JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 13/01/03
· No cabe esperar una sola causa en los procesos complejos. Ponderadas con el peso que c a da cual desee atri – buirles, señalaré ocho. Tales causas, entrelazadas, están en el origen de la presente compulsión catalana hacia la auto destrucción. A saber:
La paulatina pérdida de la ventaja empresarial a medida que ha avanzado el proceso de globalización. La hegemonía política, durante tres décadas, en el gobierno y fuera de él, de una formación maniquea con vocación totalizadora. La debilidad de una sociedad que se creía libre y emprendedora y que, sin embargo, se plegó dócilmente al proyecto pujolista. La decidida infiltración y toma de cualesquiera nodos de conexión social, sin importar el carácter, para la causa de la construcción nacional, dejando que operara, a partir de ahí, la implacable lógica que la politóloga Elisabeth Noelle-Neumann llamó «espiral del silencio»: no importa expresar lo que yo pienso; importa identificar la opinión (supuestamente) mayo ritaria para s umarme a ella . La identificación, a lo largo de un cuarto de siglo, de la formación política hegemónica con una enorme Administración de nueva planta, y la consiguiente normalización del amiguismo, el nepotismo, la opacidad pública y la confusión de intereses públicos y privados.
La posibilidad de actuar impunemente durante aquella etapa (el pujolismo), y el no tener que asumir responsabilidades durante la siguiente (los tripartitos). La coincidencia del regreso al poder de sus «verdaderos dueños» –los forjadores convergentes, los que jamás perdieron el control de los medios de comunicación públicos y privados– con la ruina de la Generalidad precipitada por sus fugaces sustitutos. La inexplicable traición del socialismo español, que proporcionó con Zapatero el detonante del actual proceso separatista en forma de Estatuto de autonomía i nconst i tuci o nal , que aprobó en el Congreso semejante pieza sin ruptura de su disciplina de voto y que mantiene la falacia de que el partido nacionalista PSC, convertido haca mucho en ala socialdemócrata del movimiento nacional creado por Pujol, opera como PSOE catal á n. Ruina ge nera l , hori z o nt e s penales, cobardías, traiciones y miedo se combinan en el próximo golpe de Estado.
¿Golpe de Estado, dice? Sí, digo. Pero si molesto, adelante con la neolengua. Llámese como pluguiere a declarar solemnemente en sede parlamentaria la soberanía de un pueblo que es fracción de otro pueblo soberano, en la historia y en la Constitución. Etiqueten a su gusto el anuncio formal de que un trozo del Estado se di s pone a romper España. Opten, frente al rico léxico español en materia de asonadas, alzamientos, rebeliones, sediciones y golpes, por llamarle a lo de Mas y Junqueras lo que sea: inconveniencia, impertinencia, cosa, broma, presión, tontería, cor-tina de humo, bluf, farol , bacalao. Siempre que convengamos antes el significado, algo así como «quiebra organizada de la legalidad vigente por parte de autoridades políticas que, excediendo claramente sus funciones, tratan de imponer un nuevo orden, anular la fuerza de la ley y de las sentencias judiciales en una part e del territorio y alumbrar por l a fuerza de los hechos un nuevo Estado». Bacalao.
No hace falta acudir a la fuerza de la historia ni ponerse estupendos. Sepamos y comprendamos que un Est a do troncal de Europa no se va a romper si no quiere, o si no lo rompen otros por la fuerza. Lo segundo es impensable, y lo primero es como es, al menos mientras la viciosa queja del agravio no destroce del todo los nervios al personal y nos manden al cuerno a los catalanes por hartazgo. El nacionalismo va a perder porque no puede ganar. Carece de la fuerza y del talento, y es muy vulnerable: esconde demasiada basura. La compasión obliga a contárselo cuanto antes.
JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 13/01/03