Carta abierta a Pedro Sánchez

OSÉ RAMÓN BAUZÁ-EL MUNDO

Desde la experiencia de quien recibió duras presiones del nacionalismo, el autor recomienda al presidente del Gobierno que no ceda ante la huelga de hambre y las coacciones del independentismo catalán.

SEÑOR PRESIDENTE,

Leí hace unos días en este periódico que la huelga de hambre emprendida por los políticos golpistas presos, teóricamente motivada por la supuesta falta de diligencia del Tribunal Constitucional, estaba inspirada en la huelga de hambre que Jaume Sastre realizó contra mí en 2014.

Probablemente, no recuerde las circunstancias, así que, si me permite, voy a refrescarle la memoria. Antes de que el Partido Socialista de las Islas Baleares se aliara con aquellos que quieren convertirnos en catalanes de segunda en vez de en baleares de primera, yo era el presidente del Gobierno de la comunidad autónoma. Había heredado, además de una terrible ruina económica provocada por su partido; un sistema educativo que, de facto, provocaba que la práctica totalidad de nuestros estudiantes se formaran en un modelo de inmersión lingüística en catalán que imposibilitaba que aquellos padres que lo desearan pudieran escolarizar a sus hijos en castellano.

Siempre había entendido que era una aberración que en España no se pudiera estudiar en español, así que aprobé un decreto que promovía la implementación de un modelo trilingüe (castellano, catalán e inglés) para que los alumnos baleares dominasen nuestras dos lenguas cooficiales y una tercera extranjera. Hasta el momento de su aprobación garanticé –también mediante decreto– que los padres pudieran decidir la lengua vehicular en la que querían escolarizar a sus hijos. Acabé, como seguro le podrán contar con tremendo desagrado sus socios de Gobierno, con el sistema de enseñanza que garantizaba la creación de generaciones de independentistas educados en el odio a España y al español. Entre aquellos que promovían el sistema que erradicamos estaba Jaume Sastre. Era un docente de catalán independentista que, como habrá leído en EL MUNDO en días pasados, tenía un importante historial de protesta no siempre pacífica contra el constitucionalismo político y social.

Sus protestas y las de sus acólitos contra nuestro sistema educativo de libertad comenzaron de la misma forma que las que apoyan a los golpistas presos. Al principio empezaron por el acoso personal a todos aquellos que éramos contrarios a sus dogmas (podría enseñarle las facturas semanales de pintores para la fachada de mi farmacia, masacrada casi a diario; pero probablemente usted lo reconozca mejor sabiendo los escoltas que tienen que llevar los constitucionalistas en Cataluña hasta para ir a comprar el pan). Después emprendieron manifestaciones masivas, de 80.000 personas en mi caso y de millones en el catalán, con el objetivo de mostrar un supuesto rechazo social que las urnas avalaban que no había sido tal (con mayoría absoluta en mi caso y con mayoría constitucionalista en el suyo).

Cuando ni el acoso personal ni la protesta social eran suficientes para hacernos cambiar de opinión respecto a que la libertad, en mi caso, y el Estado de derecho, en el suyo, son el único camino legítimo a seguir, algunos ciudadanos entendieron que el chantaje más ruin era la única alternativa que les quedaba para coaccionarnos.

Y aquí es cuando nuestros caminos se cruzan, presidente. En 2014 un docente se puso en huelga de hambre para teóricamente reivindicar la defensa de un sistema educativo público de calidad. Y en 2018 unos presos hicieron lo propio para, teóricamente, denunciar la falta de parcialidad del tribunal ante el que presentaban sus recursos. Pero la realidad, señor Sánchez, es que el destinatario de esa huelga de hambre no es ningún tribunal, al igual que en su momento la reivindicación no era un sistema educativo público de calidad.

Este chantaje se lo están haciendo a usted, presidente, por motivos políticos que nada tienen que ver con el respeto a los Derechos Humanos. Los golpistas que le están extorsionando lo hacen a conciencia. Su voluntad no es morir por inanición por una causa que consideran tan valiosa como su propia vida. Lo que quieren los presuntos delincuentes, al igual que quisieron los docentes pancatalanistas en mi caso, es coaccionarle a través de la manipulación de la opinión pública.

El objetivo de los presos es generar conciencia social en propios y extraños para que sea la sociedad la que se compadezca de ellos y, a través de esa empatía generada por su debilidad, los ciudadanos presionen para que usted acabe con su situación penitenciaria a cambio de acallar las protestas sociales que se desencadenarán.

SI ESTA huelga de hambre aguanta lo suficiente, lo más probable es que escuche cantos de sirena que le pidan hacer algo por ponerle fin. Entre su equipo de confianza habrá personas que le imploren que ceda ante las pretensiones de los golpistas para que los medios de comunicación dejen de ejercer presión sobre su Gobierno, o tal vez sea usted mismo el que considere que por hacer alguna pequeña concesión no habrá consecuencias a futuro y la escalada de opinión pública contraria a su Ejecutivo se detendrá.

Le escribo esta carta, presidente, porque debe saber que bajo ningún concepto puede hacerlo. No sólo por el precedente que sentaría sobre el resto de presos, o por las consecuencias que pudiera tener en su credibilidad como mandatario. No puede ceder porque, aunque a veces parece que aún no se ha dado cuenta, cuando los ciudadanos nos otorgan su confianza para que presidamos sus gobiernos nuestras decisiones dejan de ser nuestras. Y si usted cede al chantaje de los independentistas no lo estará haciendo como Pedro Sánchez, estará actuando como el líder de un país, el nuestro, que aceptará someterse al dictado de aquellos que quieren acabar con él.

Una huelga de hambre como la que hacen contra usted, o como la que hicieron contra mí, no es más que otro arma más de distracción para que olvidemos que la única forma que tienen de refutar nuestra razón es a través de la coacción. Y si usted cede a la presión social que ellos pretenden generar, o si hace caso a los colaboradores que le piden acabar con el desgaste político que esto le provocará, estará traicionándose a sí mismo y, mucho más importante aún, a todos aquellos que aún confían en su presidente como garante de la ley y la libertad.

Acabo ya, presidente. Si acomete semejante deslealtad contra España, nunca se lo perdonará. Apóyese en el constitucionalismo y dese cuenta de que hay muchísimos españoles que le defenderán hasta la extenuación si resiste el envite de aquellos que quieren romper nuestra nación.

Haga caso a su conciencia. Y si no la tiene, deje que los españoles que ejerzan la suya en las urnas.

José Ramón Bauzá fue presidente del Gobierno de las Islas Baleares.