Ciudadanía

La gracia más repetida consiste en afirmar que la nueva asignatura es un remake de la franquista Formación del Espíritu Nacional, con lo que se asimila un contenido fascista con el que puede ofrecerse para servir de fundamento a un comportamiento activo dentro de una sociedad regida por la soberanía nacional y enmarcada por el Estado de derecho.

«¿Quieres Marín que yo cante, al clero y la monarquía? ¡No comprendes ignorante, que esa canción no es la mía! ¡Que vaya el Nuncio y les cante!». La coplilla republicana, citada por Ramón Sender en su Mr. Witt en el cantón ilustra muy bien una cuestión actual: los límites que a sí misma construye la política opositora del Partido Popular. Es como si sus dirigentes creyeran en la prioridad de blindar a un núcleo duro de electores de derecha, reforzando hasta el límite su voluntad de oponerse a todas y cada una de las medidas del Gobierno, sin darse cuenta de que en la España actual, como en el resto de las democracias europeas, las elecciones se ganan en el centro y el maniqueísmo por principio se paga con la derrota. Puede resultar muy gratificante el espectáculo de unas masas enfervorizadas en la plaza de Colón gritando consignas y aireando pancartas de satanización, si bien lo que por una parte se consolida, por otra se pierde al suscitar el rechazo de una masa de ciudadanos que tal vez está descontenta, y muy descontenta, con aspectos decisivos de la política gubernamental, pero que no por ello se encuentra dispuesta a regresar al pasado.

La campaña contra la asignatura de ciudadanía constituye un óptimo ejemplo de ese irreflexivo espíritu de Cruzada que desde las pasadas elecciones viene animando a los populares. En lejanos tiempos de amistad, un encumbrado historiador decía a propósito de una pareja de historiadoras americanas que eran «antídotos contra la lujuria». La consideración de la mujer ha cambiado y la frase carecería de sentido en lo relativo a la belleza o fealdad. La caracterización sigue en cambio vigente aplicada al caso: el cardenal Rouco y sus seguidores ofrecen verdaderos antídotos contra una opción de voto razonable en un país laico como el nuestro.

Cuando durante siglos la Iglesia convirtió la enseñanza de la religión en un ejercicio de catequesis autoritaria, y todavía hoy se opone con éxito a su racionalización, al bloquear un imprescindible estudio del hecho religioso o de historia de las religiones, los feroces ataques contra la introducción de los adolescentes al conocimiento de la democracia tienen un inevitable efecto bumerán. Vienen a recordar que en el fondo de la mentalidad de la derecha española, con la Iglesia al frente y al fondo, anida la concepción tradicionalista de la ciudadanía como algo ajeno a lo que según ellos debiera ser el núcleo de la organización social, la condición de creyente. En el hermoso mosaico de la iglesia romana de Santa Pudenciana, del siglo V, la nueva religión se alza, simbolizada por la figura de Cristo, adoptada la barba de Zeus, al acoger la aportación de la filosofía griega. Nuestro catolicismo político no alcanza a entenderlo.

La gracia más repetida consiste en afirmar que la nueva asignatura es un remake de la franquista Formación del Espíritu Nacional, lo cual de nuevo nos hace pensar que las convicciones democráticas de nuestros militantes de derecha son bien débiles, ya que asimilan sin más un contenido fascista con el que puede ofrecerse para servir de fundamento a un comportamiento activo dentro de una sociedad regida por la soberanía nacional y enmarcada por el Estado de derecho. Como si hubiera conflicto alguno entre ser ciudadano y católico; lo de repartir las esferas entre el César y Dios, por este orden, no es un invento de los laicos. Por lo demás, si nos atenemos a la estimación implícita de aquello van a ser unas cuantas tonterías, sin otro contenido que formar futuros votantes socialistas, vamos a parar a una situación de pura y simple ignorancia. Claro que la ignorancia siempre viene bien a la hora de montar sucedáneos de cruzadas.

Es como si Rajoy y su entorno hubieran decidido desde el 14-M hacer de la conquista del centro un objeto imposible. Primero, con el interminable apoyo al espantajo de la teoría de la conspiración con ETA de guinda, luego con el ejercicio de la oposición como si se tratara de descalificar al Gobierno sin excepción ni pausa, dejando así escaparse las grandes ocasiones para mostrar los errores de Zapatero, y permitiendo a éste montar su supervivencia y eludir la responsabilidad de sus actos con sólo denunciar la cerrilidad de sus adversarios. Ejemplo reciente: las muertes del Líbano. Rajoy no es nulo, pero sí romo: nunca puede vencer, salvo si el terror nos invade a todos.

Antonio Elorza, EL PAÍS, 7/7/2007