IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • No se pueden pedir sacrificios a la población sin aplicárselos a uno mismo

Sí, la verdad es que ha sido un comentario extraño el de Núñez Feijóo en Twitter. Relacionar la salida de Ana Blanco de los informativos de TVE con la nueva era anunciada por Macron denota una extraña capacidad asociativa, la misma que relaciona el culo con las témporas. Pero, más allá de lo anecdótico, ese tuit demuestra que estamos lejos de cambiar de era y que seguimos anclados en la frívola posmodernidad, o sea, en unos políticos más pendientes de interactuar que de actuar a secas. A mí es que me parece que cambiar de era es una cosa muy seria como para dirimirla en las redes sociales. Más aún si se trata de una era tenebrosa, como es ésa de la que Macron habla, y que sería la del fin de la abundancia. Un cambio de era tan sombrío y peliagudo es algo que se debe anunciar con el dramatismo y la solemnidad con la que Churchill pidió a sus compatriotas sangre, sudor y lágrimas en su famoso discurso a la Cámara de los Comunes en mayo de 1940. Y es algo que debe conllevar la reclamación de un gran paquete de medidas extraordinarias de austeridad al Gobierno de turno si se habla, como lo hace Feijóo, desde la oposición.

No se pueden pedir sacrificios a la población sin aplicárselos a uno mismo ni plantear una drástica reducción del gasto a la propia clase política, que no ha tenido en su conjunto un papel muy ejemplar durante la pandemia. Se habla del debate que tendrá mañana Feijóo con Sánchez en términos tácticos y como una dura prueba del primero. Pero, frente a alguien que reduce todo su plan de crisis a castigar a las energéticas, las petroleras y la banca, o sea, a echar toda la culpa de todo a los otros, el gran arma no está en la retórica, sino en la ética y en proponer un ambicioso programa de Estado basado en la austeridad y el sacrificio propios.

No sé si en el cuarto de hora que tiene asignado Feijóo hablará de Ana Blanco y su relación con la nueva era de Macron o con el paso del Medievo a la Edad Moderna. Sé que lo que marcaría una nueva era televisiva no sería la salida de los telediarios de una mujer discreta y capaz de sobrevivir a todas las eras (la era González, la era Aznar, la era Zapatero, la era Rajoy…), sino la desaparición de los programas de cotilleo, por ejemplo. Eso sí que sería un hito. Lo que ha caracterizado el trabajo de Ana Blanco ha sido su sobriedad y que no era sectaria ni manipuladora ni teatrera. No mantenía la sonrisa mientras anunciaba catástrofes ni tampoco sobreactuaba la emoción, sino que la transmitía de forma pudorosa. Eso se agradece en una época en la que sobran los excesos por las dos partes: los lagrimeos impúdicos unidos a la indiferencia. La verdad es que el tuit de Feijóo era raro de narices.