Carta a Mas (o menos)

EL MUNDO – 12/09/15 – SANTIAGO TRANCÓN PÉREZ

· El pasado 6 de septiembre, en respuesta a una carta de Felipe González, Artur Mas publicó en El País un texto que ha sido criticado por su insolvencia intelectual, bajo nivel lingüístico y nula capacidad argumentativa. Para poner de relieve la tergiversación de la realidad y de los hechos sobre los que se asienta todo el relato –con el que trata de justificar el salto mortal del independentismo hacia la secesión–, basta leer el texto dando la vuelta al espejo, invirtiendo los términos Cataluña y España, catalanes y españoles, para reflejar la Cataluña y la España real que Mas y los independentistas tratan de ocultar con su discurso «estelado». Este es el resultado (pedimos perdón por la sintaxis):

Carta de Artur Mas

«Para dar lecciones de democracia a los españoles hay que tener mucha audacia. Pero para despacharse equiparando al Estado español con el nazismo hay que ser muy poco responsable; tamaña provocación indica hasta qué punto hemos llegado. Eso es lo más triste del libelo incendiario que firma todo un presidente de la Generalidad.

Valdría para la ocasión aquello de «a palabras necias, oídos sordos», qué duda cabe, si no fuera porque no se trata de un mandatario de un partido de rancio abolengo democrático. Ahí radica lo más preocupante de la situación: los principales partidos catalanes comparten discurso y estrategia para con España. La misma receta, la de siempre, sin tapujos.

España ha amado Cataluña y la sigue amando. España ha amado la solidaridad y la fraternidad con Cataluña y con Europa. Y en el caso de España, lo ha hecho a pesar de la ausencia de reciprocidad, procurando, siempre, fomentar una economía racional y productiva, unas infraestructuras al servicio de las necesidades económicas, al servicio de la gente, de la prosperidad, impulsando tenazmente una mejora de las condiciones de vida fomentada en una sociedad más libre y más justa.

Los españoles han amado la libertad por encima de todo, con pasión; tanto la han amado que en varias fases de nuestra historia han pagado un precio muy alto en su defensa. Los españoles (incluidos los catalanes, por supuesto) han resistido tenazmente dictaduras de todo tipo, dictaduras que no sólo han intentado sepultar las culturas, las lenguas o el conjunto de las instituciones del país.

España (los españoles) ha amado a pesar de no ser amada, ha ayudado a pesar de no ser ayudada, ha dado mucho y ha recibido poco o nada, si acaso las migajas cuando no el menosprecio de gobernantes y Gobiernos. Y pese a ese cúmulo de circunstancias, la democracia –como expresión mayoritaria contemporánea– ha respondido, una y otra vez, extendiendo la mano y encauzando todo tipo de despropósitos por parte de Gobiernos y gobernantes. España ha persistido en ofrecer colaboración y diálogo frente a la imposición y ha eludido, pese al hartazgo, responder a los agravios acentuando el desencuentro.

No hay mal que cien años dure ni enfermo que lo resista. Así no se puede seguir, por el bien de todos. Por eso, deseamos que eclosione en Cataluña un anhelo de libertad y esperanza, una brisa de aire fresco que plantee el reto democrático de construir un nuevo país, de todos y para todos.

Insistimos. La base del acuerdo es una relación entre iguales, o sea, entre ciudadanos iguales en derechos y deberes; en el respeto mutuo. Y ahí nos van a encontrar siempre, con la mano tendida, ajenos a todo reproche, dispuestos a colaborar y a estrechar todo tipo de lazos. Pero que nadie se lleve a engaño. No hay vuelta atrás, no hay Gobierno, por muy catalanista o independentista que sea, no hay plebiscito antidemocrático que coarte la democracia, que soslaye la voluntad mayoritaria de los españoles, la única que puede decidir nuestra relación con el conjunto de España.

Porque con España no sólo nos une la historia y la vecindad, sino también y, especialmente, el afecto y vínculos familiares e íntimos. En este nuevo país que queremos se podrá vivir como español y catalán sin ningún problema, mientras que ahora es casi imposible ser español en Cataluña. El problema no es España ni Cataluña, es un Gobierno secesionista, de raíz xenófoba y totalitaria, que nos trata como enemigos o como súbditos. Somos pueblos hermanos, pero es imposible vivir juntos sufriendo insultos, maltratos y amenazas cuando pedimos democracia y que se respete nuestra dignidad como ciudadanos, sin engaños ni mentiras, como ésas que ha presentado en su carta, mostrando la realidad de una Cataluña y una España justo al revés de lo que es».