Ciudadanos y la Cataluña posnacionalista

ABC 06/07/15
SALVADOR SOSTRES

· Rivera quiere devolver a los catalanes la ilusión de ser el mismísimo corazón de una España nueva y próspera

Alternativa de gobierno La formación se ha encontrado en un escenario catalán con el centro político abandonado

Ciudadanos empezó siendo un partido antinacionalista y su única misión era denunciar los defectos de esta ideología, en su concepción teórica y en su aplicación práctica. Era un partido de choque y sin mayor aspiración que la de chocar contra el bloque hegemónico que tenía enfrente por ver si conseguía abrir alguna brecha. Y la brecha se abrió, aunque no tanto por la acción directa de Ciudadanos como por las contradicciones del soberanismo, aceleradas por la tramitación, la aprobación y las desventuras judiciales del nuevo Estatut que impulsó ERC cuando con los tripartitos llegó al poder.

Lo que parecía imposible sucedió, y el «establishment» político catalán, llamado en otro tiempo «el oasis», entró en crisis. La primera víctima de este debate identitario fue el PSC, que hoy flirtea con la extraparlamentariedad. Si bien Rajoy ha acertado en su política de no hacer nada, o casi nada, en Cataluña, el PP catalán, en su desfiguración y extravagancia, más que una fuerza extraparlamentaria, que también corre el riesgo de acabarlo siendo, es una fuerza extraterrestre.

Por su parte, e incomprensiblemente, Convergència, en su afán por parecer más nacionalista que Esquerra, desertó de la centralidad y se echó al monte independentista. Y Esquerra, que con Junqueras parecía dispuesta a ocupar la centralidad del soberanismo, se ha dejado devorar como siempre por su atávica pulsión izquierdista y autodestructiva, le ha regalado gratis a Ada Colau la alcaldía de Barcelona, por marginar a Mas cada vez se acerca más a la CUP, y sin otra idea que la de destruir a Convergència ha acabado abandonándose al populismo más surrealista. Junqueras propuso el miércoles una candidatura única independentista sin presencia de políticos. Lluís Llach, conseller de agricultura.

Cataluña, motor de España
Ciudadanos, sin renunciar a su esencia ni practicar ninguna clase de travestismo, se ha encontrado en un escenario catalán con el centro político abandonado y con un éxito más allá de lo predecible en el conjunto de España como partido regeneracionista de centro. Ya no se presenta como un partido de oposición o de choque sino como una alternativa preparada para gobernar.

Si en España se vende como el antídoto de la corrupción y el paradigma de la eficacia, en Cataluña se presenta como heredero de la vieja tradición del catalanismo político que desde Cambó hasta Roca fue esencialmente una reformulación de España con Cataluña como motor. Ciudadanos no acompaña esta idea de ningún sentimiento identitario, como Convergència o la Lliga, en su convicción de que la mejor manera de servir los intereses de los catalanes no es enfrentándoles con el resto de España sino convirtiéndoles en los protagonistas de la actividad económica del Estado.

Ciudadanos ha dejado de ser antinacionalista para pasar a ser postnacionalista, y se nutre de muchos votantes tradicionalmente convergentes que han asumido que el nacionalismo funciona como nostalgia, pero que como formulación política sólo conduce a ideaciones irrealizables que suelen acabar en corrupción.

Albert Rivera quiere romper con la idea fondo de que poner los medios para el mejor funcionamiento de la economía catalana va en detrimento de la igualdad entre los españoles, en tanto que sólo una Cataluña brillante y rica estará en condiciones de ser solidaria con las demás comunidades; y quiere romper también con la sensación del agravio, tan extendida en Cataluña, y si el catalanismo ha sido siempre planteado como un victimismo, el partido de Rivera quiere devolver la ilusión a los catalanes de participar en un proyecto común con el resto de los españoles en el que no sólo se sientan aceptados o tolerados sino el mismísimo corazón de una España nueva, federal, plurilingüe, próspera e higiénica.

Los proyectos de esta naturaleza han fracasado hasta el momento. Miquel Roca llegó a contar con el patrocinio del hoy presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, para que «un catalán llegara a presidente del Gobierno». Tal vez ahí está la principal diferencia con Ciudadanos. Rivera no quiere gobernar, ni en Cataluña ni en España, por ser catalán, convencido de que uno no puede presumir de los accidentes. Rivera ni está orgulloso de ser catalán, ni acomplejado por serlo, ni percibe que el origen de nadie pueda ser tomado como un argumento serio en el debate político que un Estado moderno merece.

Rivera quiere gobernar porque se siente el mejor capacitado en estos momentos para hacerlo, y porque es de una generación que ya no fue educada en la falsa modestia de que la buena educación consiste en, sobre todo, pedir perdón.