Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 14/9/12
Si el muy serio problema que plantea el desafío independentista catalán pudiera resolverse echando mano únicamente de la Constitución (que, como es obvio, deberá respetarse en todo caso), la cuestión no tendría la extrema gravedad que ahora presenta. Bastaría, entonces, con aplicar nuestra ley fundamental, que exige una mayoría cualificada para proceder a su reforma, reforma esa que, indispensable para abrir un proceso de secesión en Cataluña, no podría jamás ser aprobada sin el voto favorable del PSOE y del PP.
Pero, por desgracia, acantonarse solo en la defensa de la Constitución mientras va creciendo poco a poco el consenso interno en Cataluña en favor de la autodeterminación es la mejor forma de hacer el juego a unos nacionalistas que esperan, cada vez más animados, el momento en que ese consenso sea de tal envergadura que haga caer, por su propio peso, la secesión. La gran manifestación de la Diada no es más que un paso en esa suicida dirección.
Un paso, que sigue a otros muchos, de los que fueron en su día responsables los nacionalistas, algo previsible, pues su horizonte es siempre alcanzar un Estado independiente. Pero de los que, contra toda lógica política y en clara violación de la lealtad debida a la Constitución, se responsabilizó también, por acción u omisión, un desnortado y oportunista Partido Socialista Catalán. La disparatada operación del Estatuto hubiera sido imposible sin su activa participación en la desfeita, es cierto que apoyada decisivamente por un irresponsable presidente del Gobierno, que proclamó que el Estatuto del 2006 resolvería el problema catalán ¡para una generación!: el rotundo mentís a su optimismo antropológico, nacido a medias de la frivolidad y la ignorancia, se lo han dado los nacionalistas -¡y algunos socialistas!- manifestándose hace cinco días en favor de la soberanía catalana.
Por eso ahora, desvelada sin tapujos la clara deriva independentista de los nacionalistas -que exigen autodeterminación con una mano mientras piden 5.000 millones de euros al Estado con la otra-, el futuro de una España a la que siga perteneciendo Cataluña no depende ya ni del PP, ni menos aún de los minoritarios Ciutadans o UPyD. No, quien tiene la pelota en su tejado es el PSC, fuerza política que debe de una vez anteponer la unidad de España que dice defender a los que cree -erradamente- sus intereses electorales inmediatos.
Si el socialismo catalán no cambia de estrategia y deja claro que no participará en ningún proyecto que puede conducir a la secesión de Cataluña, esa secesión acabará antes o después por formar parte de la agenda política española. De él depende, pues, la unidad del país, aunque hay motivos sobrados para dudar de que vaya a estar a la altura de su inmensa responsabilidad histórica.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 14/9/12