EDITORIAL ABC – 01/09/15
· Mas arrastra a su partido a una descomposición como proyecto útil para la gobernabilidad de España y la recuperación de Cataluña.
Convergencia Democrática de Cataluña, el partido de Artur Mas, está inevitablemente abocado a una refundación política y ética desde su sótano. La investigación de la Fiscalía sobre su supuesta financiación ilegal a través de la trama del 3% pone de manifiesto que esta formación no es solo rehén de una deriva hacia un suicidio político por la independencia, sino que ya le resulta imposible ocultar que lleva décadas convertido en una auténtica base de operaciones para la cleptocracia y el tráfico de influencias. Convergencia acumula ante los jueces muchas preguntas sin respuesta, y los silencios de Artur Mas son elocuentes.
Los indicios apuntan a que Daniel Osácar, quien fuera su tesorero desde 2005 hasta 2010 por deseo de Mas, continuaba con despacho y ordenador en la sede principal del partido, sin que nadie haya explicado aún por qué, o cuáles eran sus funciones reales después de haber dimitido ese año por su implicación en las millonarias comisiones del Palau desviadas hacia la formación política. No es creíble que hasta 2015 Osácar trabajara en la sede de CDC por libre, o como mero militante, después de haber sido el gestor de sus cuentas, de la Fundación Trias Fargas y de CatDem. Menos aún, en un despacho con la placa del exalcalde de Barcelona, Xavier Trias, colocada en su puerta durante cinco años.
La sospecha de Anticorrupción, más que fundada, es que seguía recaudando en la sombra dinero para Convergencia como tapadera de turbios manejos. De momento, la Fiscalía calcula en más de dos millones la cantidad recibida por CatDem entre 2008 y 2011 por trabajos aparentemente sin justificar, en un entramado contable creado mediante vasos comunicantes que constituirían una auténtica caja B de recaudación. La transparencia siempre brilló por su ausencia en un partido como el de Jordi Pujol y Artur Mas, que a menudo creía tener inmunidad y patente de corso por su privilegiada posición para condicionar gobiernos en Madrid.
Mas está arrastrando a Convergencia a una progresiva descomposición como proyecto político útil para la gobernabilidad de España y para la recuperación económica de Cataluña. Lo hace con criterios de exclusión y fractura social, y con la pretensión de perpetuar un lobby de negocios opacos amparado en el engaño masivo al que somete a cientos de miles de catalanes que no desean la secesión. El argumento emocional de que «ya no hay vuelta atrás» con la independencia es una falacia para fingir un hartazgo de España con el que que CDC justifica, entre otros muchos abusos, tramas de corrupción inasumibles. Lamentablemente, la historia está demostrando que sea por corrupción, sea por excesos y desafíos a la unidad de España, Convergencia siempre ha estado en manos de líderes pertinaces en la desobediencia y la perversión de la ley.