El independentista Mas no se merece un pacto fiscal

José Antonio Sentís, EL IMPARCIAL, 14/9/12

Igual que la semana pasada escribí que España tenía que rescatar a Cataluña, porque Cataluña es España, digo también que Artur Mas, el confeso independentista que preside la Generalitat, no se merece un pacto fiscal que le dé preferencia sobre cualquier otra comunidad española.
Más aún. Es que sería un gesto absolutamente inútil. Porque lograría concesiones a cambio de nada, puesto que es del todo evidente que al día siguiente continuaría con la misma presión independentista, que es su verdadero y único objetivo político.

También, durante años, se pensó que consentir los excesos de los nacionalistas vascos era el peaje que había que pagar para que ayudaran al fin del terrorismo. No sirvió de nada. A más concesiones, más terrorismo, y hasta que no se aplicó a fondo el Estado, con su policía y sus jueces, Eta nunca se doblegó. Porque, entre otras cosas, obtenía la complicidad silenciosa, precisamente, de sectores relevantes de ese nacionalismo.
En la Cataluña de Mas (en su ensoñación de Cataluña), el esfuerzo por la concordia es imposible, porque siempre encontrará algún motivo de agravio. No porque el Estado y su Gobierno lo hagan todo bien, sino porque siempre Mas tendrá resquicios en su gigantesco aparato de propaganda para afear cualquier desacuerdo y ocultar cualquier acuerdo. Sin ir más lejos, el apoyo declarado de Rajoy para aportar a Cataluña los cinco mil millones de euros que ahora necesita.

Todo pacto, como el fiscal que plantea Mas, se basa en la lealtad de quienes acuerdan. Pero el nacionalismo catalán, y especialmente el grupo de talibanes encabezados por Mas que ahora lo comandan, son verdaderos expertos en deslealtad, bordeando ya la traición. También dramatizaron sobre el nuevo estatuto en época de Zapatero, esa necesidad imperiosa para Cataluña que votaron el treinta por ciento de los catalanes, y nuevo estatuto tuvieron. No les ha durado mucho la satisfacción. Ya quieren más. Y, como siempre, lo quieren bajo chantaje.

Bien, si se les da el pacto fiscal a los políticos catalanes, ¿servirá para cerrar el capítulo de agravios, el raudal de victimismo, los llantos por esa opresión que sufren? Naturalmente que no. Al día siguiente, venderán el logro como avance «hacia la libertad», e inmediatamente pedirán alguna otra cosa que refuerce, día a día, su institucionalidad como «Estado» hasta que aparezca como natural la aparición de ese Estado… que nunca estuvo.

La voracidad nacionalista no tiene límites, salvo el de su propio autoengaño. En época de gran turbación por la crisis, ha considerado que España está suficientemente débil como para trocearla. Y también ha encontrado una extraordinaria manera de canalizar las frustraciones derivadas de esa crisis en los propios catalanes. Y tiene gracia que la pésima gestión de los Gobiernos catalanes y el empobrecimiento de la sociedad catalana sea precisamente el caldo de cultivo para exigir la independencia.

Es absurdo hacer cuentas sobre lo mal que resultaría para Cataluña la tal independencia. Es obvio que sería un desastre para todos. Para Cataluña y para el conjunto de España. Pero eso, el impacto económico sería lo de menos. Lo de más sería el desgarramiento de una Nación de quinientos años de historia, y en una comunidad, país o región cuyos habitantes están absolutamente e históricamente engarzados en España.
Artur Mas da una imagen de Cataluña como si los catalanes fueran la etnia tutsi. Como si fuera una tribu con historia propia y descontaminada de toda influencia. Me temo que tal no pasa. Mi abuelo y mi padre eran catalanes, mi mujer gallega, mis hijos madrileños y yo alicantino. Y la mitad de los habitantes de Cataluña nacieron fuera, pero sus hijos no. Es, simplemente España.

Esa España, que ahora quiere romper Artur Mas, presentándose como Moisés conduciendo a su pueblo elegido, ha pasado por numerosos avatares, económicos y políticos. Ahora, el nacionalismo catalán le plantea otro. ¿Piensa Mas que España, su legalidad, su Constitución, se pueden disolver por puro desistimiento, por rendición ante las fuerzas rampantes de estos burgueses luchadores por la «libertad»?

Porque Artur Mas llega al paroxixmo cuando dice que hay que abordar el proceso (el de la independencia) con «tranquilidad». Qué entenderá el señor Mas sobre la tranquilidad en un proceso de fractura nacional. ¿Qué piensa hacer? ¿Sentarse con Rajoy y jugarse la Nación a los chinos?
Es cierto que la gran posibilidad de Mas es la que está empleando: irritar tanto al conjunto de los españoles para que éstos entren en confrontación visceral, de la misma forma que ha alentado a la confrontación irracional de muchos catalanes con el resto de españoles, a base de manipulaciones y mentiras, como la que ha calado en Cataluña al decir que esa comunidad «paga» a las demás regiones y por eso tiene déficit fiscal. Sin aclarar que las regiones no pagan, sino lo hacen los ciudadanos de acuerdo con su renta, y que la balanza fiscal por regiones es un puro artificio contable.

Se trata de llegar a la independencia a través de la manipulación y la mentira, aprovechando que muchos catalanes lo están pasando mal (sin aclararles que también los demás españoles están sufriendo) y que el propio Estado no está para broncas políticas ni ocupa ahora una posición de respeto internacional por el impacto de la crisis… también en parte causada por los dispendios de los Gobiernos catalanes.

Artur Mas ha decidido terminar la partida de mus del nacionalismo pujolista con un órdago. Él sabrá si ha acertado. Porque también se le puede ver el órdago, y a ver quien tiene mejores cartas.

Es posible que Rajoy opte en estos momentos en los que españoles (incluidos los catalanes) nos jugamos salir de la crisis o caer en el abismo, intente aparentar que no ha oído el órdago, o que no es el momento de aceptarlo. Pero Rajoy sabe que aunque así lo hiciera, Mas volvería a jugárselo todo al siguiente envite, porque está iluminado y cree que tiene su Estado de laboratorio al alcance de la mano, e incluso que la Unión Europea está como loca para adoptar ese nuevo Estado entre los suyos, porque ellos, «los catalanes», sí que son serios, y no como estos españoles fracasados.

El reto está ya servido. Ahora falta por saber qué piensan las grandes compañías catalanas, algunas estratégicas en el conjunto de España, en gas, hidrocarburos, banca… Qué piensan los comerciantes catalanes que tienen su enorme mercado en el conjunto de la península. Qué piensa la mitad de los catalanes que vota al PSOE y al PP. Y qué piensan los acreedores de Cataluña, a los que se les deben 42.000 millones de euros… y sólo cuentan con la garantía del Estado español, ya que la Comunidad catalana está en el bono basura.

Artur Mar ha decidido ser el aprendiz de brujo, y ha puesto en riesgo la estabilidad nacional en el peor de los escenarios. Y lo ha hecho en la conmemoración de la Diada, ese momento histórico de hace trescientos años en la que los líderes catalanes apostaron por un sucesor a la corona de España distinto al que ganó. Fue otro órdago, y no precisamente muy inteligente.

José Antonio Sentís, EL IMPARCIAL, 14/9/12