HERMANN TERTSCH-ABC

Este gobierno apañado no oculta las inmensas amenazas

LE ha quedado a Pedro Sánchez un gobierno muy coqueto y aseado de fachada, con varios modelos ideales para el escaparate desenfadado. Con ello, este político que llegó tan embrutecido, ya ha demostrado ciertas virtudes. La primera, sin duda, es una extraordinaria tenacidad. La otra es un considerable poder de convicción. Es una pequeña gesta lograr convencer a gente mejor que él, mucha de ella de notable calidad personal y profesional, de que se embarque en tan incierta y cuestionable empresa, como es un gobierno de vida necesariamente corta y que solo legitiman votos de podemitas totalitarios, golpistas y filoetarras. Pues aunque le hayan dicho muchos o pocos que no, hay que felicitarle por algunos que le dan al proyecto esa fachada amable, por efectista y tramposa que se sepa.

De momento el objetivo está cumplido. Las televisiones celebran a este gobierno como «un hecho de profunda importancia histórica» que decía una periodista o «la victoria del bien sobre el mal» como babeaba otro. Todos aplauden el desprecio de Sánchez a su cacareada paridad. Todos celebran a un ministro de Cultura y Deportes cuyas frases más elaboradas son «Puto deporte» o «Me kago en el puto vecino makinero». Todos son felices con el nombramiento como director de Seguridad Nacional de un coronel asiduo de la tele que defiende la invasión de Ucrania por Putin, ataca a la OTAN, muestra odio a EE.UU. y defiende tesis sobre oscuras conspiraciones de gobiernos mundiales secretos que evocan «los protocolos de los sabios de Sion». Y después acusan a Trump de complicidad con Rusia y de contratar frikis en la Casa Blanca.

Pedro está ahora donde estaba Zapatero después del posado de las ministras Vogue en La Moncloa. Todo es indicio de talante, brillantez e inteligencia y todos han olvidado al fracasado mal encarado que hundió electoralmente al PSOE. Y todo el coro zurdo imprime ese «adanismo» en el ambiente con el que pretende en tres días reinventar el mundo y presentar a ese gobierno tan tramposo, frágil y esclerótico, como el «nuevo amanecer». Para eso tiene todos los medios audiovisuales y cuenta con la postración de un periodismo ya definitivamente sin brújula, sin espina dorsal, sin memoria y sin vergüenza.

Este gobierno Sánchez que Mariano Rajoy nos ha dado llega para intentar limpiar el escenario de molestos figurantes antes de unas elecciones que restauren el bipartidismo. Para quitarle al canelo del coletas –que es malo, pero memo– tres millones de votos. No le costará mucho a Sánchez con todo el aparato del estado volcado en hacer izquierdismo desde el poder. Generar odio guerracivilista y apetito de revancha es algo en lo que el socialismo radical zapaterista, que es el sanchista, es especialista. Queda destruir a Ciudadanos a lo cual se dedicarán juntos PSOE como PP, este último ciego por su soberbia, incapaz de ver que Ciudadanos no es causa sino efecto de su fracaso y degradación. Así es como quieren buscar un cambalache para volver a bailar los dos solos, «cheek to cheek», sin nuevos sobresaltos. Pero una vez más, no funcionará. Porque Cataluña será trágica y violenta. Porque otras fuerzas irrumpen en la batalla abierta por Zapatero en 2004. Porque Ciudadanos se defenderá, porque se asoma por la derecha Vox y porque Sánchez puede creerse o verse capaz de una unidad triunfante de la izquierda que nos hunda definitivamente en el frentepopulismo. Y España realmente se rompa, diga adiós a paz, libertad y bienestar para lustros y desencadene en Europa un proceso traumático. Los tiempos no serán calmos pese a las trampas de unos y otros.