JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO
- Queda saber el precio final de la «reconciliación», dicho en la retórica sanchista
El fogonazo de salida en la carrera para las elecciones del 14 de febrero en Cataluña lo dio Sánchez en su triunfal rendición de cuentas en la comparecencia de fin de año con una frase para el mármol. Refiriéndose al desastre político que atenaza a Cataluña sentenció: «Todos hemos cometido errores». Y, como un eco electoral, concluía: «Es momento de cerrar heridas». Imposible mayor claridad. El presidente demostró una vez más su capacidad zen para desconectar por completo de la realidad. Pocos días después empezó a poner letra a la música. Para expiar las culpas de los socialistas en el desastre catalán les envió como cabeza de cartel a Salvador Illa, que si no es experto en Sanidad, como ha acreditado sobradamente al frente del desastre de gestión de la pandemia, tiene fama de cerrar heridas políticas. Queda saber el precio final de la «reconciliación», dicho en la retórica sanchista.
Todo indica que la sustitución de Miquel Iceta, el candidato natural, responde a un cambio de enfoque en el papel de los socialistas catalanes en la operación reconciliación. La justificación oficial que intenta explicar este cambio de caballo se basa en una supuesta encuesta que señalaría a Illa como un buen reclamo para los votos desanimados de Ciudadanos. Pero eso no se sostiene. Con ese discurso de ‘todos somos culpables, hay que cerrar heridas’ (indultos a los sediciosos) no es fácil captar un solo voto constitucionalista. Y mucho menos de la mano del rostro que negó las ventajas de llevar mascarilla.
Así que la elección de Illa (sin primarias que valgan) está enfocada a presentar a un socialista no para ‘president’, sino para ‘conseller’ de un ‘president’ de Esquerra Republicana. Ese papel, que no lo podría hacer con mínimo decoro Iceta, necesita un fusible dispuesto a abrasarse en el empeño. Nadie mejor que un ministro ya carbonizado. El futuro ‘conseller’ de un Gobierno tripartito (ERC, Comunes, PSC) tendrá que diligenciar temas como los indultos a los condenados del ‘procés’, engrasar las inyecciones económicas a la Generalitat para achicar la bancarrota de Torra y, sobre todo, ir preparando la consulta.
En esa hoja de ruta, Salvador Illa tendría como misión vacunar a los soberanistas de su virus independentista dándoles algunas dosis de autodeterminación ‘light’. Es decir: indultos, financiación plus y consulta pactada. En teoría (solo en teoría) esa jugada rompería la unidad de acción del independentismo en Cataluña. Y lo que es más importante, daría a Sánchez el apoyo de ERC para mantenerse en el poder. La lógica del relato sanchista es aplastante: Indultos, financiación plus, consulta, es el precio. Y como todos somos culpables, la factura la tendremos que pagar entre todos.