa de estar movidos por su ideología?
– La ideología es mantener una doctrina a rajatabla. En toda profesión puede haber fanáticos. Al ampliar el conocimiento se pueden cambiar las ideas sobre algo. Pero el poder tiende siempre a abusar.
– Otra moda del momento: juzgar el pasado con los criterios y valores del presente. ¿Qué opina de eso una historiadora?
– El presentismo es un problema serio. Hay que contextualizar los hechos con los valores de su tiempo. Debemos recordar siempre el origen del Derecho y el sentimiento universal de ir hacia la igualdad. Repito, nos ha costado mucho llegar hasta aquí.
– Y eso parece que se está olvidando.
– En nuestra democracia, ha habido una falta de enseñanza del pasado, con sus luces y sombras.
– Si dentro de cien años nos juzgan con los valores de entonces, tampoco saldremos bien parados.
– Decía uno de mis maestros que los historiadores «no somos los jueces en el Valle de Josafat», no decimos quiénes son los buenos y los malos, sino que contamos lo que pasó y el contexto en el que pasó. Hay una gran ignorancia y un gran desconocimiento sobre el pasado, y esa ignorancia favorece las dictaduras.
– ¿Hay alguna relación con el hecho de que la Historia cada vez pese menos en la escuela?
– Al poder le interesan personas que no distingan los hechos de la ficción; ciudadanos que estén entretenidos sin pensar, viviendo en ese despotismo suave del que hablaba Tocqueville. Esa situación en la que el Estado piensa por ti. El problema es que ese despotismo suave puede convertirse en totalitario.
– Cuando las religiones pierden peso lo ganan las sectas. ¿Qué sucede cuando lo pierden los historiadores?
– Nos lleva a un desconocimiento de quiénes somos, hasta el punto de poner en peligro nuestra lengua, como pasa en Cataluña, donde hay quien difunde el odio y sabe que si una cosa, por falsa que sea, se repite una y otra vez acabará calando. Enseñanza directa del nazi Goebbels.
– Ya que habla de Cataluña, hay digamos historiadores locales que defienden que Cervantes, Colón y Leonardo eran catalanes. ¿Debe intervenir la RAH ante esos disparates?
– Decir esas cosas es responsabilidad de cada uno. Los seres humanos somos falibles, el poder tienta muchas veces y el grupo exige la sumisión. Tenemos que vigilar para que exista la libertad precisa para debatir desde diferentes puntos de vista. La RAH no se dedica a la censura, sino a la investigación científica y su divulgación.
Intervenciones de la RAH
– Esas afirmaciones solo son creíbles para quien desea creerlas, pero existen otras mucho más sofisticadas de algunos episodios. Hay quien echa en falta una mayor beligerancia de la RAH.
– No podemos salir constantemente a la palestra, no haríamos otra cosa. Producimos textos, ciclos de conferencias y otras actividades, que incluimos en nuestra web, y si nos piden un informe concreto de algo, lo hacemos. Pasó con la cuestión de la circunnavegación, que fue posible a pesar de los portugueses, contra lo que se estaba diciendo. Magallanes era un súbdito de Carlos I, y salimos a aclarar aspectos de ese viaje, que al final, en conjunto, fue una obra europea, porque era la civilización occidental lo que se llevaba en aquellos barcos españoles.
– ¿Le han pedido asesoría en el Gobierno para defender en el extranjero las figuras de Pizarro, Cortés, Colón o el duque de Alba?
– Formalmente, no, pero tenemos contactos con varias instituciones de la Administración, que suelen pedirnos cosas. Gracias a ello, hemos hecho recientemente por ejemplo un ciclo de conferencias sobre Hernán Cortés y se ha publicado un libro en el que se examina lo que significó aquella globalización. México fue una de las grandes capitales del mundo en los siglos XVI y XVII.
– Le voy a pedir una opinión sobre el presente. ¿La monarquía está en peligro en España?
– La monarquía ha sido el origen de lo que llamamos Estado, la consecución de un poder impersonal frente al feudalismo. La monarquía parlamentaria en nuestra época es el régimen que aúna unidad y al tiempo diversidad, democracia y libertad. Tenemos necesidad de unidad, de algo que permanezca. El marco jurídico se puede cambiar siguiendo las reglas del juego. Ahora estamos pagando los errores acumulados, porque el desorden es más fácil que el orden, que exige esfuerzo.
– Pero el debate monarquía-república está en boca de partidos con representación parlamentaria no pequeña.
– La contraposición monarquía-república es falsa. La verdadera es entre democracia y dictadura. Hay repúblicas, muchas, completamente dictatoriales, y monarquías absolutamente democráticas, y eso es lo importante.