PALOMA ESTEBAN-EL CONFIDENCIAL
- El partido tiene claro que la posición política está fijada. El martes, Casado reúne a su comité ejecutivo donde trasladará la estrategia que ya cuenta con el apoyo cerrado de todos los territorios
Los vicesecretarios del PP viajaron a distintos territorios este mismo viernes y los diputados nacionales volvieron a sus circunscripciones para pulsar el ambiente entre las filas. El partido responde y los cuadros no esconden una inyección de optimismo y motivación que hacía mucho tiempo no se vivía. Los barones autonómicos que pedían un giro definitivo hacia el centro cerraron filas con el líder públicamente. Los presidentes de Galicia, Andalucía y Castilla y León reconocieron «orgullo» tras escuchar a Casado entonar el «hasta aquí hemos llegado» como punto de inflexión.
Aunque la dureza de las palabras del popular no está reñida con una labor de oposición dura que continuará contra el Gobierno de Sánchez y Podemos, el núcleo cercano de Casado veía indispensable arrancar ya una hoja de ruta de confrontación con Vox. Es el inicio de una nueva etapa y el fin de un sentimiento de chantaje que muchos dirigentes sentían en el Congreso, comunidades autónomas y municipios, especialmente en aquellos en los que la gobernabilidad depende de los votos de Vox. «Ahora, cabeza bien alta», dicen en la dirección.
Casado mostró el camino: «Señor Abascal, no es que no nos atrevamos. No es que seamos cobardes. Lo que ocurre es que no queremos ser como usted. No somos como usted porque no queremos ser como usted. Así de sencillo», lanzaba sin temor el líder del PP a su rival por la derecha. Y en los territorios la idea ha calado. No agacharán la cabeza ante los avisos del partido ultra si se producen amenazas.
En todo caso, los gobiernos no se romperán porque Vox no está en ninguno. Es cierto que en Andalucía (tímidamente), Murcia y Madrid algunos dirigentes de Abascal se lanzaron a los avisos. «No muerdan la mano a quienes le permiten estar ahí», espetaron a Isabel Díaz Ayuso el mismo jueves, mientras anunciaban una enmienda a la totalidad de las cuentas en la región murciana.
En Génova están convencidos de que la sangre no llegará al río. «Podrán tensar la cuerda, podrán amenazar. Pero no van a llegar a tanto». El margen de maniobra, insisten, es muy pequeño. Vox no tiene fuerza para mucho más y sus votantes no podrían entender que pusieran en un brete a los gobiernos liderados por el PP, que podrían caer en manos de la izquierda. Tampoco superarían fácilmente un adelanto electoral provocado por su culpa (si dejaran de respaldar votaciones clave como los presupuestos). En ese sentido, los populares caminan convencidos de que la opción elegida es la correcta y no darán su brazo a torcer.
En territorios como Madrid, donde la oposición de Vox es especialmente fuerte, con críticas diarias a la presidenta y al futuro de la coalición, y que ha llegado a tumbar iniciativas aparentemente comunes como una rebaja fiscal, el Gobierno regional afronta la nueva etapa con serenidad. «Madrid es vital para el proyecto de centro derecha y sería imperdonable ayudar a la izquierda», recalcan. «Tampoco podrían sobrevivir si tumbaran el proyecto de cambio impulsado por Juanma Moreno en Andalucía», añaden desde la dirección nacional. En realidad, el propio Abascal manifestó el viernes que «los ataques del PP no tendrían una respuesta» en ese sentido.
El próximo martes Casado reunirá al comité ejecutivo nacional del partido, órgano en el que también están representados los territorios, y en el que trasladará oficialmente la nueva hoja de ruta con las aportaciones que hagan los dirigentes. La estrategia está trazada y fue obra, fundamentalmente, del propio líder. Un discurso «muy medido, muy calculado y muy de su puño y letra», repiten sus colaboradores más cercanos. Pidió opinión, pero la decisión y cómo la materializó en el discurso «fue cosa suya». La determinación del no a la moción conllevaba un punto sin retorno: vamos hasta el final en la estrategia.
Ni la presión de los medios de comunicación ni las continuas hipótesis sobre el sentido del voto le hicieron recular, ni tampoco lanzarse antes de tiempo. En su núcleo ya llevaban tiempo asegurando que era Casado «el que quería controlar los tiempos» sin atender a las demandas de actores políticos y mediáticos. «No perdió la calma y se mantuvo. Ahí se ve a un líder», repiten.
Aunque la oposición contra Sánchez seguirá en una línea similar, lo que sí está por ver es la consecuencia inmediata en la renovación de órganos constitucionales. Que el deshielo ha comenzado parece innegable. El presidente del Gobierno anunció que paralizaba la tramitación de la polémica reforma de PSOE y Unidas Podemos sobre la elección de vocales del CGPJ (el PP en realidad pedía retirarla por completo) respondiendo también a los avisos de Europa. Ahora, los populares insisten en que Podemos no forme parte del acuerdo y está por ver si será un escollo salvable.
Otra cuestión que, con toda seguridad, requerirá de un consenso importante es la respuesta inmediata a la pandemia. Las cifras de contagio alcanzan cotas muy preocupantes y la falta de consenso para aplicar un toque de queda, sumada a la inexistencia de un marco común, provocó que las comunidades autónomas se lancen con sus propias recetas, sabiendo que la justicia puede pararlas en cualquier momento.
Ayer, varias autonomías pidieron formalmente al Gobierno decretar el estado de alarma. Ciudadanos puso a disposición sus diez escaños para dar apoyo al Gobierno en el Congreso, y el PP (que en ningún caso fue tan explícito) volvió a tender la mano para que el Gobierno aborde de una vez por todas una reforma legislativa que permita dotar a las autonomías de instrumentos reales para la gestión de los rebrotes. Una reivindicación que mantiene el PP desde hace meses y que ahora podría ser clave para la negociación de la alarma.