Alberto Ayala-El Correo
El viernes fue, por fin, un día importante en la política española. El Gobierno de izquierdas cumplió uno de sus compromisos y aprobó el Ingreso Mínimo Vital. La ‘paguita’, como despectivamente la han denominado desde Vox. España se suma así al club de países de la UE con una prestación semejante. Una ayuda que aliviará a cientos de miles de conciudadanos que malvivían antes de la pandemia o que han caído en la pobreza tras la macrocrisis del coronavirus.
Euskadi, que implantó hace tres décadas una prestación similar (la RGI) por decisión del PNV -que el PSOE criticó entonces, críticas que el PP ha mantenido hasta antes de ayer-, gestionará aquí el IMV. Como Navarra. Ortuzar sigue aprovechando la extrema debilidad del Gobierno para seguir exprimiéndole. Ha sido todo un alivio en otra semana políticamente irrespirable. Protagonistas esta vez Grande Marlaska y la Guardia Civil; la protegida de Aznar, Cayetana Álvarez de Toledo; y el inefable Pablo Iglesias.
Los responsables de varios institutos de opinión coinciden en que la trifulca política en la que vivimos -muy del gusto de un PP que siempre ha buscado el máximo enfrentamiento cuando ha sido oposición, y de Podemos- no se está traduciendo en un trasvase significativo de votos de la izquierda a la derecha y/o la inversa, sí entre siglas de un mismo bloque. Y que los ciudadanos, hartos, están a punto de empezar a castigar a quienes insistan en la crispación.
Tan pronto terminemos la desescalada, y sin olvidar seguir cuidándonos del ‘bicho’, todos los esfuerzos deben centrarse en la reconstrucción del país. Y no estaría nada mal empezar por soltar lastre. Sánchez debiera sopesar hacer una crisis de Gobierno y conformar en septiembre un Gabinete mucho más reducido y cualificado. No, Grande Marlaska no será cesado por hacer lo que dice que no hizo -exigir el impresentable informe elaborado por la Guardia Civil sobre el 8-M y la crisis-. Hacerlo implicaría admitir su culpabilidad.
No parece tampoco correr peligro, por ahora, el sillón de un Pablo Iglesias que no puede seguir comportándose como un agitador desde la Vicepresidencia. Y otro tanto cabe decir de Cayetana Álvarez de Toledo. Sus desacertadas salidas de tono arruinan semana sí semana también las estrategias de Pablo Casado, y el trabajo de compañeros mucho más sólidos aunque menos estridentes como Ana Pastor o Núñez Feijóo. Pero, ¿y si Sánchez cambia y refuerza su Gabinete, soltando lastre como los ministros Garzón, Castells e incluso la portavoz Montero, y hace algún fichaje? La UE y aquí muchos ciudadanos lo agradeceríamos.