José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 5/2/12
Carme(n) Chacón tenía la secretaría general del PSOE al alcance de su mano hasta el instante anterior a pronunciar su discurso de presentación. Hasta ese momento la catalana había ido eludiendo sus propias limitaciones y optimizando los errores de su adversario. Pérez Rubalcaba fue apagándose poco a poco a lo largo de una mortecina campaña, mientras ella se envalentonaba siguiendo el guión de training muy profesional pilotado por su marido, Miguel Barroso y su amigo Luis Arroyo. El cántabro manejó recursos reiterados –Felipe González—ad nauseam, se enemistó con José Antonio Griñán y el PSC le negó, como buena parte del PSM, su apoyo para pasarse notoriamente a las filas de Chacón. A mayor abundamiento, la dirigente socialista supo victimizarse –como un Messi agredido por un brutal Pepe—y ofrecer, ante el tono vital disminuido de Rubalcaba una vivacidad sonriente constante e incansable. Por lo demás, Rubalcaba partía con dos hándicaps: fue el candidato perdedor el 20-N perforando el suelo histórico del PSOE (sólo 110 escaños) y, además, era corresponsable de las políticas deRodríguez Zapatero.
Sin embargo, cuando la euforia reinaba en el equipo de Chacón, se granjeaba los parabienes de los barones de Andalucía, Castilla-La Macha, Madrid y Cataluña y le sonreían los medios de comunicación –El País que optaba por su adversario se confundió el domingo pasado en un reportaje (“Chacón & Cia”) que cayó mal a tirios y a troyanos—la catalana erró de medio a medio:un discurso chillón, propio de un mitin, con eslóganes de marketingpromocional, con ramalazos radicales de tiempos superados y con una propuesta claramente zapaterista, asustó al auditorio que se decantó por Rubalcaba. Se consumó así el adagio según el cual más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer y es preferible pájaro en mano que ciento volando. La oferta de Rubalcaba consiste en regresar a una suerte detardofelipismo solvente, sin frivolidades, haciendo valer la condición socialista, obrera y española de su organización frente a los adanismos del progresismo de Zapatero que en el auditorio sevillano encarnó a la perfección –digna alumna del maestro—Carmen Chacón. El discurso de la candidata resumía todo aquello que desde 2004 ha fracasado y, en particular, la concepción de la llamada España plural, las recetas de política económica y progresismo estético solo digerible en tiempos de bonanza.
Rubalcaba no supone la renovación del PSOE, ni innova, ni actualiza, ni entusiasma. Pero ofrece lo que el PSOE parecía necesitar: la seguridad de que está dirigido por un profesional de la política, curtido en mil batallas, para unos un Fouché y para otros una personalidad insumergible. Si Chacón hubiese expuesto una hoja de ruta más allá de los eslóganes y más acá de las radicalizaciones, hubiese tenido la oportunidad que pareció irse ganando a lo largo de la campaña y hubiera ofrecido un rostro relativamente nuevo. Hasta se le hubiese perdonado su vecindad con Zapatero y sus excentricidades. Le ocurrió como le ha venido ocurriendo al zapaterismo: en el momento crucial, en el decisivo, emerge su banalidad y se viene abajo como una arquitectura efímera azotada por un vendaval.
Rubalcaba no es la solución al PSOE; no lo es en absoluto. Será un Moisés para una larga travesía del desierto. Pero los delegados socialistas prefirieron diferir en el tiempo la búsqueda de la solución definitiva a dejarse conducir por una política que, después de situarse al frente de la Defensa de España (“¡Capitán, mande firmes!”), se transforma en una activista del progresismo laicista, en una militante desaforada en la ideología de género, en una prescriptora pugnaz –tozuda—de las viejas fórmulas económicas, todo ello envuelto en una mercadotecnia que terminó por ahogar sus posibilidades.
El PSOE está gravemente herido; la elección a la secretaría general ha sido un proceso desgarrador en muchas agrupaciones socialistas; son posibles dos nuevas derrotas el 25 de Marzo –Asturias y Andalucía–; el PSC ha quedado desairado, el PSOE-A tiene al frente a un hombre –Grinán—enemigo del nuevo líder socialista. Y el PP y Rajoy se sentirán cómodos con un Rubalcaba al que tienen tomada la medida. El PSOE no debió celebrar ahora su 38º Congreso; le cumplía hacer el duelo y reflexionar en vez de desgarrarse; era obligado buscar alternativas de futuro y no escarbar en el fondo de armario del establishment de la organización. Sólo quedaba la esperanza de que Chacón no fuese un espejismo. Y hasta esa última oportunidad se encargó ella de golletearla con una intervención de asamblea de facultad universitaria de los años setenta. Mal futuro para un PSOE que, además de perdedor, está desunido y es sólo capaz de cooptarse en el mando de su debilitada organización. Oportunidad perdida. Una más.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 5/2/12