José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Si Cs hubiese diseñado una política móvil, versátil, sin líneas rojas con el PSOE y Más Madrid, podría haber condicionado al PP, como ha hecho Valls en la Ciudad Condal con los ‘indepes’
Por otra parte, la victoria del PP sobre Cs fue el 26-M incontestable: los populares obtuvieron 80.000 votos más que la lista naranja y 15 concejales, cuatro más que Cs. En esas condiciones puede exigirse un equipo de gobierno equilibrado (y ese ha sido el resultado de la negociación) pero no una alcaldía a tiempo parcial, mucho más cuando las relaciones entre Cs y Vox, con sus decisivos votos, son pésimas y buenas con los populares.
Los tres fiascos de Cs ante los populares han sido en el 26-M, las autonómicas, municipales y europeas y la negociación de los pactos
La gran cuestión sobre la que debe reflexionar Albert Rivera consiste en su triple fracaso ante el PP y, al tiempo, en la imposibilidad de zafarse de una extraordinaria contradicción. Los tres fiascos de Cs ante los populares han sido las elecciones generales, las autonómicas, municipales y europeas y la negociación de los pactos. Tres fiascos porque en ninguno de estos hitos Rivera ha logrado sobrepasar a Casado. Es más: el presidente del PP le ha goleado en la gestión de los pactos. A tal punto que Ciudadanos ha conseguido más réditos de su entente con García Page en Castilla-La Mancha que con el PP en el conjunto de España.
Por otra parte, la gran contradicción de Cs la explicaba con su tino habitual, Ignacio Varela: trata de sobrepasar a un partido —el Popular— al que completa mayorías aquí y allá y, así, le fortalece. Una contradicción insalvable porque ¿cómo se va a superar al contrincante con un sistema de pactos que le atornilla en el poder territorial, autonómico y municipal?
Si Ciudadanos y su presidente hubiesen diseñado una política móvil, versátil, sin líneas rojas con el PSOE y Más Madrid (que está lejos de parecerse a UP), podrían haber condicionado seriamente al PP. Pero desde el momento en que Ignacio Aguado cometió los errores —ambos avalados por la dirección de su partido— de fichar al tránsfuga Ángel Garrido (un neto perdedor) y jurar que no pactaría jamás con Ángel Gabilondo, Cs quedó en manos de los conservadores y de Vox para los que Madrid se ha convertido en el bastión más valioso y sobre el que pretenden fundamentar su recuperación.
En Barcelona, Valls, el gran fichaje de Rivera, se ha comportado con la previsibilidad de un político curtido: eligiendo el mal menor para evitar que el independentismo se haga con la alcaldía de la ciudad. Los militantes de BComú aceptaron ayer (71% de los participantes en la consulta) los votos sin condiciones de la plataforma del ex primer ministro francés. Ada Colau es la representante de un populismo inequívoco, pero sus bases son mixtas en las que predomina el sesgo ideológico izquierdista sobre el identitario del secesionismo. Valls, inicialmente identificado con Ciudadanos, se ha declarado autónomo de los criterios del partido de Rivera y le ha mostrado el camino que él podía haber emprendido, cumpliendo así su función declarada de salir al paso del separatismo. Desde el punto de vista de la estrategia política, y de la coherencia, el político franco-español también ha goleado al presidente de Ciudadanos.
Ayer fue un día complicado para Albert Rivera. Francesc de Carreras, uno de los fundadores de su partido, le tildó en ‘El País’ (el artículo se titulaba ‘Querido Albert’) de «adolescente caprichoso» y le convocó a una rectificación de sus actuales posiciones. De manera severa, desde el palacio del Elíseo en París, Macron hizo saber al líder catalán que su política de pactos no es compatible con entendimientos recíprocos a nivel europeo. La advertencia ha tenido que resultar alarmante en la sede de Ciudadanos y quizás propicie algún efecto propulsado por Luis Garicano que es el que sufre la erosión del recelo de los liberales en Bruselas.
Si el PP necesita con claridad una introspección crítica, quizás en un Congreso extraordinario, resulta evidente que Ciudadanos requiere una terapia parecida siguiendo, precisamente, el guion que Francesc de Carreras le proponía a su «querido» Rivera en su muy sosegado y un punto dolido artículo. A partir de ese texto tan razonable, y una vez el mapa del poder municipal y autonómico quede configurado, podría ser el momento para que Ciudadanos se vuelva a plantear una operación estadista: apoyar, por activa o pasiva, la investidura de Sánchez evitando que UP e independentistas se la hagan pagar al secretario general del PSOE —a costa de los intereses comunes— a un precio insoportable.