JORGE BUSTOS-El Mundo
MANUELA Carmena es una mujer de 75 años que está convirtiendo ambas categorías –el sexo y la edad– en su mejor argumento para merecer el voto de los madrileños. Y hace bien. Primero porque las razones identitarias no admiten refutación: ella es, en efecto, una mujer de 75 años. Segundo porque el cebo ya le funcionó la primera vez: la dulce estampa de abuela de la democracia movilizó al absentista huérfano de un regazo matriarcal. Y tercero porque si lo personal es lo político, a quién carajo puede importarle que carezca de cualquier balance de gestión.
Sería estúpido negarle a Carmena sus aciertos: reducir la deuda –nunca es tarde para abrazar el liberalismo, así sea por incompetencia presupuestaria–, bendecir la ambiciosa reforma del Bernabéu o traicionar a Podemos hasta partirlo por la mitad. Sospecho que estos méritos innegables no los valora su clientela natural tanto como yo mismo, igual que valoro la labor de zapa desplegada por las infinitas facciones paleomarxistas de Ahora Madrid contra la propia alcaldesa a lo largo de estos cuatro años, con Sánchez Mato a la cabeza de la quinta columna: quién sabe qué disparates habría podido consumar ese equipo municipal de haber gobernado bajo el principio adulto de unidad de acción.
Agradecemos por tanto a Carmena sus tímidos pasos hacia el liberalismo, el madridismo y el independentismo respecto de Pablo Iglesias, pero me temo que no son suficientes. Tampoco ella misma se ve capaz de concluir la legislatura en el Gobierno, y mucho menos en la oposición, donde no espera pasar ni un solo día. Carmena va por teles y radios pidiendo a los madrileños que la exoneren de currar si pierde, que ella o manda o se va a casa porque ya tiene una edad. Pero doña Manuela, si usted está mayor para hacer oposición también lo está para gobernar, que resulta bastante más cansado incluso para alguien que no sabe ejecutar un presupuesto. ¿Por qué Carmena es la única política del país que puede despreciar tan olímpicamente la función representativa que le encomienden los votantes sin que ello provoque el escándalo que provocaría el mismo anuncio de un político del PP a los periodistas, más allá de la sospecha de que los tenga a todos comprados con el tráfico ilegal de magdalenas? Volvemos al principio: porque hay que ser un desalmado para meterse con una mujer de 75 años. ¡Hasta el gélido Espada apoya Madrid Central!
Un odioso espíritu de contradicción –o el estar quitándome de las magdalenas– suele empujarme a la opinión impopular. Por eso, en el cartel del abrazo entre Errejón y Carmena yo voy con Errejón. Su sonrisa de escayola le delata. En realidad está pidiendo ayuda. Sabe que él es la víctima de un cariño caníbal.