¿Cerebro racional o emocional?

ABC 20/12/15
SANTIAGO DEXEUS, GINECÓLOGO Y PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN SOMDEX

· Delicado momento político el que vivimos en Cataluña. La sistemática intoxicación al pueblo voluntariamente emplea un lenguaje emocional. Evitan analizar las consecuencias del separatismo, sin profundizar sobre la salida inevitable de la UE, la pérdida de empleo o la huida de empresas

DURANTE el franquismo, hablar de política era una blasfemia; la guerra «incivil» dejó huella permanente en muchas familias españolas, divididas en bandos opuestos, a veces no por sus convicciones políticas, sino simplemente por razones geográficas. En la mía, al tiempo que un primo era internado en el campo de refugiados republicanos de Argèles (Francia), mi padre, con la familia, emigraba a Francia, para finalmente residir en San Sebastián, «Sanseestábien», humor negro de la época, territorio nacional.

Cataluña se mantuvo en el bando republicano hasta el final de la contienda; quizá por la proximidad con Francia, estuvo mucho más influenciada por las corrientes liberales de nuestros vecinos. Pronto estalló la II Guerra Mundial y la Alemania en plena crisis económica apoyó a un demagógico dictador, que prometió el paraíso, que la sociedad judía le obstaculizaba.

Delicado momento político el que estamos viviendo en Cataluña, me remito a una cita del artículo de Adela Tarifa, «El gran balate» («El Ideal» de Jaén, enero de 2015): «Todos somos cómplices del mayor reto político actual…».

La sistemática intoxicación al pueblo voluntariamente emplea un lenguaje emocional. Se incluye en el mismo retórico lenguaje el desprecio a nuestros profundos sentimientos, nuestras raíces, tradiciones desde la sardana a la butifarra

amb mongetes, con un demagógico «Madrid nos roba». Evitan analizar las consecuencias del separatismo, sin profundizar sobre la salida inevitable de la Unión Europea. No importa la pérdida de puestos de trabajo que representa la huida de las empresas, algunas catalogadas como ejemplares por la Generalitat, y poco tiempo después se filtra que su sede se localiza en Irlanda. Sin comentarios, pero las cifras son elocuentes: en un informe de la agencia de calificación Moody´s con datos propios y del Instituto Nacional de Estadística, desde 2008 han abandonado Cataluña 3.000 empresas, emigrando muchas a Madrid. El aumento del paro disminuirá el consumo. En mi barrio, este mes han cerrado dos establecimientos: una peluquería mixta y un muy agradable restaurante, que con su terraza en la plaza era lugar de encuentro, distendido, con menú reducido pero sano, donde las conversaciones transcurrían sin tener que vociferar, pues la circulación es escasa. Se silencia la ayuda recibida para que la Generalitat pague su deuda con las farmacias. Nadie menciona el daño moral y probablemente físico del jubilado con un sueldo que apenas le llega para alcanzar el fin de mes, incapacitado para pagar los gastos farmacéuticos. Con una malsana demagógica actitud, se critica al Gobierno que exige controlar el destino de estos fondos, no acabaran financiando banderas esteladas en partidos de fútbol. Se ocultan datos sanitarios, como que la esperanza de vida es diez años superior en los barrios acomodados, comparados con los deprimidos.

Es difícil aceptar pactos entre tendencias políticas en polos opuestos de la democracia. No puedo imaginarme a Stalin consensuando acuerdos políticos con Hitler para que en un patético tira y afloja consiguiera, uno de ellos, perpetuarse en el cargo. Se silencia el dictamen de la Comisión Europea, advirtiendo que Cataluña no reúne las condiciones para proclamarse estado independiente. Mejor no imaginar la huida de capitales que una Cataluña independiente acarrearía.

La medicina nos enseña a observar los gestos, la compostura del paciente, que orientan sobre su personalidad. Hay políticos que casi no tienen labios de tanto tragarse marrones; otros no sabemos a dónde miran; otros/as, con su indumentaria provocativa, compensan su falta de ideas.

Gestualidad significativa, ademanes grandilocuentes, vocerío, que provocará el aplauso, sistemática referencia peyorativa a otros partidos, y pocos, muy pocos, proclamando las prioridades de su programa, y cómo van a cumplirlas. Lenguaje impreciso, arrollador. Sería esclarecedor conocer la profesión o el atributo de cada uno de los componentes de sus listas, pues hay que ser poco menos que un genio para valorar todos los requisitos éticos, sociopolíticos, que requiere el ejercicio de la democracia, que en síntesis podría resumirse en velar por los intereses de los más débiles, y que si fuera un común denominador probablemente reduciría el número de partidos y el número de indecisos, pues el pueblo votaría con información válida.