Cataluña sin vía

KEPA AULESTIA, EL CORREO 07/09/13

Kepa Aulestia
Kepa Aulestia

· La ralentización del calendario soberanista da un respiro para que la sociedad y la política puedan reencontrarse en la moderación.

La autodenominada Asamblea Nacional de Cataluña, reconocida así por las instituciones de la Generalitat, convocó para la Diada del próximo miércoles 11 de septiembre una cadena humana con la sugerente marca de ‘Vía Catalana’. El apelativo parece adecuado para designar un itinerario de manos entrelazadas que atravesará dicho territorio de norte a sur. Pero la marca carece de doble sentido desde el momento en que el presidente Mas procedió, seis días antes del histórico acontecimiento, a confirmar que no hay una hoja de ruta precisa, ni un objetivo inequívoco, ni una agenda que compartan siquiera los soberanistas. Artur Mas vino a señalar que la consulta prevista para 2014 solo tendrá lugar en el caso de que se asegure su legalidad; es decir, que la convocatoria sea admitida por el Gobierno central. De lo contrario las elecciones autonómicas que según el calendario corresponden en 2016 se convertirían en parlamentarias y plebiscitarias a la vez.

Mas ha querido corregir tres de los cuatro errores que cometió hace un año. Entonces siguió la estela de la multitudinaria manifestación de la Diada en Barcelona hasta el punto de reinventarse como líder soberanista; esta vez se adelanta a la demostración cívica convocada para la tarde del 11 de septiembre posponiendo la fecha del plebiscito y cambiando la naturaleza de su celebración. Hace un año esperó a entrevistarse con Rajoy para recibir de éste el rechazo a su demanda de pacto fiscal como motivo formal de la convocatoria anticipada de las autonómicas; esta vez no ha querido esperar la respuesta del presidente para no verse en la tesitura de tener que replicarle con contundencia.

Hace un año creyó que poniéndose al frente de la manifestación cuando ya había concluido acapararía toda la energía de los participantes; esta vez ha vuelto a colocarse en las filas de atrás para versionar el destino hacia el que se encamina la ‘Vía Catalana’. Dado por descontado que Rajoy no le concederá el plácet para la consulta, hubiese sido más coherente que Mas esperara a recibir la respuesta de Moncloa para convocar elecciones anticipadas y plebiscitarias el mismo 2014. Es lo que verdaderamente concedería a la cita el cariz plebiscitario que anuncia el presidente de la Generalitat. El error que no ha podido corregir Mas es el de anunciar que los próximos comicios autonómicos serán otra vez el todo o nada del soberanismo, empeñando de nuevo el valor de la democracia representativa y el propio patrimonio político de CiU.

Pero lo importante no son los motivos que han llevado a Artur Mas a ralentizar tan inesperadamente la ‘Vía Catalana’. Lo importante son las consecuencias de tal decisión. El primer gran interrogante es si el relajo de la pulsión soberanista contribuirá a ampliar su influencia social, o si únicamente conducirá a su moderación autonomista y pragmática. Con su moratoria Mas ha concedido a Convergencia y a Unió el aliento que necesitaba la federación nacionalista, ha rebajado la presión que decía ejercer sobre Rajoy, ha dado aire al PSC –cuyos integrantes se debatían hasta anteayer entre la pertenencia a unas mismas siglas y la escisión-, e incluso es posible que haya brindado a ERC la prórroga que ésta precisaba para continuar erosionando el voto convergente en la esperanza de dar el definitivo ‘sorpasso’ a la conquista del gobierno de la Generalitat. Una vez anunciado que la cadena humana del próximo miércoles 11 de septiembre no tendrá efectos inmediatos, en la convocatoria se darán cita tanto la decepción de quienes veían cerca el episodio final como el alivio de aquellos que se alegran de que baje el ritmo soberanista. La síntesis resultante sumará mucho, pero quedará en entredicho que el soberanismo catalán cuente de verdad con una vía.

El repentino quiebro de Mas tiene que ver con una razón que permanecerá en el tiempo, por lo menos hasta 2016: la imposibilidad o el absurdo de convocar una consulta popular que no se atenga a la legalidad. Es posible que las elecciones autonómicas próximas den una mayoría soberanista más holgada que en la anterior ocasión. Pero seguramente no tanto ni tan combativa como para que tras el escrutinio se proclame el ‘Estado catalán’. Ni siquiera como para que el parlamento que resulte de las urnas declare la independencia de Cataluña y ello vaya a misa.

Mientras tanto Rajoy no solo espera que la economía le salve de Bárcenas. También confía en que le permita soslayar el desafío catalán, al tiempo que Mas anhela que la reactivación de devuelva en 2016 los votos que el soberanismo le restó en las autonómicas del año pasado. La crisis permitió revelar qué efectos sociales acarrea el déficit fiscal que viene padeciendo dicha comunidad, cuyos contribuyentes aportan a las arcas del Estado sensiblemente más dinero que el que recibe la Generalitat. El president Mas pasó de ser el adalid de los recortes en bienestar a imputar a la avaricia centralista las culpas de la quiebra pública catalana.

Pero en los dos años largos que restan para que finalice la legislatura, en 2016, es más que probable que la economía remonte, y que lo haga especialmente en Catalunya. He ahí el segundo gran interrogante: es prematuro para aventurar si la recuperación económica dará alas a la reivindicación del pacto fiscal o si por el contrario contribuirá a atenuar la fiebre soberanista.

KEPA AULESTIA, EL CORREO 07/09/13