Miquel Giménez-Vozpópuli
La actualmente fugada Marta Rovira, número dos de Esquerra, ha hablado cual oráculo de Delfos. Dice que quiere chuleta y huevos, confrontación y diálogo. Desde Suiza, que hace más fresquito que aquí.
El separatismo tiene una clarísima tendencia a la exageración impropia del carácter catalán. Somos gente a las que nos cuesta aplicar el superlativo, de modo y manera que cuando algo nos acomoda solemos decir que no está mal, y si nos preguntan qué tal estamos solemos responder con un “vamos haciendo”,anem fent, por no dar nunca pábulo a nada, no sea que nos saquen cantares por las esquinas. Pero cuando emerge entre nosotros alguien inflamado, ¡amigo!, nadie nos pisa el poncho.
Es el caso de Marta Rovira, que debe alimentarse de la providencia divina porque no se le conoce medio de sustento alguno – y eso que la vida en el país helvético barata no es -, y que ha venido a dar el pistoletazo de salida del nuevo curso político catalán. En una entrevista concedida a ese Pravda denominado Agencia Catalana de Noticias, ha dejado clara su postura: está por la confrontación y por el diálogo. Lo que equivale a decir que está por el boxeo por debajo de la cintura mientras reza un rosario por el contrincante. Es el viejo artilugio conocido como la cuadratura el círculo separatista. Tú dame millones desde esa misma España de la que me quiero separar.
Recordemos para los desmemoriados que Rovira es la misma que aseguraba, antes de decir pies para que os quiero, que no tiraron adelante la república interruptus por saber de buena fuente que el Estado iba a sembrar las calles de cadáveres. Se jartó de gritar que había que luchar «hasta el final» o que «no tenemos miedo». También se ha mantenido discrepante de la estrategia de echarle agua al vino dictada por Junqueras. Pero ella, cual moderna reencarnación de Heidi, nos dice desde sus alturas que hay que ir a la confrontación, alineándose así con las declaraciones que Torra hacía el otro día.
La señora Budó, portavoz monolingüe del Consell Executiu, no cabía en sí de gozo al confirmarnos que, efectivamente, ambos conceptos, confrontación y diálogo, son compatibles. Una patada en el trasero de Junqueras, que defiende por activa y por pasiva que esto solo lo arregla el diálogo, tesis más que discutible pero mucho más pragmática que la de ese falso «a las barricadas» que no se creen ni los mismos que lo dicen con cara de Termópilas. Que la vida no se contemple de la misma manera estando en una celda que con gastos pagados por quién sabe qué mano pródiga y desconocida, aunque sea poco honorable, intuimos, es comprensible. Que Esquerra tiene un problema con Rovira, también.
No, Marta, aquí, a la primera de cambio, unos os fugasteis, otros recularon y los más desprevenidos, incautos o ignorantes acabaron dando con sus huesos en la cárcel
Porque Rovira puede llenarse la boca con la terrible represión a la que esa malvada España tiene sometida a los separatistas – ahí tienen ustedes a los señores Tardá y Rufián, a todo el gobierno de la Generalitat, a la misma institución o a TV3, por citar solo ejemplos canónicos – pero la realidad es la que es y esta le aprieta el zapato. Y esa realidad no es otra que nadie de ellos tiene la menor intención de hacerse el héroe, pero el héroe de verdad, porque sus cuerpos serranos están acostumbrados a la vida muelle, al coche oficial, al sueldazo y a que en TV3 te hagan unos masajes que ríanse ustedes de los peces de colores.
No, Marta, aquí, a la primera de cambio, unos os fugasteis, otros recularon y los más desprevenidos, incautos o ignorantes acabaron dando con sus huesos en la cárcel para ponerse delante de un Marchena que supo encarnar lo que de mejor y más justo le queda aún a este estado claudicante y suicida. Ni luchasteis hasta el final, ni teníais la menor intención de hacerlo, porque uno puede defender con uñas y dientes sus privilegios de casta, que eso sois y no otra cosa, pero sin arriesgar nada más que el propio sentido del ridículo. La prueba de que eso de ser revolucionario a cinco mil mensuales es rarito la da la propia ANC de vuestros pecados, que reconoce que, a estas alturas, tienen poca gente inscrita en el aquelarre que preparan de cara a la próxima Diada. De los 300.000 que se apuntaron en el 2013, hemos pasado a los 60.000 de este año. De los 1.400 autocares contratados el año pasado, a 400 este año.
Y es que incluso para los que sienten la independencia como algo propio, lo cual es legítimo en nuestro ordenamiento jurídico, ganarse las habichuelas cuesta demasiado como para continuar con la venda puesta. Ni les cuento si se trata de unas buenas chuletas orladas con un par de huevos. Fritos, digo.