- Sánchez ha decidido darse baños de masas pero solo se encuentra con un chorreo detrás de otro
Iván Redondo debe pensar que bueno te hará el que después de ti vendrá. Sus ocurrencias, parafraseando a Rajoy, eran tremendas pero comparadas con las de los actuales asesores del presidente son genialidades. Ahí tienen la última, ir en AVE a Sevilla para que TVE lo graben en medio de las buenas gentes obreras y campesinas, vitoreándolo como el redentor del pueblo honesto y socialista. Craso error.
Pero existe la realidad, señores, y Sánchez no hace otra cosa que estrellarse contra ella. «Que te vote Txapote» se veía en una pancarta detrás del ínclito prócer. Allí donde va se encuentra con españoles que le silban, le lanzan improperios y, en suma, le impiden pasearse por la calle en olor de santidad. Sucede en todos los lugares, y no será porque no despejen las calles e intenten protegerlo en esa burbuja de mentira con la que pretenden hacernos creer que es un político querido. La realidad, insistimos, convierte todas las encuestas en aciagos heraldos del triste fin de un partido socialista crepuscular, sin ideas y plagado de aduladores de toda laya. Sánchez quiere camuflar su condición de paria, pero no hay decorado a lo Bienvenido Míster Marshall que pueda disimular el nulo aprecio que le tienen incluso aquellos que en su día le votaron creyendo que no iba a indultar a golpistas, que jamás pactaría con Bildu -«Si quiere se lo digo tres veces»- o que no acercaría a los etarras en prisión a las Vascongadas. Aquellas personas, desengañadas, están decantándose cada vez más por Feijóo. ¿Se han vuelto de centro derecha? Posiblemente, no. Lo que sucede es que en España agitar espantajos ya no funciona como antes, porque la gente quiere normalidad y calles donde salir a comprar el pan, cobrar la pensión, salir de copas o, simplemente, pasear, no suponga que alguien te dé un navajazo.
Esa normalidad es la que el electorado busca en el líder popular. Que la encuentre ya se verá, pero lo cierto es que, a día de hoy, el votante de centro se está aglutinando alrededor de Núñez Feijóo. Con Ciudadanos muerto y con Vox que empieza a perder fuelle, aunque siga siendo según los sondeos imprescindible para gobernar, al político gallego se le ofrece una posibilidad palpable, real, de desplazar este sin Dios que llevamos sufriendo desde que Rajoy se vio sustituido por el bolso de Soraya.
Veremos qué pasa en las municipales y autonómicas, prueba de fuego para este gobierno mastodónticamente ineficaz que recuerda al parlamento que edificó Ceaucescu, perfectamente inútil, gigantesco y feo. Luego vendrán las generales. Si Feijoo quiere propinarle a Sánchez su último chorreo, que en cuanto deje de ser presidente veremos que pasa con el susodicho y con un partido socialista que deberá afrontar un larguísimo camino en solitario, no puede adoptar el wait and see que tanto rédito le ha dado a la Corona británica. Ha de empezar a proponer medidas económicas, pero también de combate cultural, ideológico, social, ha de decir que hará con la Ley de la Memoria Histórica, con Cataluña, con los presos etarras, con la inmigración descontrolada que sufrimos como si fuese lo más normal, con esas políticas mal llamadas de género. Ha de ir con las alforjas repletas de sentido común, ese Sentidiño que dicen en Galicia y que en mi tierra llamamos Seny. A ver si de una vez terminamos con el desgobierno y, ya que estamos, el humor de despedida de soltera de la Chiqui ministra, con esa ordinariez del señor Mopongo. Por menos que eso en el pueblo de mi suegra, QEPD, el abuelo Crecente tiraba al pilón a quien fuera. Que también era un chorreo.