TONIA ETXARRI-EL CORREO

Muy pocas son las ocasiones en que los políticos reconocen sus errores y, cuando cambian de rumbo, evitan explicar que si corrigen fue porque se equivocaron. Se está ponderando estos días las palabras del presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Jerome Powell, que ha pasado de considerar que la inflación sería transitoria a reconocer públicamente que el aumento generalizado de los precios va a durar más de lo debido. Una autoenmienda en toda regla. En España el debate está condicionado por los 18 meses de campaña electoral y, por lo tanto, difícilmente veremos actitudes propias de políticas de Estado.

Pedro Sánchez y Núñez Feijóo se tomarán la medida mañana en el Senado. Las expectativas que ha suscitado este primer ‘cara a cara’ entre los dos líderes desborda cualquier planteamiento de un enfrentamiento ordinario en el Parlamento porque el Congreso, por ejemplo, se ha devaluado en sus funciones de control al Gobierno.

La pertinaz resistencia del Gobierno a bajar los impuestos se ha roto por necesidad de guion. Del guion de Pedro Sánchez, naturalmente. Que ha decidido de forma unilateral, en su más puro estilo, proceder a la rebaja del IVA del gas. Justo después de haberse reunido con su homólogo Scholz, que viene aplicando una rebaja de impuestos que están aplaudiendo en Alemania. Esa era la petición que le venía formulando Feijóo desde hace meses. Pero la Moncloa renegó de ella, Sánchez y sus ministros despreciaron incluso su necesidad hasta que el presidente cambió de partitura y dejó a Bolaños colgado del violín. ¿Reconocerá mañana en el Senado que se había equivocado al no querer bajar el impuesto del IVA del gas y que las circunstancias le han hecho adoptar la medida que le proponía su adversario Feijóo? No parece que vaya a ocurrir eso.

El debate está muy degradado. Las ministras socialistas, con Bolaños a la cabeza, están entregadas a la causa de la destrucción del adversario. De repente ha desaparecido de su propaganda el miedo al ‘rottweiler’ de la extrema derecha para dedicar todas sus energías a repetir insultos contra Feijóo, que les está sacando ya 45 escaños de diferencia en los últimos sondeos de intención de voto. Es, en realidad, la oposición lo que le molesta a Sánchez. Por el mero hecho de existir. Sus críticas son «ruido» aunque las formas constructivas de Feijóo les saque de sus casillas y acaben llamándole «vago» e «ignorante». Los ataques a la corrupción del PP, con Feijóo, han quedado amortizados y se les ha vuelto en contra en forma de indulto para los condenados de su propia familia política en Andalucía.

Sánchez ha bajado a la calle porque necesita con urgencia revertir las tendencias que marcan las encuestas. Ése es su objetivo, su empeño, su reto. Y en la calle se va encontrando el barro del descontento, como le ocurrió en Andalucía. Sus votantes están desmotivados y el PP sigue recogiendo votantes procedentes del descontento socialista y del cabreo de Vox. Patxi López pretende desviar la atención potenciando la competencia inexistente entre Feijóo y Díaz Ayuso. Pincha en hueso.

Lo interesante del ‘cara a cara’ de mañana será ver a los dos líderes disputándose las mejores medidas para afrontar la situación de incertidumbre económica. Es el turno del Senado y, precisamente porque las instituciones se están desvalorizando en estos últimos años, en una situación de tanta incertidumbre económica, hará falta propuestas y sobrarán los insultos. La Cámara alta merece un respeto.