Miquel Giménez-Vozpópuli
  • Barcelona está infectada por una plaga de roedores. Y hemos accedido a una carta escrita por uno de ellos

Querido primo Deogracias: Espero que al recibo de la presente estéis todos bien. En tu última misiva me preguntabas por Barcelona, interesándote por ella porque me pareció entender que en el pueblo no estás del todo a gusto. Desengáñate, aquí, como en toda España, los que mandan son los ratones coloraos y no hay más que hablar. En cuanto a colores ese es el único que se permite porque, por no haber, ya no hay ni perros verdes, que es color de fachas muy fachas según escucho decir a los humanos. Y ni te cuento de las cloacas, que hay comisarios paseándose por ellas con más orgullo que Don Rodrigo en la horca y a la que te despistas ya te han grabado. Me dicen que hasta el Ratoncito Pérez tiene miedo de las cintas del tal comisario. A saber…

En Barcelona, si te soy sincero la cosa se está poniendo cada día peor. Bien es cierto que las ratas de toda la vida tenemos muchas facilidades y campamos a nuestras anchas, pudiéndosenos ver en la plaza Cataluña a todas horas arriba y abajo cual turistas japoneses, pero chico, a pesar de la abundancia de basura que Colau no limpia, de la terrible suciedad provocada por botellones, fiestas okupas, pisos patera y toda la canallería que se ha adueñado de esta ciudad, no compensa seguir viviendo aquí.

Ya sé, ya sé que en el pueblo está el tío Abundio que, rata que ve, escobazo que le pega, y que también está ese sacristán del diablo, el Culico Tordo, que también nos da lo suyo a la que nos descuidamos, pero ahí el aire todavía es aire, la gente todavía es gente, el pan sabe a pan, el embutido a cerdo y las calles, aunque modestas y austeras, están como los chorros del oro. Si será grave la cosa de la higiene que mi señora, la Sinforiana, ha pillado el tifus y eso que teníamos el nido en una planta del ayuntamiento. Ella dice que debe ser por eso, pero vete a saber. Y como no podemos acogernos a la seguridad ratonera catalana porque no somos de aquí, ni tenemos el certificado C1 de catalán, ni somos del procés, pues ya me ves teniendo que acudir a la privada. Menos mal que hace años nos apuntamos a la Mutualidad y Montepío de Ratitas Presumidas, que si no a ver qué hacíamos.

Si será grave la cosa de la higiene que mi señora, la Sinforiana, ha pillado el tifus y eso que teníamos el nido en una planta del ayuntamiento. Ella dice que debe ser por eso, pero vete a saber.

Pus eso te digo, Deogracias, que aquí ya no pueden vivir ni las ratas. ¡Y qué de ruidos por las noches, madre de Dios! Que si una fiesta ilegal, que si los pisos turísticos, que si los gritos de los turistas a los que les roban de todo menos la dentadura postiza… En serio, me siento más orgulloso de ser un roedor mal visto y con mala fama, que ser uno de esos que se pasan el día con un machete en la mano chuleando por las calles o uno de esos político que los miran con arrobo, eso sí, bien protegidos tras sus coches y despachos oficiales.

Total, que lo hemos estado hablando y la parienta y yo nos volvemos al pueblo. Que sí, que vinimos aquí porque aspirábamos a prosperar, pero ya lo ves. Ni mis chicos, que han estudiado uno para rata de laboratorio, otro para rata de alcantarilla adscrita a la administración, el más pequeño para ratón de biblioteca o la mayor, Tránsito, que es actriz y ya tiene un papel en la próxima película de Ratatouille, ni nosotros nos resignamos a vivir en una ciudad en la que ser rata es imposible por la competencia de algunos bípedos. Y aquí se despide de ti tu primo que mucho te quiere y te echa de menos, Remigio”.

El escribidor ni quita ni pone una coma, solo transcribe lo leído. Dicho lo cual, servidor, que no es rata pero si perro viejo, se toma unos días de descanso. Volveré dentro de unas semanas. Queden ustedes con Dios.