Cataluña, independencia y mito

LUIS ANTONIO DE VILLENA, EL MUNDO 24/01/13

· Artur Mas (hoy se hace difícil recordarlo) fue un político que se estrenó como tal con claros signos de moderación. Hoy es una suerte de líder embriagado sacralmente por el vino independentista… Lejos de cualquier viso realista, los discursos y proclamas de Mas están cada día más instalados en un lenguaje mítico. Como en cualquier caso similar, la realidad es borrada necesariamente por el mito. La independencia es vista por el alucinado Mas como una tierra prometida donde todos los males y todos los problemas desaparecerán como por ensalmo. Cataluña independiente es la tierra del mito sanador. Que Mas se crea esta embriaguez dice poco bueno de su calidad como político. El antaño moderado se ha echado en brazos de Esquerra Republicana, ignorando lo lejos que están -mayoritariamente- los votantes de CiU de los de ERC. ¿Fue la Diada con sus ruidos callejeros lo que le hizo cambiar y trastabillar a Mas? Sería aún más ingenuo. Las elecciones anticipadas que convocó debieran haberle hecho reflexionar y cara de póker se le quedó con los resultados (como al sibilino y falso Duran Lleida), pero el estupor le duró poco. Porque otra característica del lenguaje del mito, y del asentamiento en ese territorio mítico, es junto a su irrealidad, su singular poder curativo. Alguien debió haberle dicho a Mas que la sociedad catalana de ahora mismo, fuertemente fraccionada en bandos opuestos, no merece la suerte de guerracivilismo catalán al que el propio Mas está jugando, aparentemente sin la menor autocrítica…

Sabemos ya que CiU ha sido uno de los partidos más mentirosos (dejemos de lado sus tapados escándalos económicos, desde Banca Catalana) y más torticeros de la nueva democracia española. Jordi Pujol -que es en realidad el verdadero origen de todo, el padre espiritual de Mas y que si hace falta no dudará en ser su verdugo- engañó a los españoles todos y a los catalanes, evidentemente, diciendo que quería lo que en verdad no quería: una autonomía amplia y suficiente, el reconocimiento de lo diferencial catalán. Todo ello ya lo tiene y además se le trata con pinzas de oro. Pero Pujol (Ferrusola, que siempre disimuló peor, y el artero Duran Lleida, uno de los más siniestros políticos del presente) no veían en la autonomía y todos sus hechos adláteres sino un camino hacia la independencia de Cataluña: el mítico sueño medievalizante de su generación antifranquista. Todo ha cambiado mucho, para ellos no. Pero tampoco quieren arriesgarse.

Saben que el independentismo catalán, a las bravas, choca con la Constitución y choca con Europa y aún más frontalmente con Francia que posee el Rosellón, en lenguaje independentista, la «Cataluña norte». Pujol bebió el vino del mito, pero la embriaguez se le pasó. Sabe que la independencia de Cataluña es difícil (incluso lo ha dicho) y sabe lo que Mas no dice y aún parece ignorar. Lejos de solucionar mágicamente todos los problemas, una Cataluña independiente sería bastante más pobre durante muchos años, estaría fuera del euro, contaría con escasas simpatías vecinales, perdería muchísimo tejido industrial, es decir, que tras los días embriagantes de barretinas y espardeñas (triste tanto localismo, en Cataluña como en cualquier parte) los catalanes se despertarían del mal sueño, más pobres y más solos.

Eso si la locura ebria de Mas no lleva a resultados peores. Por eso -en previsión de todo lo malo que pueda venir- Pujol, el verdadero culpable y el gran mentiroso, se ha puesto a un lado y ha permitido feliz que Mas sea, si llega el caso, el payaso de las bofetadas. Todo lo malo lo pagará Mas, Pujol se salvará otra vez y hasta en un caso desesperado (no inimaginable) podría llegar a aparecer como el nuevo salvador de Cataluña… ¡Menudo carrerón político, con final en el abismo, el del pobre Artur Mas! ¿No se habrá dado cuenta este hombre, ahora en plena ebriedad del mito independentista, que son Pujol y Duran quienes manejan en verdad los hilos? Claro que independentistas ha habido siempre y los habrá y cierto que España ha resuelto muchos años mal los problemas que eso conlleva, pero cuando casi todos estamos convencidos que es mejor sumar que restar y Cataluña tiene más autonomía que región alguna de Europa, Mas apuesta por la balcanización y sus jefes le dejan seguir en el peligroso juego, porque piensan que ellos están a cubierto y parecen querer ver cómo acaba su aventura (pues la ejecuta Mas, pero es la suya) seguros de que si fracasa, Mas se llevará todos los palos y todos los vituperios. No sería justo, pero es posible porque el president actual vive fuera de todo realismo.

A los españoles ya no nos miente, pero continúa mintiendo a los catalanes y con ceguera tal que, frente a reputados economistas que lo niegan, él predice a los catalanes que su quimérica independencia les traerá un inmediato bienestar económico. No explica cómo, claro, porque no puede, porque todos le dicen que más bien sería al contrario. Mas, en estos momentos, no es un hombre normal, es una suerte de sacerdote independentista ebrio de su propia doctrina llena de ilusoria salvación acrítica. Porque el mito puede ser confrontado (y más en política) con la realidad, pero nunca con la crítica. Este hierofante sólo admite la voz del dios. O la voz de Pujol, que no sabemos si llegará tarde, y hasta acaso intencionadamente. Recordemos que fue el factótum de Banca Catalana. Otro engaño, dentro de los engaños innúmeros de CiU.

¿CUÁL ES el mal principal de cuanto vengo exponiendo? ¿Qué CiU haya mentido, y con gran descaro, a los españoles, que incluso nos haya insultado? No, ese no es el peor mal, porque a Pujol y a Duran Lleida (aunque naturalmente a veces mostraran la cara opuesta) los españoles les dan igual. Si a veces han vertido lágrimas de cocodrilo españolistas es, tan sólo, porque al fondo del corredor seguían atisbando la independencia. Lo verdaderamente peor es que CiU ha engañado a los propios catalanes, porque en su electorado burgués, el nacionalismo era grande pero el independentismo, minoritario. Pero éste es sólo el primer engaño o el primer daño.

El segundo es no decir la verdad a los catalanes. Venderles el independentismo como panacea y el lenguaje mítico como la total curación. En su sueño Cataluña será la cima del mundo. Pero más engaños: No hablar -ni de lejos- de los problemas de esa Cataluña sola, que por cierto, a algunos españoles les tranquilizaría mucho. No hablar de problemas, ni internos, ni externos ni económicos. Nada. En el mito no hay problemas. Y peor aún, si cabe: ignorar la fracción, la ruptura, la cesura, que la sociedad catalana (y sólo la sociedad catalana) está comenzando a vivir desde las pasadas elecciones autonómicas, cuando CiU, pese a su propaganda mesiánica, perdió tantísimos diputados.

Si los catalanes se enfrentan entre sí por España (no por culpa de España) y eso podría llegar a ser muy grave, parece que a Mas le trae al pairo -¡menudo político!- mientras los mentirosos Pujol y Duran callan y esperan, seguramente no faltos de algún temor. Dicho claramente: la independencia importa más que la propia Cataluña y sobre todo mucho más que los millares de catalanes contrarios a la independencia. La historia es triste: el egoísmo de los políticos contra su propio pueblo. La mentira como bandera y la incertidumbre como opción. Terrible. Pero el Gobierno central no puede permanecer sólo de mirón. Sería ridículo.

Luis Antonio de Villena es escritor.

LUIS ANTONIO DE VILLENA, EL MUNDO 24/01/13