Carnavalitos

JON JUARISTI – ABC – 07/02/16

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· La nueva izquierda será indecente, pero de vez en cuando depara un buen chiste.

Un amigo empresario, judío y (aunque les pese a muchos) español, anuncia su intención de hacer aliya, o sea, de establecerse en Israel. Las cosas no están ni medio claras en España, me dice, donde puede llegar al gobierno un partido antisemita que ya controla los ayuntamientos de las principales ciudades, ni en la Unión Europa, donde yihadistas con metralleta asaltan colegios, museos y supermercados judíos. También asesinan a judíos en Israel, le digo, y con verdadero sadismo. Matan ancianos, mujeres embarazadas, niños.

Es verdad, admite, pero allí, por lo menos, hay un Estado judío que defiende a los judíos. Los terroristas no pueden hacerse fácilmente con armas de fuego y deben recurrir al cuchillo, lo que se lo pone más difícil, porque los israelíes aprenden y practican técnicas de defensa personal. Lo que no impide que sigan cayendo, insisto: todavía no hace un mes y medio que apuñalaron en Jerusalén al rabino Rubén Birmajer, hermano de nuestro común amigo Marcelo, uno de los grandes escritores argentinos. Con todo, comparativamente –concluye él–, estaré mejor en Israel. Aquí los judíos somos una minoría cada vez más visible y, por tanto, más vulnerable.

No le falta razón. Siguiendo una técnica chavista que ha descrito al detalle la bloguera venezolana Yael Farache, las provocaciones antisemitas del equipo de la alcaldesa de Madrid permitieron a su partido-movimiento identificar a las personalidades de la comunidad judía española más combativas contra la judeofobia. Mi amigo ha figurado siempre entre ellas, también con ocasión del escándalo –bien planificado– del turbio concejal Zapata. Por otra parte, la defensa personal en España es delito. No ya la de los judíos o de los cristianos, sino la de los funcionarios públicos en su conjunto, como se desprended el Protocolo de actuación frente a la violencia en el trabajo en la Administración General del Es ta do(BOEd el 10 de diciembre de 2015, «Disposiciones generales», 13388 y anexos), pieza antológica del surrealismo redactada por cualquier émulo o émula de Mortadelo y Filemón, a salvo de la violencia (y del trabajo) en algún búnker del ministerio correspondiente.

Sin embargo, me apena que mi amigo se vaya. Sobre todo por el alegrón que se va a llevar la gentuza antisemita de su ayuntamiento madrileño. Me recuerda el júbilo que provocó mi huida a Madrid entre la basura abertzale del mío, hace casi veinte años. Me apena y, por qué no decirlo, me cabrea (no voy a decir que me indigna porque con tanto indignado de chichinabo el verbo se ha hecho indigno de uso). En Israel mi amigo vivirá, si no más tranquilo, más dignamente que en esta Europa que detesta a los judíos y recibe alborozada a los yihadistas (el jueves, en Alemania, detuvieron a tres terroristas argelinos del ISIS, con pasaporte sirio, llegados el pasado otoño entre la avalancha de refugiados).

Resulta facilón, en tal sentido, el pronóstico de Slavoj Zizek, autor tan querido por Pablo Iglesias, para los carnavales de Colonia. A saber, que los inmigrantes musulmanes ultrajarán de nuevo a las autóctonas, porque el populacho siempre se desmanda en los carnavales (ojo, que no soy yo, sino Zizek quien lo dice). Pero, claro, es que los pobres inmigrantes (léase «refugiados») sufren, y de ahí su reacción «de envidia y agresividad vengativa».

Zizek sostiene que «para hacer realidad su auténtica emancipación, tienen que ser educados (por los demás y por ellos mismos) en la libertad». ¿No es tronchante? Decididamente, esta izquierda hipócrita de los campus produce más repugnancia que la izquierda sectaria de toda la vida, pero qué maldita gracia tiene a veces.

JON JUARISTI – ABC – 07/02/16