Fabián Laespada-El Correo

  • Entre sus palabras en el Congreso y la realidad de lo padecido en este país hay un vacío en el que debieron estar y no estuvieron

Escuché atentamente su intervención del día 6 acerca de la memoria y el daño causado por la violencia que el largo y doloroso conflicto vasco ha dejado en mi país (sic). Mencionó reiteradamente a todas las víctimas, sin excepción; reconoció su dolor y destacó el trabajo que en Euskadi se realiza en favor de la memoria sin exclusiones, así como la empatía que ustedes profesan a todas ellas. Eso dijo, señora Aizpurua, y muchos, muchas ciudadanas de este pequeño país, su país, estamos bastante de acuerdo con sus palabras. El problema es que entre sus palabras y la realidad que hemos vivido aquí hay todo un vacío, un lugar en el que ustedes debían haber estado y no estuvieron, un abismo que ustedes abrieron día a día y por el que se despeñaron cientos de personas, casi siempre empujadas por sus férreos guerreros.

Usted dirigió una revista que alimentaba la épica de la «lucha armada»; suya es la frase de llamada a «los gudaris de hoy a acudir al frente porque hay una guerra y hay más motivos hoy (año 1983) que en la guerra del 36». En aquel año, su banda de gudaris asesinó a 44 personas, entre ellas a tres peatones que tuvieron la desgracia de pasar enfrente de una entidad bancaria donde explotó la bomba; una embarazada de ocho meses, dos empresarios, una docena de guardias civiles, un panadero, dos taxistas y un horrendo etcétera.