Pero alma de cántaro, ¿no te das cuenta de que Sergio Sayas y Carlos García Adanero no han hecho más que dar el primer paso para la creación de su propio partido a costa de la aniquilación de UPN? ¿Que le han servido en bandeja Navarra al socialismo y al nacionalismo vasco al destrozar la confianza de sus votantes en UPN?
¿Pero no te das cuenta de que su quijotismo descalabrado, ese gatillazo por diputado interpuesto, no ha llegado ni siquiera a épica del perdedor, que por otro lado no es más que el autoengaño del derrotado?
«Voy a salvar a España y a los españoles porque mi conciencia me ha dicho lo que de verdad quieren mis votantes, que casualmente coincide con lo que me interesa a mí». Que le pongan un lazo y lo incluyan en la lista de los epitafios más ventajistas de la historia, por favor.
¿Pero de verdad crees que Sayas y Adanero habrían votado «no» a esa reforma laboral flácida, tan bucólica y apacible que hasta le pareció aceptable a la FAES y la CEOE, si la hubieran presentado el PP o Ciudadanos?
Tú, que ves conspiraciones políticas, empresariales y mediáticas hasta en los roscones de Reyes, ¿crees de verdad que has encontrado el Santo Grial de la política? ¿El brazo incorruptible de Santa Teresa de la Bendita Urna? ¿Pero de qué amamantadora de corderitos te acaban de destetar, criaturilla?
¿Pero a quién crees que beneficiaría en España un sistema de listas abiertas en el que los diputados sólo respondieran «a los votantes y a su conciencia»? ¿Y cómo averiguarían esos diputados lo que quieren sus votantes? ¿Y que harías con tu diputado la primera vez que votara lo que a ti no te gusta (porque eso, date por traicionado, ocurrirá en un momento u otro)?
Santa inocencia.
¿A quién crees, amigo, que beneficiaría un sistema uninominal en un país sociológicamente caciquil y en el que hasta el término «barón regional» se utiliza de forma halagadora y no peyorativa?
¿Qué es lo que quieres, onanista del ideal, Atila de la democracia, querido mesías con ínfulas de libertadorcillo nacional? ¿Un Congreso de los Diputados con 150 Revillas, 100 Yolandas Díaz y 100 empresarios adictos al arancel y con residencia en Neguri y la Bonanova bajando cada lunes como hordas por la Carrera de San Jerónimo a ver qué consiguen rapiñarle esa semana a los madrileños?
Pedir listas abiertas es como pedir la república desde posturas de extrema derecha (ya sabes, «Borbones masones» y tal) sin pensar que esa república la presidiría antes Irene Montero que Macarena Olona. ¿Pero qué haces, alma de cántaro, dándole a tus rivales más, mucho más, de lo que ellos mismos podrían soñar?
¿Y qué aspirante a diputado «libre» va a poder competir con la fuerza arrasadora de ese nacionalismo de campanario que una buena parte de los españoles (Cataluña, País Vasco, Asturias, Galicia, Mallorca, Valencia y sumando) lleva grabado a fuego en la cabeza?
¿Pero de verdad te crees que los padres de la Constitución, que habían mamado más guerra civil fría de la que eres capaz de imaginar, no sabían perfectamente en qué país vivían, de qué pie cojean los españoles y qué tentaciones populistas y lamentables idealismos mesiánicos de redentorista de todo a cien había que evitar a toda costa para que España no se fuera de nuevo al carajo?
¿Y quién financiaría las campañas de esos «diputados libres» en un país mayoritariamente socialdemócrata y cantonalista y en el que hasta a los CEO del IBEX 35 les tiemblan las canillas cuando una locutora de la SER les pregunta por la «función social» de la propiedad privada o por los consejos de administración paritarios?
¿El Estado? ¿El mismo que tú crees que está a sueldo de Soros?
¿O lo que pides son diputados patrocinados por Facebook, Gazprom y Casa Tarradellas?
Y eso sirve también para los líderes de tu partido, que no se diferencian en nada (te lo aseguro: en nada) de los líderes del partido al que odias. Sólo coinciden en tus mismas neurosis.
Los españoles no queremos líderes mejores que nosotros mismos. Mucho menos con ideas propias. Y por eso nuestras elites políticas son, con honrosas excepciones, una selección de lo más ponzoñoso (pero también más ambicioso) de cada villa.
¿Y de verdad tú crees, a la luz de esta experiencia, que los españoles vamos a ver la luz de repente, como Saulo cayéndose del caballo, y ponernos a seleccionar furibundamente a los mejores de nosotros, a los más rectos, más puros y más honrados?
«A tomar viento la España de toda la vida de Dios: ahora los españoles seremos suizos«.
Lo veo, sí. Muy convincente.
¿De verdad crees que una sola idea liberal sobreviviría en un país en el que el escaño de los diputados dependiera del clima social hegemónico? ¿En un país en el que no existe insulto más intolerable que el que se le dedica a la txapela con chorreras local, verdadero núcleo existencial del español medio?
¿Pero es que no ves lo que tienes a tu alrededor? ¿No oyes a tus compatriotas en los bares, en los trenes, en las empresas? ¿Pero de verdad lo que has aprendido de la historia de este país es que lo que le conviene a España es un Congreso en el que todos vayan por libre y los diputados sólo respondan frente a los suyos?
Si eres de izquierdas, eso con lo que sueñas ya se intentó en España. Se llama Segunda República y guerra civil. Si eres de derechas, eso con lo que sueñas ya se intentó en España. Se llama Primera República, tercera guerra carlista y sublevación cantonal.
¿Pero de verdad te has creído esa sandez podemita de la democracia popular y el gobierno del pueblo? ¿Y a cuántos diputados conoces tú por su nombre, más allá de aquellos de los que hablamos media docena de diarios de ámbito nacional? ¿Diez? ¿Doce? El Congreso de los Diputados tiene 349.
¿Y tu fuente de información cuál es? ¿Twitter? ¿Es a través de Twitter y otras redes sociales como pretendes informarte sobre tus candidatos a diputado? ¡Pero si tú sólo quieres votar al que le pegue más zascas a los progres!
¿Pero de verdad crees, mi alma de cántaro, que las idioteces meningíticas que se vomitan en Twitter tienen el más mínimo impacto en la vida real?
Te voy a contar un secreto. A ese tipo con 100.000 seguidores en Twitter que tanto te gusta no lo leen ni 2.000 personas. 1.500 de ellas no pasan del segundo tuit de sus «reveladores y valientes» hilos. En cuanto a sus «revelaciones», se las inventa.
El libro de ese otro con 200.000 seguidores, el que va ya por la tercera edición y que fue número uno en Amazon hace sólo 48 horas, lo han comprado 1.242 personas: la editorial ha fragmentado lo que hace sólo unos años era una tirada única de 2.000 ejemplares en cuatro de 500 para poder justificar las rimbombancias de la faja.
A ese con 75.000 seguidores que canta las verdades del barquero y que te anuncia el advenimiento de un mundo nuevo con tanto gracejo como mala leche lo quiso probar un gran medio de prensa. Entregó un artículo con tres faltas de ortografía sólo en la primera línea y media docena de flatulencias intelectuales que a duras penas llegaban a topicazo sicalíptico de zumbado callejero, el que brama incoherencias en el metro. Si está en Twitter es por algo: sus neuronas se desploman agotadas al llegar al carácter 281.
¿Pero de verdad te crees que los pastores de almas de la nueva política llegaran a gobernar algún día este país? ¿Que van a reinventar España y los españoles?
No lo verán tus ojos.
Anda, tira pa’tu casa y sigue jugando a la revolución en Twitter, que todavía vas a estropear más este inventillo cogido con hilos que llamamos democracia constitucional.