Círculos cuadrados

ABC 18/06/14
LUIS VENTOSO

· ¿Qué se le puede ofrecer en concreto a Artur Mas para que decida continuar en España?

Mientras atendemos al relevo dinástico, cada semana se siguen acumulando ejemplos de que en Cataluña se está perdiendo la batalla de las ideas. El presidente de la patronal catalana, un moderado, partidario en teoría de continuar en España, acude a despedirse del Rey y le pide que apoye la consulta. Una propuesta psicodélica. A juicio de este relevante empresario, el jefe del Estado debe mediar para que se celebre un referéndum auspiciado por los separatistas, que busca finiquitar el propio Estado.

Hay más. El pasado domingo en Montmeló hubo un recital de los pilotos españoles… y cada podio fue saludado con una estruendosa pitada al himno. En el PSC, que navega en un equilibrio imposible entre nacionalismo y españolismo, se da la insólita circunstancia de que nadie quiere ponerse al frente de la tienda, porque defender allí la legalidad democrática resulta casi un acto heroico. Por último, la escapada rupturista ha llegado tan lejos que hasta Duran i Lleida, un superviviente con piel de acero inoxidable, amaga con tirar la toalla, incluso a costa de cerrar esa oficina de lobbismo que mantiene en el Congreso con gran éxito personal.

El aire corre enrarecido por el Nordeste. ¿Qué hacer? La Caixa es una institución relevante en este debate. Sin aspavientos, se ha convertido en un puente que amarra a Cataluña en España desde la catalanidad. Su presidente, Isidro Fainé, está en contra de la independencia («mejor juntos que separados»), pero al tiempo aboga por un acuerdo entre los Gobiernos central y catalán que dé salida al problema separatista. El lunes expresó su confianza en que Felipe VI pueda suponer una ayuda más. Son declaraciones bienintencionadas, pero que no despejan el meollo de la cuestión: ¿Qué puede ofrecer en concreto el Gobierno a Mas para que decida apearse del separatismo?

Lo primero que se le ocurriría a cualquiera sería privilegiar a Cataluña con un acuerdo económico a la carta. Pero así se ha hecho desde siempre, primándola históricamente con aranceles y cerrando cada modelo de financiación de la democracia al son de CiU, y el corolario es que estamos donde estamos. Por otra parte, las comunidades peor tratadas que Cataluña (por ejemplo, no hay AVE a Galicia ni a Extremadura ni se vislumbra en breve), ¿aceptarían renunciar a parte de sus fondos para primar a los catalanes? El dinero es finito. Si un pastel lleva más harina, otro la pierde. Además, ¿se conformarían los independentistas con más dinero cuando su móvil es de naturaleza sentimental? No parece.

Otra posible solución sería cambiar la semántica constitucional, otorgar a Cataluña un nuevo estatus, fijar una relación bilateral, crear una suerte de Estado asociado… Un parche. ERC ni lo aceptaría, pues ya están mucho más allá. Y CiU, pasados dos o tres años, propondría romper del todo; por supuesto, «amistosamente, ¡eh!». Además, se abriría la espita que liquidaría España (País Vasco, luego Canarias…).

Junqueras y Mas, que han desatado unilateralmente el conflicto independentista contra la legalidad democrática, no se van a conformar con retoques federales, ajustes contables y palmaditas en la espalda. Para que Cataluña permanezca en España su población tiene que seguir creyendo que se trata de una buena idea. ¿Y quién está trabajando en eso? Por lo visto Margallo. Y a ratos.