«Cataluña no será nunca libre» con la ley española

EL MUNDO – 17/07/15

· El ‘conseller’ de Presidencia, Francesc Homs, reniega de «la arbitraria legalidad de los otros» mientras el ‘president’ se dirigía a Zarzuela.

Pasados dos días de su anuncio electoral independentista, Artur Mas fue recibido ayer por un jefe del Estado muy en su sitio y expresivamente serio, que dejó desairada la contumaz sonrisa del presidente de la Generalitat. Y es que, al tiempo que Mas sonreía ante su anfitrión y afirmaba a los periodistas llegar «en son de paz», el conseller dePresidencia de la Generalitat, Francesc Homs, se encargaba de desmentir a los cuatro vientos la «legalidad» de las instituciones españolas, a las que el propio Rey representa. «Cataluña no será nunca libre» con la ley española, llegó a decir Homs mientras su jefe iba a Zarzuela.

En una entrevista en Catalunya Radio, difundida minutos antes de la audiencia, Homs declaró que no pueden «aceptar que la arbitraria legalidad son los otros», en referencia a España, porque ésta viene a través de la «legitimación democrática» de las urnas», en alusión, esta vez, sólo al Parlament; tras lo que aún añadió que «en la época de Franco también había una legalidad».

Con el ambiente así de caldeado por su consejero de Presidencia, de poco sirvieron los intentos de Mas de rebajar la tensión con el Rey y reducir su audiencia en Palacio a un mero acto protocolario sin declaraciones ni reivindicaciones al uso. La política de gestos, escrupulosamente medida ayer desde la Jefatura del Estado, se ocupó de salvar la posición del Monarca y de subrayar las jerarquías institucionales. Desde que el ayudante de campo anunció pomposamente la entrada de «Su Majestad el Rey» en el salón de audiencias, hasta el momento en que lo abandonaba, obligando cordialmente a su invitado a cruzar primero el umbral de la puerta, se sucedieron unos minutos repletos de gélida elocuencia; eso sí, en medio de la más correcta cordialidad.

Ante la nube de fotógrafos que abarrotaba un extremo de la estancia, no había ni sombra de esa natural simpatía de la que el Rey y Mas han hecho gala en sus diferentes y sucesivos encuentros, este pasado invierno, en Cataluña. Ni de aquella campechanía con que el Monarca se despachó el año pasado a bordo de un automóvil, en su primera cita tras el referéndum soberanista.

La víspera de la visita del president, Felipe VI se había deshecho en risas y complicidades ante las cámaras con el último de sus invitados, el presidente extremeño Guillermo Fernández Vara, con el que departió en privado durante una hora y tres cuartos. No hizo sino reproducir la escena del martes, cuando recibió al castellano-manchego Emiliano García-Page, con el que charló casi dos horas. La media, entre todos los barones, venía siendo de una hora y media –el Rey Juan Carlos despachaba estas citas en media hora o tres cuartos–. A Mas, Felipe VI no le concedió más de una hora y cuarto, y probablemente le sobrara. Tal debió ser el choque de trenes.

Zarzuela y la Generalitat renunciaron expresamente a confirmar siquiera que el plan independentista había estado encima de la mesa. No obstante, y pese a su laconismo, las fuentes consultadas cerca de la Casa del Rey se mostraron igualmente elocutentes, al señalar que «el Rey ejerce sus funciones constitucionales en todo momento». Bastaba acudir al artículo 56 de la Carta Magna para recordar que la «unidad del Estado» es la primera de ellas.

Con estos mimbres, difícilmente pudo Mas pedir al Rey su pretendida mediación ante el Tribunal Constitucional, de la que venían hablando algunos nacionalistas. Si ya era imposible desde el punto de vista constitucional, el propio Homs se ocupaba en esos momentos de torpedearla. Afirmó que Cataluña tiene su propia «troika»: «el Gobierno y el Tribunal Constitucional, que», añadió, «nos la tenemos que sacar de encima».

Homs llegó a decir que si Cataluña se supedita siempre a las leyes españolas no será «nunca libre»: «Siempre tendremos las imposiciones de esta legalidad española, que es de una arbitrariedad absoluta y de poco respeto a la voluntad democrática absoluta».