Código del hampa

El problema de las actas etarras de las negociaciones no radica en que los enviados gubernamentales digan la verdad o no. Si ya se han perdido las inhibiciones con los ciudadanos, ¿por qué habrían de ser veraces con los terroristas? El asunto es la obscenidad del lenguaje que deben emplear en esas conversaciones.

No pueden quejarse de que no estuvieran avisados. Los terroristas son unos grafómanos que dejan constancia por escrito de todo lo que se les dice. Y luego lo publican. Recuerden el pacto que ETA suscribió con el PNV y EA en el verano de 1998, acordando la exclusión del PSE y del PP de la vida política vasca. Acabó en las páginas de Gara el 30 de abril de 2001.

Supimos después que el juez Gómez Benítez, integrante del equipo de Eguiguren en el proceso de paz de Zapatero, había exhibido el chivatazo del bar Faisán como prueba de la buena voluntad del Gobierno frente a los terroristas. Ahora tenemos noticia de más conversaciones y de lo inadecuadas que son las conversaciones cuando tratas con según qué gente.

Cuentan los terroristas que se reunieron con el Gobierno el 22 de junio de 2006 para pedirle explicaciones por las detenciones de 13 implicados (en la financiación, no en el chivatazo, ojo) mes y medio después del cante. «Es un accidente grave… lo han intentado, pero no han podido pararlo».

Las actas de los terroristas recogen afirmaciones pintorescas, como explicar a sus interlocutores que el Gobierno ha hecho esfuerzos para «blindar el proceso»: cambios en el Gobierno (Rubalcaba es nombrado ministro del Interior el 11 de abril) y en la Fiscalía de la Audiencia Nacional (Zaragoza es nombrado fiscal-jefe al día siguiente del chivatazo).

El problema de este asunto no radica en que los enviados gubernamentales digan la verdad o no. Si ya se han perdido las inhibiciones con los ciudadanos, ¿por qué habrían de ser veraces con los terroristas? El asunto es la obscenidad del lenguaje que deben emplear en esas conversaciones. Un ejemplo relevante: para acreditar la buena intención del Gobierno, no tienen empacho en señalar a quienes ponen los palos en las ruedas: el PP, la mayoría de la prensa y la AVT, y los jueces que «se han convertido en un instrumento del PP y hacen cosas que en otra situación no harían». Un enviado del Gobierno señalando a unos terroristas quiénes son los enemigos. Lo que interesa a los efectos no es conocer las palabras exactas, sino que los etarras entendieron y apuntaron en el acta exactamente lo que acaba de decirse.

¿Recuerdan las cartas de extorsión que el presidente de los empresarios navarros, José Manuel Ayesa, denunció en abril? Hubo explicaciones vergonzosas, que eran cartas puestas en el correo antes del 22 de marzo, y ya saben ustedes cómo funciona Correos. El tenaz Ayesa mostró una con matasellos del 7 de abril y el secretario de los socialistas vizcaínos le dedicó un ataque miserable, calificando de «sospechosa» su actitud, abriéndole un juicio de intenciones y poniendo en duda su palabra sobre la existencia de las cartas. Mientras, un compañero de Pastor se exculpaba ante los terroristas: «El ministro [del Interior] tiene un montón de cartas que no ha hecho públicas. Sabiendo que se pide dinero decimos que no consta que se pide».

Confieso que estas intimidades resultan algo más obscenas, incluso, de lo que uno podía imaginar. Este lenguaje de germanías compartido, el código del hampa. Joder, qué tropa.

Santiago González, EL MUNDO, 28/3/2011