Chupineras

ABC 02/09/13
ESPERANZA AGUIRRE

«Hay que tener en cuenta que ETA está absolutamente viva, que los etarras no han entregado sus arsenales de armas y explosivos, que no han pedido perdón a sus víctimas y que no han colaborado con la Policía y con la Justicia»

En España el «chupinazo» por antonomasia ha sido siempre el del 6 de julio, a las doce del mediodía, en el Ayuntamiento de Pamplona, con el que dan comienzo las fiestas de San Fermín. Así ha sido desde tiempo inmemorial. La mecha de ese cohete siempre la ha encendido, desde el balcón principal del Ayuntamiento, o bien una autoridad o, en determinados casos, algún invitado de especial relevancia. En los últimos tiempos la Corporación Municipal pamplonesa ha decidido que los encargados de hacer de «chupineros» sean los concejales de los Grupos representados en el Ayuntamiento, por riguroso turno. El «chupinazo» pamplonés es siempre noticia y todos los seises de julio es raro el telediario español que no lo da como uno de los acontecimientos principales del día. Esto lo saben muy bien los etarras. Por eso, y como ya nos enseña el Evangelio de san Lucas que los hijos de las tinieblas son más astutos en sus negocios que los hijos de la luz, los etarras y sus comparsas suelen aprovechar el interés mediático del «chupinazo» para montar algún numerito propagandístico. Este mismo año hemos visto —y con nosotros, medio mundo— cómo se tenía que retrasar el lanzamiento del cohete porque habían colocado una gigantesca ikurriña que cubría toda la plaza del Ayuntamiento de Pamplona, ante la sorpresa de los ciudadanos y la incapacidad de las Fuerzas del Orden para evitarlo.
El éxito mediático de lanzar un cohete para anunciar a la ciudad que las fiestas han empezado ha hecho que en muchos otros lugares de España (país mediterráneo y, por tanto, con amor a la pólvora y a los fuegos de artificio) haya cuajado esa costumbre, que, aunque en la mayoría de los lugares tiene pocos años de antigüedad, ya parece que en todos es una tradición ancestral. Bilbao es un buen ejemplo de cómo ha hecho suya esta costumbre. Y en Bilbao también los etarras y los que los corean han optado por utilizar el «chupinazo» para hacer propaganda de sus ideas y para demostrar su capacidad de presencia en las calles, que, desde hace años, parecen ser suyas. Esta vez los etarras y sus adláteres han tenido la idea de imponer al Ayuntamiento el protagonismo de una señora, cuyo único mérito conocido es el de ser un peón más del mundo terrorista.
Que en una ciudad que quiere ser abierta, acogedora, moderna y libre como debería ser Bilbao se encomiende a una persona cercana al terrorismo el honor de llamar a la fiesta a propios y a forasteros es, desde todos los puntos de vista, un sinsentido. O, mucho peor que eso, es una muestra de la falta de coraje de los dirigentes políticos de la ciudad que, con mil excusas absurdas, no se atreven a plantar cara a los terroristas de ETA de forma radical y sin concesiones.
Porque hay que tener en cuenta que ETA está absolutamente viva, que los etarras no han entregado sus arsenales de armas y explosivos, que no han pedido perdón a sus víctimas (que hay que insistir en que somos todos los españoles y no sólo los familiares directos de los asesinados) y que no han colaborado con la policía y con la justicia para resolver los más de 300 crímenes que siguen impunes. Mientras esto sea así, todas las declaraciones de los etarras de abandonar el tiro en la nuca son papel mojado y, probablemente, no son más que la muestra de que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado les habían acorralado y les habían abocado a la rendición sin condiciones.
Por eso, porque la designación de una filoterrorista para ser la protagonista del acto inaugural de la Semana Grande de Bilbao era una provocación al buen sentido y un —otro— atentado al Estado de Derecho me ha parecido admirable la actitud del Delegado del Gobierno en el País Vasco, Carlos Urquijo, al recurrir esa decisión municipal y al haber intentado con toda la fuerza de la Ley que no se perpetrara el desafuero.
Si los representantes del Estado hubieran actuado así desde el minuto uno, desde aquel minuto en el que la joven y generosa democracia española concedió la amnistía más general de la Historia en 1977, si no se hubiera permitido que la Ley fuera pisoteada en la vida cotidiana por los matones de ETA, hoy Bilbao podría ser lo que tiene que ser: una ciudad abierta, acogedora, moderna y libre. Por el contrario, con una filoterrorista que, durante las fiestas, se ha paseado por toda la ciudad montando el numerito, Bilbao seguirá siendo, para los amantes de la libertad, una ciudad que todavía no ha conquistado la libertad que se merecen sus ciudadanos.