RAÚL DEL POZO-EL MUNDO
Todo el mundo quiere ser alguien, ser reconocido políticamente, y la mayoría de los españoles serán etiquetados con algunas de las siglas que nos dividen y nos marcan como al ganado. Seremos la papeleta que elijamos en el colegio electoral durante las próximas elecciones: ultraderecha, derecha, extremocentro, izquierda y extremaizquierda, en una Europa de escraches, mareas y chalecos amarillos que ha pasado del estado de bienestar al estado de malestar. Los resultados dirán lo que los españoles piensan según las siglas, pero ya no está nada claro lo que es la izquierda en la era postrabajo.
La finísima analista Máriam Martínez-Bascuñán ha escrito que el monstruo de hoy no es la fábrica textil que explotaba a niños, sino Goldman Sachs, «y la utopía marxista de que el trabajo se emanciparía del capital ha devenido al revés: es el capital el que se emancipa del trabajo». Pero la izquierda agonizante no se está sublevando contra el capital, sino contra la democracia. Los partidos que hicieron la Europa de los derechos humanos retroceden, y surgen los antisistema que culpan a la globalización y a los partidos históricos de los recortes. La derecha aguanta, se multiplica y la que se va hundiendo es la socialdemocracia, incluso donde fue más fuerte, en Alemania y en los países escandinavos.
Los cambios no los trae nadie, vienen solos, pero el retroceso de la izquierda ha sido empujado por la propia izquierda. Los partidos que se dicen socialdemócratas hablan poco de lucha de clases, no alcanzan a ver que los proletarios hoy son los de las pateras, que llegan a mercado con papeles o sin ellos para ser contratados como empleados de hogar o lazarillos de familiares de la tercera edad. La socialdemocracia nunca intentó destruir el capitalismo, sino humanizarlo, y el llamado socialismo científico ya tampoco, ni siquiera en China, donde el Partido Comunista es el Ibex. La izquierda se ha enfrentado a sí misma en los cinturones obreros, sufriendo una metamorfosis hasta pasar a militar en los frentes nacionales. El socialismo decadente se ha hecho progre, perrero, animalista, compasivo, casi puritano, reformista, de cambio climático, de matrimonio homosexual, ecologista, liberal. La izquierda que colaboró en la construcción del estado del bienestar se ha quedado sin banderas y está siendo derrotada por la abstención y las derechas. El verde se tiñe de púrpura, la izquierda se ensucia con el supremacismo, la derecha embiste. Nadie sabe adónde vamos con partidos que niegan la Constitución, ni qué va a pasar en la Europa que nació para evitar las guerras del nacionalismo, que ahora vuelve con banderas y alambradas.