OPINIÓN-Vozpópuli
- La nueva líder del partido naranja, Patricia Guasp, se estrena riñendo a Feijoó. Bueno, y a Sánchez, que no se diga.
Hay libros que enganchan desde la primera línea, y dicen que el secreto de un buen narrador es captar la intención del lector desde el minuto cero. Otros, en cambio, los abandonas tras esforzarte durante algunas páginas porque lo que te cuentan no hay por dónde cogerlo. Con todos los respetos al que pudo ser el partido más importante de España, es justo lo que me pasa con Ciudadanos. No me extraña que no exista una sola encuesta que les otorgue representación en el Congreso. De Ciudadanos, lo repito con respeto y tristeza, hay que hablar en pretérito imperfecto, porque sus errores -cuando no malas artes- son para llenar libros.
Con su elección como gran esperanza blanca del votante que otorgó en su día la confianza al partido de Albert Rivera, la señora Guasp podría haber convertido su primer discurso en algo evocador de aquel Cs inspirado por Boadella o Arcadi, el Ciudadanos fresco, joven, el de un Rivera que dijo cosas que se han cumplido con exactitud prusiana y un Girauta que sabía escribir los papeles y dar forma lingüística a conceptos de alta política para que todos, incluso los/las más tontos/tontas pudieran leerlos y quedar bien. Pero, ¡ay!, la sorpresa no saltó en Las Gaunas y doña Patricia pergeñó un discurso a là soviètique agradeciendo a la anterior líder sus méritos diciendo sin el menor recato que Arrimadas se había ganado para siempre un lugar en la historia de nuestro país. Qué cosas. Después, doña Patricia se nos ha puesto farruca diciendo que en la casa naranja nadie baja la cabeza ni se pide perdón y, ya dirigiéndose a Sánchez y a Feijoó, que C’s tiene unos principios que ni se compran ni se venden. Como el cariño verdadero, diga usted que sí. VOX también ha recibido lo suyo -qué mala es la envidia- y como colofón ha sentenciado en frase lapidaria que la nueva dirección no tendrá socios preferentes a la hora de pactar. Pero, vamos a ver, ¿nadie le ha dicho que no habrá ocasión de tal cosa, salvo quizás en el ayuntamiento de Matalascabrillas del Duque? ¿Tan ciegos están en esa casa que no perciben que su formación está más caducada que un Bollycao de 1978? ¿Tanto es el afán por conseguir siquiera un sillón, el suyo, y seguir en esa vida muelle en la que tan poco se trabaja, tanto se habla y tan caro nos cuesta a todos los españoles el capricho? En los pequeños partidos en se ve más claramente la realidad de cierta política entre quienes los conforman y aun dirigen: salir elegidos al precio que sea. Sin citar pecadores, señalaremos el pecado, y es que existen no pocos políticos que ocultan solapadamente su proyecto personal de vida bajo el disfraz de lo político, de una reivindicación cualesquiera, de una pancarta, y así se aseguran las mantenencias. ¿Alguien sabe por donde anda el señor de Teruel Existe, por decir un algo? Uno mucho se teme que con Ciudadanos ocurra algo similar y que lo único que quede en ese enorme buque hundido por la propia tripulación sean algunos buscadores de metal, rastreando a la desesperada a ver si encuentran ni que sea una medallita de San Antonio – que, por cierto, es muy milagrero – para poder seguir tirando un rato más. Esperábamos más del discurso de alguien que proclama querer darle la vuelta a España. Autocrítica, proyecto, esperanza y no los halagos de rigor -sabe que Inés es mala enemiga y la quiere tener contenta- aderezados con cuatro topicazos. No, señora mía, nadie quiere comprar a Ciudadanos simplemente porque ya no existe. Aunque estoy de acuerdo con usted en una cosa: “No hay en el mundo dinero para comprar los quereres, que el cariño verdadero ni se compra ni se vende, si luego te fuiste de mi vía dejándome una hería que yo curar no sé; Te ofrecieron riquezas y honores, te cegaste lo mismo que yo, y si hoy quieres comprar mis amores, tendré que cantarte la misma canción”. Qué sabio era don Manolo Escobar que la cantaba cuando yo era un zagalillo.