José Alejandro Vara-Vozpópuli

Sánchez exhibe estos días una prepotencia tan hipertrofiada que hace pensar en una autocracia arrogante y sin límites

A Tayllerand, el gran chambelán bonapartista,le asustaba que Napoleón se proclamara emperador. «Una difícil combinación de república romana y Carlomagno», argüía. Pero no pudo evitarlo. A Iván Redondo posiblemente no le suene mal el título de presidente de la República para Pedro Sánchez. Pareciera que en ello están. Veremos.

Tras conseguir la investidura, a un precio inconfesable, Sánchez se ha dejado de disimulos y se nos ha mostrado cual es, petulante y soberbio, de una arrogante fatuidad sin parangón entre sus predecesores. Ha desplegado una exhibición de poder personal que supera la categoría de lo obsceno para caer en lo indecente. Ha incurrido en decisiones tan abusivas que superan las lindes del escándalo. Una detrás de otra. Ha amordazado el Congreso al pulverizar la sesión de control. Ha despreciado a la Corona con hirientes desplantes. Ha lanzado una ofensiva brutal contra el Poder Judicial, digna de tierras caribeñas. Finalmente, ha dispuesto el asalto definitivo contra la oposición. Vamos camino de una autarquía sin frenos, de un cesarismo hipertrofiado. Estas son las principales razones por las que Sánchez, señor absoluto del tablero político, puede desenvolverse con la indecorosa arrogancia de un nuevo caudillo.

PORQUE LO VALE. Con un suave balanceo va por ahí. ‘Pedro el guapo’ le llamaban en los platós cuando ejercía de tertuliano en sus tiempos de concejal. Y ‘el guapo’ se quedó. Cumple con el canon aristotélico sobre ‘la belleza de la talla’, la única que atañe al varón. «Los hombres menudos pueden ser agraciados, pero no hermosos». Sánchez se pavonea por los salones gozoso de su estatura de pívot jubilado, con sus andares artificiosos con pretensión de Obama y su mirada de galansote de teleserie colombiana. Sentado pierde glamour, en especial cuando se lanza a hablar. Por eso esquiva debates y entrevistas, ocasiones en las que vierte enormes tonterías sin el menor esfuerzo. Pero papagayea bien: «Mi persona», «Yo soy el presidente», «tenemos 1.400 días», «culpables del bloqueo», «la ultraderecha»… Se aprende una frase y la repite sin pestañear, una, dos, tres mil veces, con ese rostro adusto, esa sonrisa de quien ya ha visto lo que no debe y esa quijada de pedernal. ¿Acaso no soy el más guapo, el más alto y el más listo?. «Pues ya está».

LOS BARONES SILENTES Y COBARDES. El PSOE es un páramo, un vacío, una congregación de semovientes en ofuscada búsqueda de un cargo, una silla, algo. Dejó de ser una formación de Estado para convertirse en una cofradía servil y monocorde. No se escuchan ya quejas discrepantes. Tras imponerse en las primarias, tramposas y navajeras, Sánchez le rebanó el pescuezo a la disidencia con virtuoso sadismo. Ni uno quedó para contarlo. Susana Díaz, por ejemplo, se ha convertido en la estampa de un zombi con faralaes.

Sánchez no ha de rendir cuentas ni a ejecutivas, ni a comités, ni a agrupaciones. Nadie controla su gestión, nadie fiscaliza sus pasos

En Ferraz no hay ya más voz que la de Lastra y, de cuando en cuando, algún indescifrable gruñido de Ábalos, antaño lugarteniente y ahora capataz crepuscular. Por tierras manchegas resopla en ocasiones Page, que siempre amaga de farol. Pablo Casado, pese a que venció en las primeras primarias del PP, lo tiene mucho más difícil, con un partido erizado de barones resabiados, capitanes díscolos, portavoces iracundos y Tejerina que ya se fue, lo mejor de aquella casa. Sánchez no ha de rendir cuentas ni a ejecutivas, ni a comités, ni a agrupaciones. Nadie controla su gestión, nadie fiscaliza sus pasos, nadie evalúa sus decisiones. Adhesión y aclamación.

-¿HAY ALGUIEN ENFRENTE? Si Sánchez ha pulverizado todo rastro de oposición intramuros, la que tiene enfrente aparece en horas muy bajas. Casado se afana en rearmar con prudencia el desastre que heredó Mariano Rajoy. Le falta equipo y le sobran gallitos en el corral. El presidente de los populares es un infatigable luchador, pero aún no ha llegado su hora. Antes debe dilucidar si el PP apuesta por el centro o juega a destrozarse las canillas en estéril pugna con Vox. Una disyuntiva envenenada que ejerce un terrible efecto desgaste en la militancia y un despiste cansino en el simpatizante. Pronto le llegará la primera trampa sanchista, la presión para renovar la cúpula judicial. «Sabotaje a la democracia», berrean altisonantes los voceros socialistas.

Casado ya está advertido. Sánchez pretende aniquilar a la oposición, convertirla en una excrecencia inútil, hacerla desaparecer en el triángulo de las Bermudas de un cordón sanitario inexorable y eterno, un círculo de tiza hermético e infranqueable. Los silenciará primero en las instituciones y luego en la vida pública. Sin contemplaciones.

LOS SECRETOS DEL GRAN GURÚ. «Le susurró cosas sobre él que ni él mismo sabía, de las que no tenía idea y el susurro resultó ser fascinante porque él estaba vacío por dentro». Joseph Conrad describió en El corazón de las tinieblas lo que pudo ser el primer encuentro entre Iván Redondo y Pedro Sánchez. Circula ahora la especie, casi superstición, que fundamenta el éxito de Sánchez en la astuta estrategia de su gran gurú, Iván el susurrador, el hombre de moda, un donostiarra de 39 años que se ha convertido en la estrella del retablo de las maravillas monclovita. Redondo acaba de asumir plenos poderes tous azimuts, desde la Defensa a la Comunicación, pasando por la Economía y hasta el más allá. Es decir, ha creado la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo. Ese ‘a largo plazo’ son treinta años, según rezaba modestamente su fe de bautismo.

Redondo se mueve entre sombras, apenas comparece en actos públicos, conversa con escribidores amigos pero no concede entrevistas, flirtea con empresarios ‘top’ y se lleva bien con el vicepresidente Iglesias. «El presidente le escucha entre hipnotizado y deslumbrado», dicen quienes tratan a ambos. Racional y cartesiano, a veces tiene «fantasías (políticas) perversas», según esta fuente. Huye de los caminos trillados y disfruta de una enorme capacidad disuasoria. Parece pensar, con Woody Allen, que «debe valorarse la opinión de los estúpidos: están en mayoría». Y lo hace.

-LAS TELES, EL FACTOR PRODIGIOSO. Cuentan que Rubalcaba confesaba sin ambages: «A mí dame la Ser y te gano las elecciones». Camus, cuarenta años ya sin él, lo tenía más claro: «Ya no vale ser leído, lo importante es salir por la tele». Así anda Sánchez, feliz con sus teles. ¿Qué haría Iván sin ellas?, dicen por las oscuras esquinas algunos acoquinados socialistas. También lo piensan en el PP, que se quedaron mediáticamente desguarnecidos, casi en calzones, gracias a la poco razonable gestión de Rajoy.

Es opinión unánime e irrefutable que Sánchez es el presidente que más ha faltado, falta y faltará a la verdad. Sus zigzags estratégicos son atronadores. Apenas concede valor a la coherencia, a la integridad, a la ética o a la decencia política. Todo vale porque nada le pasa factura. También Rajoy militaba en la creencia de que ‘siempre que llueve, escampa’. No le salió bien. Se desprendió de los medios y naufragó en una aciaga tarde de whisky y lágrimas.

Quizás no sean treinta años pero Sánchez ya piensa, al menos, en los ocho que manda la tradición. Con cerrar los presupuestos tendrá apañada su primera Legislatura. Luego, Iván proveerá. ¿Presidente de la República tal vez?