Cataluña contra Cataluña

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 10/12/13

· A quien salpica todo esto es a quienes nos sabemos y queremos españoles de Cataluña, catalanes de España.

El catalán medio no conoce a Jaume Sobrequés por dirigir el simposio «España contra Cataluña: una mirada histórica 1714-2014». Ni siquiera por su obra historiográfica, o por encabezar el Centro de Historia Contemporánea de Cataluña. Lo conoce por su participación durante décadas en tertulias televisivas de fútbol. También por haber pertenecido a la junta directiva del Barça. Socialista desde 1982, año en que Felipe González ganó sus primeras elecciones generales, el oportuno Sobrequés abandonó el partido en 2010 para dar su apoyo a Artur Mas, que ganó ese año sus primeras elecciones catalanas.

El PSC, formación desde cuyas listas accedió Sobrequés al escaño en repetidas ocasiones, deplora ahora el simposio del odio, como lo deploran Ciudadanos y el PP. Resta una cuestión peliaguda: qué habrán hecho los socialistas catalanes en los últimos treinta años para que estuvieran tan cómodos en su partido un Sobrequés o un Mascarell, actual consejero de cultura de Mas.

Amén de una evidente pieza de agitación y propaganda decorada con historiadores, el simposio «España contra Cataluña» es una mecha que busca polvorín. Y este no está precisamente en Madrid, sino en la propia Cataluña. Presentar a España contra Cataluña es como imaginar a alguien cortándose la mano derecha. Cataluña es España a todos los efectos. Posee, acaso exacerbados, sus mismos vicios y virtudes. Toda la complejidad de España –sociológica, cultural– se reproduce en Cataluña, y Cataluña es un nombre huérfano sin España.

El enfrentamiento que inventan y fomentan Sobrequés y su equipo es ajeno a la historiografía y al pasado: su meta es política y futura. No lo han escondido nunca. Basta con hurgar en la biblioteca para encontrar el verdadero cariz de la ciencia que siempre han hecho. Refiriéndose al grupo de historiadores catalanes reunido en los años setenta en torno a la revista L’Avenç, decía hace algunos años Josep Fontana, a cuyo cargo corre la apertura del simposio del odio: «Contra la historia científica, entendida en el sentido de neutra e imparcial, hay que propugnar una historia política, objetiva pero partidaria». Ahora ya no puede sorprendernos que Fontana firmara hace unos meses un artículo en El Periódico de Catalunya bajo el título «La deriva nazi del Partido Popular». O que señalara este camino a los secesionistas que acudirán a escuchar su conferencia: «La independencia solo se logra con una guerra».

Hay que aclarar que el simposio del odio, y todo el resto de actos, consignas e iniciativas dedicadas en los últimos años a fomentar en Cataluña la animadversión contra España, atacan muy directa y primeramente a los catalanes. Porque salvo que aceptemos las falaces dicotomías del nacionalismo, España está en Cataluña y Cataluña está en España. A quien salpica todo esto es a quienes nos sabemos y queremos españoles de Cataluña, catalanes de España.

Puede que en cierto Madrid consideren la gran ofensiva secesionista del antilíder Artur Mas como un engorro que pasará mediante el simple expediente de guardar silencio, salvo pregunta directa e insoslayable; evitando molestar a los nacionalistas, esperando a que se estrellen solitos, y contando eventualmente con ellos para alcanzar mayorías de gobierno en 2015. Pero ¿es esto digno? Me he pasado demasiado tiempo respondiendo a los nacionalistas excluyentes (valga la redundancia): «Soy tan catalán como tú». Lo hago siempre que practican la apropiación indebida del nombre de Cataluña o del idioma catalán. Cuando reparo en nuestro desamparo, cuando pienso en el modo en que nos abandonan a nuestra suerte los obligados a hablar, me pregunto si purgo una absurda condena inmerecida, si a partir de ahora tendré que recordar que soy tan español como usted.

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 10/12/13